Los albores de la Economía Política suelen atribuirse a los fundadores ingleses de la economía clásica.  Se vinculaba a principios éticos sobre la sociedad y las personas, y el énfasis se centraba en el mundo del trabajo y la producción de valor.  Así, son muy reconocidos los trabajos de Smith “Teoría de los sentimientos Morales” (1759) y su corolario “La riqueza de las naciones” (1776), justo cuando despuntaba la “revolución industrial” europea.  En la contemporaneidad ha habido diversos desarrollos teórico conceptuales, a partir del siglo XIX.

Los aportes de Marx y sus seguidores, también centrados en los procesos productivos, las “relaciones sociales de producción”, el trabajo como productor de “valor”,  el  “excedente económico”, y la extracción de “plusvalía” en el proceso de trabajo, como fuente de la acumulación de riqueza por los propietarios de los “medios de producción”; así como el  impacto de dichas relaciones en el desarrollo de las “fuerzas productivas”, en la organización de las sociedades, su cultura, condiciones de vida y relaciones políticas entre diversas clases sociales.

Los aportes de la escuela de Virginia y la de Chicago,  desarrollados sobre aportes previos de fines del siglo XIX, se inscriben en la llamada corriente “neoclásica”, hegemónica desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días; centrados en  el concepto de “valor subjetivo de las mercancías”; no en el proceso productivo sino en la “percepción de utilidad” por parte de los compradores y, por tanto, en las dinámicas del mercado (relación entre oferta y demanda, precios), como principal regulador de la producción, distribución, intercambio y consumo; constituyen la base del desarrollo posterior de la ideología neoliberal, a partir del llamado “Consenso de Washington” y la propuesta del “Nuevo Orden Mundial”, a partir de los años 90 del pasado siglo.

La Economía Política, en sus diferentes marcos conceptuales, aborda las relaciones entre la economía, como base material de las sociedades y su interacción con los procesos políticos, culturales y sociales. La interacción entre las dinámicas de producción y reproducción de la base material de las sociedades y la calidad de la vida de las diversas clases y sectores sociales que las integran e interactúan en el espacio de lo político, del poder. En nuestros días tiene un carácter multidisciplinario e incluso transdisciplinar.  Esta interacción y su impacto en la calidad de vida diferencial (desigualdades sociales), incide permanentemente con el plano político, estableciéndose una especie de determinación y condicionamiento mutuos.

Considerando que los recursos son escasos en comparación con las necesidades y expectativas de los diferentes sectores de la sociedad, la forma de recaudarlos y distribuirlos entre las políticas económicas, que persiguen la producción y reproducción ampliada de la base material, y las políticas sociales, para la producción y reproducción ampliada de la calidad de vida, está estrechamente ligada a la orientación político ideológica de los tomadores de decisión, el juego de poderes entre las diversas clases y sectores sociales y el arte de gobernar. Los excluidos y los trabajadores (manuales o intelectuales) expresan su poder político en el espacio de lo público, mediante movilizaciones, protestas, propuestas, y electoralmente; los sectores sociales más vinculados a la producción y reproducción del capital (comercial, industrial, financiero) usan su poder mediante “consejos”, “compra de voluntades” o mediante la “captura” de espacios de decisión.

Para el neoliberalismo, lo social es subalterno del crecimiento económico, la calidad de la vida es responsabilidad de cada persona y familia, la inversión social una especie de “beneficencia pública”, no derechos ciudadanos, un “gasto necesario”, para la legitimidad y viabilidad de políticas económicas y la gobernabilidad.  Las inversiones en salud, educación, y otros campos del “capital humano”, suelen ser pequeñas o concentrase en aspectos no tan esenciales para elevar la calidad de la vida, pero si para conformar dichos sectores como mercado. La experiencia de 30 años demuestra que las trabas estructurales (salud y educación, tercerización y precarización del empleo, baja productividad, entre otras) conllevan, por el contrario, a una mayor concentración de la riqueza y profundización de las desigualdades sociales, con la consiguiente inestabilidad política.

Si consideramos la mejoría de la calidad de la vida como derecho ciudadano y propósito central del modelo de desarrollo en democracia, la inversión social es construcción de ciudadanía, nivelador social, piso de derechos de la democracia política. Deben orientarse a la superación de las desigualdades sociales y mejoría de la calidad de vida de todos los sectores de la sociedad, como centro de los esfuerzos de desarrollo.  Las políticas sociales (sobre todo educación y salud) deberán ser monitoreadas y evaluadas en función de sus resultados en la reducción de desigualdades sociales y en la calidad de la vida de los diversos sectores sociales.

La equidad y la calidad de la vida resultan indispensablemente vinculadas a la consolidación y profundización de la democracia y al desarrollo humano y sostenible.