“Cantos de vida y esperanza”, esa obra revolucionaria,
resucita otra vez. Un gobierno autócrata se niega a celebrarla.
A Rubén Darío se le busca por su legado histórico.
El también perdió su nacionalidad para convertirse
en ciudadano de América. Un poema fue su patria.
Desafortunadamente, sus herederos huyen
hacia otro desasosiego.
El paredón del despotismo cultural tiene muchas máscaras. Caprichosamente confisca tus poemas. Quema tus cartas. Desaloja tu casa. Te condena a jurar por el fascinante neoliberalismo. Te expulsa del calor de tus mascotas. Te excluye de la Santa Cena. No eres un apóstol fiel al Señor. La actual mascarada es mortal. Y brutal en sutilezas. El fascismo democrático inaugura un método de eliminación anti poético, contra enemigos que sufren de autenticidad del pensamiento. Se vende como una dictadura romana decadente. Por fortuna, el campo de concentración no precisa de cámara de gas. No hay silla eléctrica ociosa ni mecedoras confiscadas para un polvo digital. El costo de esa factura no vale mi muerte. El ultranacionalismo del sur del imperio norteamericano, hace lo mismo que la tierra de Sandino. Legaliza tu desaparición. El salón de clases devino en un celoso apartheid. Solo destruye los rastros de la diversidad. Aspira a sacar de circulación el negocio de la bibliografía descolonizadora. Da pena que en un país tan hermoso la muerte tenga otras connotaciones. Cualquier dictador se cree Dios. Está aislado dentro de su orgía erótica. El déspota, desde la consumación de su Olimpo, dice: Te perdono la vida. Te dejo respirar. Te excarcelo. Ahora, desde la tierra de Martin Luther King, puedes escribir los mismos versos tristes, y a lo mejor cantar, pintar una obra inútil. Desde luego, respetamos tu derecho a morirte sin descolonizarte, discretamente. En eso eres más libre que una cucaracha del sur del Bronx. No llevas mochila para el turismo literario. No te contratan en las intersecciones. Eres el Principito de una comedia llamada América. Por ti hay tantos dreamers sentenciados a hacer camino al andar. La nuestra es una democracia invertida. Ese es el único derecho, consagrado por una constitución irremediable, creada para enterrarnos en la soledad. Te declaramos zombi de la nueva utopía de la supervivencia. No tienes patria paria para desmentir el desarraigo. No tienes más irracionalidad que tu propia fantasía. Nadas en una identidad metafísica. No creemos en la desventura de un plural ambiguo. No se sabe quién eres. Tú tampoco lo sabrás. El optimismo se emborracha de religiosidad. Todo lo que ostentabas ya es superfluo. Hay un lugar donde tus libros de poesía no existen. Eres un árbol segregado del invierno. Te clavan en una cruz corporativa. Te cortan al pie de tus raíces. Todavía no sabes llorar. Siéntete estatua de nieve sobre un tronco pos moderno. Hazte un selfie, mientras te derrites felizmente. Nadie te puede proteger de la degradación acuática. Eres el espejismo de una vanguardia perseguida. Nadie podrá interpretar la obra de la fantasía de morir. La dictadura ha creado una patria ficticia: El exilio es su terapia. Olvidaste que el vacío es una patria desde donde nadie puede echarte. El mito del imperialismo y el de la revolución inminente copulan con ardor. Son terriblemente seductores. Paren otras quimeras horizontales. Quienes dirigen esa nación digital, han desaparecido del nicho del regreso. Afuera circula la nada. Cuídate de ese ego. Llueve sobre el desierto. El viento solo ocupa el vacío de la desdicha. Las patrias se cultivan en el desarraigo. Nadie tiene derecho a robarse tu epitafio. Otro selfie. Solo pueden traficar con tu desesperanza. No te pueden enterrar en vida. Tampoco te pueden desterrar de la palabra. Esa es la verdadera desilusión. En ese cementerio viven los valientes. En esa isla fértil vive para siempre el difunto poeta y sacerdote Ernesto Cardenal y los reos actuales: la insigne poeta Giaconda Belli, el prestigioso novelista Sergio Ramírez y los 222 opositores al gobierno de Nicaragüa. Todos fueron acusados de traidores a la patria y deportados, vía aérea, a los estados más desunidos del mundo. Dime, querido lector: ¿Qué piensas tú de estos abusos de poder?