¿Puede un saber originario colocarnos en una dimensión de lectores de textos, signos y contextos propios de una literatura que creíamos perdida y reaparece casi a mitad del siglo XX como un territorio a explorar a través de imágenes poéticas, narrativas, legales, litúrgicas, filosóficas, teológicas, testimoniales, epistolares, sociológicas, antropológicas, dogmáticas, visionarias, esotéricas y otras que han surgido producto de un descubrimiento circunstancial y geográfico llamativo por su fuerza literaria, oracular, histórica, teologal, socio-religiosa y testamentaria?

La biblioteca de Qumrán descubierta en un símbolo, un camino, una huella, un espacio y un sentido surgen de la relación entre cultura, geografía, sujeto y sociedad. La lectura de sus imágenes, huellas visiones y pronunciamientos apócrifos, sectas, cantos, trazados, teologemas, culturemas y polilogos reveladores de una cultura direccional de signos que “hablan” sus propias prácticas intelectuales, que han permanecido ocultadas por las políticas internas del Oriente bíblico y no- bíblico. La exclusión y el ocultamiento de una productividad religiosa y cultural, estalló por su propio sentido de proceso y resistencia como cuerpo-biblioteca sumergida en las más de diez cuevas que permanecieron ocultadas por siglos y en secreto. El conocimiento escrito de diversas mentalidades gnósticas invisibilizadas por razones de políticas y de poderes imperiales que sabemos hoy lo que provocaron en el Lejano Oriente, el Medio Oriente y el Occidente judeocristiano.

En efecto, el evangelio, el calendario, el horóscopo, el texto teologal, astronómico, poético, litúrgico, haláquico, escatológico y soteriológico, entre otros, constituyen fuerzas sociales, religiosas y antropológicas justificadas hoy por miradas literarias, comunitarias y narrativas. La fuerza creadora, exegética, homilética de la mayoría de estos textos sectarios, algunos geopolíticos,  y otros fronterizos intertextuales,  místicos casi todos encienden hoy una conciencia de lectura que convierte el mundo en una inmensa e infinita biblioteca.

La productividad bíblica y la textualidad no-bíblica teje sus visiones en una gran cantidad de lectores que se ocultan por lo general, en una crítica banal, ociosa e ideologizante de pseudocronistas que imponen pretendidos gustos lejos de toda poética de la cultura y de los orígenes. En nuestros días, la lectura y los lectores constituyen (en algunos casos), una excusa de poéticas editoriales que comercializan grupos masivos y económicos, a favor de exclusiones y “diversiones” ociosas.

El texto bíblico y apócrifo, la oralidad veterotestamentaria, neotestamentaria e intertestamentaria no se oponen al movimiento de sentido, tal y como ya hemos propuesto en otros trabajos publicados por este medio, y que remiten al concepto de escritura, inscripción, huella o fórmula gramatológica. El numen bíblico surge y actúa  en el trazado de huellas históricas, donde algunos movimientos diaspóricos son cuerpos en caminos e imágenes creadoras, proféticas, masoréticas y poéticas que podemos leer en las diversas biblias de nuestros días y por lo mismo en las diferentes versiones de un texto abierto y plural procedente del empuje y la quebradura del texto bíblico canónico y deuterocanónico. El valor del texto pseudopigráfico se abre también a universos de salvación desde la perspectiva soteriológica y escatológica, tal y como hemos señalado en otros trabajos publicados. (Odalís G. Pérez, 2022,2023)

En efecto, los libros canónicos y no-canónicos expresan una conversión y una subjetividad de principios interpretativos que encontramos en la Biblioteca o bibliotecas religiosas, simbólicas, culturales de las diversas culturas orientales y occidentales, principalmente la de Qumrán. Es por eso que las diversas puertas de entrada al sentido y la huella, se definen las diversidades poéticas, proféticas, sapienciales y otras que podemos leer y traducir a partir de las tradiciones históricas y proféticas de Palestina, Israel, Séforis, Nazaret, Galilea, Atenas, Corinto y todas aquellas movilidades que los Setenta (LXX) redactaron, reescribieron y tradujeron o editaron como la Septuaginta.

En efecto, el extraordinario aporte llevado a cabo por el estudioso español Florentino García Martínez con sus Textos del Qumrán (publicado bajo su dirección, en Ed. Trotta, Madrid, 2009, 526 págs.), resulta de un conocimiento ejemplar de dicha biblioteca esenia, sectaria y literaria que completa con soberana erudición y comunicación el texto bíblico canónico que desconoce hipótesis a propósito de los llamados “cristianismos perdidos”, que analiza y refiere el biblista norteamericano Bart D. Eherman en sus obras Jesús, el profeta judío apocalíptico (2001), Cristianismos perdidos: los credos perdidos del Nuevo Testamento (2004), Jesús no dijo eso. Los errores y falsificaciones de la Biblia (2007), Jesús antes de los evangelios (2016); Los otros evangelios: relatos de Jesús desde fuera del Nuevo Testamento (2013), Cielo e infierno: una historia del más allá (2020), Viajes al cielo y al infierno: viajes al más allá en la tradición paleocristiana (2022), y otros.

