Hace un par de semanas el tema era la criminalidad y la violencia ocupaba todos los titulares de los diferentes medios de información, pero ahora el tema es los estudiantes.

La semana pasada se hizo viral un video de unas adolescentes que bailaban en una escuela literalmente en pantis un caso que alarmó a esta sociedad incluyendo al mismo Ministerio de Educación.

Después de ese video de las tres jovencitas salieron otros videos de estudiantes lanzando basura a la calle o simulando una muerte en un ataúd mientras hacían gestos de burla.

Tal situación suele traer al presente la insistente disyuntiva que la sociedad plantea entre familia y escuela.

Se observa un fuerte dilema buscando los culpables si son los maestros y maestras o si es la familia.

Ante estos hechos el principal error está en querer buscar culpables cuando familia y escuela tienen responsabilidades muy parecidas.

No es verdad eso de que en la escuela se va a aprender ciencias, matemáticas, etc., y que los valores se aprenden en la familia, de ser así no estuviéramos exigiendo una educación en valores. La escuela también enseña valores que en la casa deben ser conocidos y reforzados. Pero también hay otro elemento y es que los maestros y maestras también son padres y madres.

Escuela y familia no pueden verse como antagónicos, sino como una misma institución que tienen un objetivo en común porque tienen un sujeto en común y es el estudiante.

Lo que aquí debe cuestionarse no es quien es el culpable, sino cómo anda la relación entre la familia y la escuela. Si seguimos mirando a estas dos instituciones como antagónicas estamos enfocando mal el análisis. Escuela y familia son alas de una misma ave porque la función de ambas es formar ciudadanos útiles a la sociedad.

Entiendo que la cosa es mucho más compleja de lo que planteo en estas limitadas líneas. Incluso debería detenerme mucho más en el análisis de los valores que promueve la escuela y que transmite la familia.

Las teorías sociológicas relativas a las relaciones entre instituciones-organizaciones sugieren otros elementos. Por un lado, no se puede partir del supuesto de que las familias en su conjunto transmiten los mismos valores, ese es un principio o supuesto que no tiene base en le evidencia empírica: hay un alto grado de variabilidad en cuanto a los valores que las familias como grupos transmiten y lo que efectivamente transmiten tiene más que ver con la relación familia y redes de organizaciones-instituciones con las cuáles los miembros de la familia se relacionan, que son muchas más que sólo las escuelas.

Ahora bien, la invitación es a que dejemos el afán de buscar los culpables y empecemos a tratar de fortalecer el compromiso de los padres y madres con la escuela y de la escuela con la familia. Si seguimos como vamos ambas instancias fracasarán.

Hay un nuevo nivel de complejidad que se debe estudiar mejor para determinar cómo la política pública, cuyo poder es limitado, puede incidir trabajando los puntos estratégicos del relacionamiento socio-cultural que nos permita transformar positivamente determinados espacios clave para la socialización de jóvenes y adultos.

Pero de esto último seguiremos hablando en otro artículo.