La serie “Sucesiones” creada por el showrunner Jesse Armstrong lleva cuatro temporadas, dos filmadas antes del confinamiento en 2018 y 2019 y luego de un retraso atendible, en 2021 se continuó su exhibición a través del canal HBO.
El episodio final de la tercera temporada es antológico; en especial, si la audiencia reconoce de dónde parecen salir las bases para los arquetipos de personalidad de los Roy, una dinastía de la Cuarta Revolución Industrial. Sin embargo, los escritores de la serie nos hicieron una jugada maestra, ¿quién es el Claudio de esta serie? ¿Gregg o Tom?
Actualmente se exhibe la cuarta temporada y regresa la inquietante duda: ¿habrá en la serie un heredero inesperado convertido en emperador al frente del emporio de comunicaciones ATN, a causa del poder incidental de esta serie? En “Yo, Claudio” el poder de facto es la guardia pretoriana. En “Sucesiones” esa fuerza antagónica, corrupta e imprevisible la representa el temido gigante tecnológico sueco Lukas Matsson (Alexander Skarsgård).
De la asociación con “Yo, Claudio” se podría anticipar que el Octavio Augusto de esta serie, Logan Roy (Brian Cox), iba a morir sin resolver la vinculación amor/odio con su descendencia. Además del acertijo de descubrir quién es el Claudio (Derek Jacobi) en la serie sobre las luchas del poder en el siglo XXI queda otra incógnita ¿quién será el cruel Nerón (Christopher Biggins) que lo aniquila para suplantarlo?
Una posible pista se encuentra en el primer capítulo de la temporada uno de “Sucesiones”, el refrigerador donde los escritores de series guardan las premisas a resolver a lo largo del programa. Se supone que desde ese momento ese desenlace quedó acordado entre ellos, pero también sabemos que las series de televisión hoy día modifican sus finales basándose en la popularidad de algunos personajes.
Un camino más largo para ensayar predicciones es ver o leer “Yo, Claudio (1934) novela escrita por el escritor británico Robert Graves (1895-1985) llevada a la televisión por la BBC en 1976 como teleserie. FilmAffinity la califica como la sexta mejor miniserie de todos los tiempos (Aquí), Internet Movie Database le da la posición núm. 8 (Aquí) y la revista española Jot Down le otorga el primer lugar. (Aquí).
“Yo, Claudio”, “Raíces” y “Holocausto”, formaron la tríada de miniseries estrenadas en República Dominicana a través de la señal del nuevo canal, que apareció justo después del Huracán David en 1979: Teleantillas. Una generación la recuerda como un paso a la modernidad de la radiodifusión televisiva y preludio de la televisión por cable.
Doblada al español y protagonizada por un elenco de actores y actrices del circuito teatral londinense de primera, varios de los cuales desarrollaron luego una notable carrera en el cine, su transmisión era un toque de queda entre la juventud dominicana, que estaba viendo por primera vez en la televisión de su casa diálogos en los que el poder y relaciones licenciosas se entremezclaban.
Zaida Ginebra viuda Lovatón requirió al canal de televisión un horario nocturno y advertencias previas de que la serie no era apta para menores. Sin embargo, la buena doña Zaida no nos detuvo.
A mis quince años no se suponía, conforme el criterio de la estricta directora de la Comisión de Espectáculos Públicos, que la viera. A pesar de ello, como muchos otros colegiales, me trasnoché varios lunes para ver el drama de la dinastía de Julia-Claudia, una familia que levantó el Imperio Romano durante cuarenta y un años, incluidos los de la vida de Jesús de Nazareth.
Creo que al final mis padres no se arrepintieron de hacerse de la vista gorda al dejarme verla. Me vieron llegar de la Librería Quisqueyana, a la vera de la entrada de Plaza Naco, de comprar la novela de Graves con el dinero de mi semanal para leerlo. Después de conocer mejor los aportes de Augusto al derecho civil romano de las sucesiones, empecé a decirles que quizás estudiaría derecho.
En mi opinión, la teleserie “Sucesiones” esta notoriamente inspirada por la estructura de poder, los roles de grupo y relación dinástica de los primeros cinco emperadores romanos que gobernaron del 27 a.C. al 69 d.C. Estos fueron Octavio Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón.
Claudio, protagonista de la novela del autor británico nacido en Wimbledon y la miniserie de la BBC, cuyo nombre completo era Tiberio Claudio César Augusto Germánico, fue el cuarto emperador romano. La historia transita a través de su mirada singular. El tímido patricio observa, teme y sufre los conflictos derivados de las relaciones de poder entre sus parientes, que lo tienen como el tonto tartamudo de la familia.
Cualquier parecido con el residual primito de los Roy, Gregg Hirsch (Nicholas Braun) en “Sucesiones” no es mera coincidencia. Desde su título la serie saluda el legado romano.
“Yo, Claudio” posiblemente es un clásico de la literatura a la altura “Memorias de Adriano” de Margarite Youcenar, “Macbeth” de William Shakespeare, “La hoguera de las vanidades” de Tom Wolfe o “Fouché” de Stefan Zweig. La temática que comparten interesa a las audiencias y Jesse Amstrong, lo ha sabido entender.
El merodeo de los herederos del emporio y su hambre por el control es el tema central de ambas historias, la de los Claudios y la de los Roy.
Graves escribió esa ficción en el período de entreguerras. Aunque acude a “Vidas de los doce Césares” de Suetonio, como uno de sus principales recursos de investigación, su creatividad estuvo influenciada por la amenaza fascista que acechaba a Europa y al mundo. Se imaginó los perfiles de estos poderosos hombres y mujeres de la Antigüedad y la dinámica familiar entre ellos, más allá de donde conoce la historia.
La serie de la BBC fue muy popular en República Dominicana. En el 2020, durante la pandemia, parte del elenco sobreviviente se reunió a rememorarla en un teatro de Londres en (Aquí) . En ese encuentro, los intérpretes repasaron los mejores momentos del clásico televisivo y el por qué de su éxito y buen envejecimiento.
Entre otros datos, apuntan que el humor en los diálogos fue lo que acercó al público contemporáneo con estos despiadados personajes clásicos, déspotas y asesinos, tan crueles que los actores tenían prohibido mirar a los figurantes que hacían de la servidumbre esclava que los acompañaba en las escenas. En “Sucesiones” la crueldad y la burla gratuita de los Roy con su séquito y entre la familia es inédita.
La traición entre parientes impide que nadie de la casta Julio-Claudia fallezca de muerte natural, excepto un personaje que solicita una eutanasia para escapar de ese círculo maligno, en la serie de la BBC. “Sucesiones”, a mi modo de ver, se nutre tanto de la maldad manifiesta en “Yo, Claudio” que por sus cuatro temporadas he acudido a los motores de búsqueda para ver si alguien más así lo considera.
Hasta ahora, solo he encontrado a otro columnista relacionar los dos trabajos. Ben Lawrence, columnista británico, hace su propia asociación What Succession owes to the depravity of ancient Rome (telegraph.co.uk). Quien haya leído la novela, o visto el seriado británico, quizás esté de acuerdo con Lawrence y con una servidora.
Reconocerá sin dificultad que Logan Roy es Octavio Augusto, emperador que organizó un culto alrededor de su persona. La actuación de Brian Blessed al interpretar al Octavio muriente es tan memorable que los creadores de “Sucesiones” no quisieron poner al veterano actor Brian Cox a competir con ese histrionismo. La solución encontrada es original y de todos modos saluda a la versión clásica.
Kendall Roy (Jeremy Strong) es a todas luces Tiberio, el emperador gris, melancólico, con esqueletos en el clóset que consiguió el poder y lo ejerció desastrosamente. El romano hacía desmanes en Capri, este los hace en New York y en cualquier sitio al que su avión privado lo lleve. Ninguno de los dos fue capaz de llenar los ojos del emperador original.
Otro rasgo de originalidad de esta versión es que al Tiberio del siglo XXI le han puesto a gobernar junto con el pavo real de la familia, el Calígula de este emporio de comunicaciones y su némesis, como una fórmula alterna de la rivalidad entre los dos sucesores de Octavio.
En un saludo perfecto a “Yo, Claudio”, el personaje irritante en cuestión se llama “Roman” (Kieran Culkin). El actor tiene unos zapatos grandes que llenar porque John Hurt fue un Calígula inolvidable. Roman Roy podría tragarse a cualquiera. En sentido figurado, lo ha hecho con varios en esta temporada en que ha manejado poder y sus hermanos no están exentos de esa posibilidad.
Las mujeres de fuerte personalidad de novela de Graves están amalgamadas en la no menos ambiciosa y a la vez vulnerable Siobahn Roy (Sarah Snook). Como solución salida de un texto de sicología, Shiv es tres mujeres a la vez: la que se cree ser, la que realmente es y aquella como la ven los demás.
Ella quisiera ser la Livia Drusila, inmortalizada en la serie británica por Siân Phillips y acaso lo fue por un rato, esto es, una villana terrible y el poder detrás del poder de los Claudios. Pero en realidad está como Julia, la hija del emperador desterrada por el padre, después de haber sido solo por un tiempo su favorita. Finalmente, para los hombres que la rodean, no pasa de ser una castrante Mesalina, en especial para su marido.
Todavía no se ha terminado la cuarta temporada, y por más que Gregg Hirsch opina sin talento con cara de tonto, y sin que nadie le haga realmente mucho caso, cabe preguntarse ¿será él Claudio? ¿Gregg the Egg quedará accidentalmente en el poder como el cuarto emperador romano? Por el momento, el sueco lo detesta. Esa podría ser la señal de un giro que se aproxima.
Tom Wambsgans (Matthew Macfadyen), quizás ese sea el verdadero Claudio, o quizás es un Nerón, que pondrá a arder a esta nueva Roma, no lo sé, y sospecho que esta es una discusión abierta en la mesa de los escritores de la serie.
“Sucesiones” sugiere como Graves, que la condición humana es invariable. Su elenco e ideas dramáticas son tan excepcionales como los de “Yo, Claudio”. Per saecula saeculorum (por los siglos de los siglos) familias de insaciables ambiciosos quedan en la cima.
Quizás algún día lleguen los bárbaros a arrasarlo todo a “Sucesiones”. Luego de Nerón, en una quinta temporada podrían aparecer las antagónicas tech chinas.