Todo este proceso deconstructivo del texto bíblico y no-bíblico, pseudo-epigráfico o apócrifo nos lleva a la Biblioteca de Qumrán y la vida cotidiana de los esenios. La edición citada de Florentino García Martínez, y hasta ahora, la más elocuente y completa (casi completa), nos muestra grandes miradas en cuanto a ejemplos, veamos:

“Frag. 2. Col. II (=C D-A1-21-II, 21)

“Y se inflamó la cólera de Dios contra su congregación, [Devastando a toda su muchedumbre, pues sus obras fueron impuras] ante Él. Ahora, pues, escuchadme, todos los que entráis en la alianza, y yo abriré nuestros oídos a los caminos de los impíos] y de todos los senderos de pe|cados os apartaré. Dios ama el conocimiento, la sabiduría y consejo], ha establecido ante sí, y prudencia y conocimiento están a su servicio; suya es la paciencia y la abundancia de poderes para expiar] por quienes  retornan de la im| piedad…] sin que haya servicio|… pues Dios no los escogió |al comienzo del mundo y antes de que fueran establecidos él escogió sus obras y aborreció las generaciones a causa de la sangre,] y ocultó su ros|tro del país… hasta su consumación. " (Ed.cit.p.97).

El mismo espesor textual se hace visible, sensible y cognoscible en el Frag.5, referido a las normas:

1 “[… Las normas […]… 2 […] pues a todos los rectos corazón(es) en Israel 3 […] las normas de su justicia […]4[…]…[…]normas y esperanzas de justicia” (p.97), establecen un movimiento de verdad y pronunciamiento que se leen como emergentes en el marco de este fragmentarium citado (op.cit).

La normatividad de la ley presenta una casa religiosa y esperanzada en el decir de la vida religiosa y cultural, como se puede ver en otras tablillas manuscritas: “1[y en todas las normas] de] la [ley para decir |las de acuerdo con sus normas. Y el| inspector que está sobre todas 2 [los campamentos serán de entre] treinta años y setenta [años, maestro] en todo secreto 3 |de los hombres y] en toda lengua [según sus familias. Por su auto]ridad entrarán|los miembros de] la asamblea, 4 [ cada uno en su turno;] lo dará el inspector], en relación con cualquier disputa o juicio.] esta es la regla de la numerosos para proveer por todas 6 sus necesidades: el sueldo] de dos [días] por lo menos. Lo pondrán en manos) del inspector y de los jueces…”7 (ibídem.op.cit.p.103).

La mirada cotidiana se hace observable en el corpus de los esenios proveedores de una práctica de la escritura que instruye mediante los mensajes sagrados o profanos como bien sostiene Jaime Vásquez Allegue (Ed.)

“La Regla de la consumidad de Qumrán” es uno de los documentos más importantes de los manuscritos del Mar muerto encontrados en el desierto de Judá…” (Vid, Ediciones sígueme, Salamanca, 2006, p.9). “La Regla de la comunidad en un documento legal que organiza y estructura la vida de un grupo de hombres que vivieron la época del segundo templo. En ella se encuentran reflejados muchos de los rasgos que caracterizaban a la Jerusalén que conoció Jesús y en ella encontramos signos que nos ayudan a reconstruir una parte de la historia de los orígenes del cristianismo” (op.cit. pp.9-16).

Lo que muestra y demuestra la Biblioteca encontrada en las cuevas de Qumrán, es una suma de mundos y apócrifos textualizados desde una práctica escrituraria reveladora de diferencias proféticas, dramas religiosos, místicos y escatológicos, donde sus autores (conocidos, desconocidos marcados por el prefijo (pseudo-) producen un efecto de réplica, verdad o duda, resistencia, poéticas en conflicto y tensión cultural entre los siglos II a.C. y el siglo II d. C.

Es entonces cuando la historia se convierte en metahistoria y contrahistoria. La biblioteca encontrada en 1945 en el alto Egipto a 97kms más allá de Luxor, al otro lado del Nilo y frente a la moderna Nag Hammadi  encontramos unos textos gnósticos, una colección de textos escritos en copto, arameo, hebreo y otros dialectos orientales. Según la historia arqueológica (ver, Charles F. Pfiffer, Ed. 2006, cuarta edición): “En un antiguo cementerio cerca del sitio del monasterio de San Pacomio unos campesinos desenterraron un inmenso jarrón, el cual, cuando fue roto, dio a luz trece códices […]. El códice 1 adquirido por un negociante, fue finalmente comprado por filántropos y donado al Instituto Jung; por lo que se llama “El códice Jung”. El museo cóptico compró el códice II en 1946 y adquirió el resto de los textos en 1952… Los códices fueron escritos en “papiro”. Once de ellos fueron envueltos en forma de cuero suave semejantes a los maletines modernos. Dos de los códices están casi completos; uno (código 1) tiene considerables lagunas y otros dos están muy fragmentados”. (Ver, Diccionario bíblico arqueológico, Charles F.Pffeifer, editor, edición citada, p.671.col.derecha).

Como acotación explicativa citada: “… El total encontrado contiene cerca de mil páginas de las cuales cerca de ochocientas están en buena condición. Los textos están escritos en cóptico, el desarrollo final del egipcio. Diez de los códices están escritos en el dialecto sahídico, mientras que dos más están clasificados como sahídicos bajo la influencia acmínica. Sin embargo, el Códice Jung está escrito en subacmínico o tal vez es un subdialecto del subacmínico. Los textos hasta ahora estudiados son traducciones de los originales griegos” (ibídem pp.671-672).

Se trata de una travesía de estudio de dicho acontecimiento cuya crónica y divulgación podemos encontrar en los datos, ediciones cardinales textuales y edición, que, como ya hemos destacado, encontramos en Textos de Qumrán, edición y traducción de Florentino García Martínez, 1992 (2009), sexta edición, 2009). Véase, para un seguimiento mayor, el libro publicado y coordinado por el biblista y filólogo Julio Trebolle Barrera: Paganos, judíos y cristianos en los textos de Qumrán, Ed. Trotta, Madrid, 1999).