Resultan intrigantes y difíciles de entender a quienes se dedican a seguir a lideres políticos de negativa trayectoria y retorcida personalidad. Supondríamos que muchos de ellos deberían estar sufriendo un ostracismo de castigo. Pero no es así, todavía los siguen. De ahí, que esos seguidores merezcan estudiarse tratando  de encontrar la razón de sus sinrazones.

Personajes como Leonel Fernández, Danilo Medina, Luis Abinader, Milei, Donald Trump, Pedro Sánchez, Bolsonaro y Bukele, necesitaron para llegar al poder, mantenerlo y repetirlo, de miles de promotores, colaboradores y facilitadores. Equipos de trabajo, gente de confianza, grupos de lleva y trae, militares, dirigentes provinciales, y una caterva de limpia sacos. Gente indispensable para que el líder pueda hacer y deshacer a su antojo. Es una complicidad imprescindible.

No me ocupare de consultores; a ellos se les paga por sus peritajes y consejos. No acostumbran a llevar cartas debajo de la manga, puesto que de hacerlo restarían futuros clientes. Muchos son extranjeros, en un santiamén cambian de jefe y se marchan del país. En general, tienden a servir sin trampas.

Mi desazón, llega al intentar comprender la complicidad, el servilismo, y las perrunas lealtades de aquellos que ayudan a mantener en vigencia lideres de claro perfil patológico. El rompecabezas se complica cuando sabemos que  esos servidores son  hombres y mujeres inteligentes; algunos hasta de formación cristiana.

Sería fácil entender esos peculiares compromisos si los movieran doctrinas o ideales; o si promovieran gobernantes que fueron ejemplares. Sin ideales ni dogmas- a sabiendas de que aplauden discursos embusteros- es complicado despejar la madeja.

Trato de fijarme bien en esa gente de “círculos íntimos” y en “fieles seguidores”.  Al parecer, tienen el particular talento de borrar el pasado y creer mentiras. Poseen la capacidad de obedecer a ciegas. Utilizan la   negación y racionalizan bajo el temor de perder las bendiciones del jefe. Empoderar se convierte en una necesaria pasión.

Desglosar la victoria de Millei no es un rompecabeza: el pueblo argentino lo siguió por estar  hartó de políticos tradicionales. A Luis Abinader lo eligieron hastiados de dos décadas de PLD. No es misteriosa la probable reelección de Bukele, ya que su gestión es aplaudida por una mayoría de salvadoreños. Igual de fácil resultaría explicar los leales de Pedro Sánchez, Bolsorano y Trump: promueven doctrinas de izquierda o derecha que siguen millones de fanáticos irracionales.

Pero al detenerme y revisar las estadísticas y los hechos de los doce mandatos de Leonel Fernández, sus reiteradas mentiras y la camarilla a su servicio, por más que busco no encuentro las razones de su seguimiento. Demasiadas personas le andan detrás; una sinrazón como ninguna otra. Si luego paso a desmenuzar el historial de corrupción anexo a sus gobiernos, entonces, quedo perplejo frente a una incógnita difícil de despejar: ¿Qué tipo de gente es esa que sigue creyéndole?

Esos lideratos incomprensibles, sin doctrinas ni ideales, maleados y corruptos, toman ventaja de la ignorancia de los pueblos. