“Quien no sabe pa’ donde va, ya llegó”. Así reza una expresión relativamente nueva.
Se trata de una frase que se corresponde con esa corriente que intenta cambiarlo todo, muchas veces disfrazándose de creatividad y hasta apelando a cierta “gracia”, pero con el firme propósito de que esos “cambios” no vayan a tocar ciertos espacios.
En la inmensa mayoría de los casos, de manera creciente, esa corriente logra su propósito con el simple hecho de mantenernos lo suficientemente distraídos como para desviarnos de lo esencial.
La acción no es algo aislado. Para alguien distraído, el desvío de lo esencial está prácticamente asegurado. Pero a quien logre atinar, con por lo menos algunos momentos de orientación, se le aplica la enorme dificultad para articular posibles esfuerzos orientados a superar la penosa etapa del viaje hacia la nada. El resto consiste en promover salidas particulares a situaciones generales o simplemente en alimentar frustraciones.
Aunque la frase parezca nueva, el tema ha sido abordado desde hace mucho tiempo. Un filósofo que muchos prefieren considerar español, aunque España no existía cuando él nació, ha planteado que “No hay viento favorable para el que no sabe dónde va”.
Ese es el enfoque de Lucio Anneo Séneca, filósofo hispanorromano, nacido en la provincia Bética, del Imperio Romano, ubicada en donde ahora está España, específicamente en Córdoba, ciudad que fuera uno de los principales centros islámicos de la Edad Media.
Mucho más reciente, un destacadísimo filósofo alemán que vivió entre finales del siglo XVIII y más de la mitad del XIX, a quien se le atribuye una frase similar, ha expresado que “El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos quienes las jugamos”.
En esa frase es evidente la incitación de Arthur Schopenhauer a tomar en nuestras manos las riendas del avance, para lo que resultan determinantes claridad y determinación. Vale recordar que, además de referir su fino sentido del humor y su labor como conector con filosofías orientales, de este pensador se destaca su admiración por Platón y Kant, además de su incidencia en filósofos como Federico Nietzsche.
Pero volvamos a esa especie de tarea colectiva a la que nadie, o muy poca gente, parece en disposición de asumir. ¿Qué está pasando con la orientación? ¿Qué está pasando con el rumbo? Hagamos esas preguntas a partir de todos los mensajes que, buscándolos o sin buscarlos, recibimos de manera cotidiana.
Hace poco se decía que la familia es la primera escuela. Con ello, lógicamente, se hacía alusión al hecho cierto de que un infante promedio pasaba unas cuatro horas en el centro educativo y todas las otras en el seno familiar.
Pero recordemos que la interacción en el núcleo familiar es cada vez menor. Recordemos que, justificado en lo laboral, se procura que “la escuela” comience lo antes posible. Recordemos que, en la inmensa mayoría de los casos, al regreso del centro educativo se interactúa, si no con alguno de los múltiples dispositivos electrónicos, con quien “ayuda en la casa”, quien también suele sentir su necesidad de “soltar un poco de esa carga”.
Eso ha de llevarnos a otras preguntas. ¿Con quiénes interactúan las nuevas generaciones? ¿De quiénes reciben las más fuertes influencias? ¿Quiénes son sus referentes? ¿Qué pasa con los valores? ¿Facilita eso la orientación o quizás llega al extremo de imposibilitarla?
Hay quienes hablan de “una generación perdida”. De hecho, un informe educativo del Banco Mundial da cuenta de que “en 2022, al término de la pandemia, el 79 % de los niños latinoamericanos de más de 10 años no puede leer ni escribir correctamente un texto simple”.
Por supuesto, la COVID solo ha servido para hacer más evidente y seria esa realidad. Como se ha de recordar, en 2019, antes de los cierres escolares por la pandemia, el propio Banco Mundial había estimado que esa cifra era de 52 %.
Y si eso es para leer o escribir, ¿cuál será la cifra cuando de pensar claro se trata?
Evidentemente, sea con apoyo en Séneca o Schopenhauer, y hasta en quien se haya hecho el gracioso, variando el final, cada vez es más urgente entender el significado y las consecuencias de la expresión: “Quien no sabe pa’ donde va, ya llegó”.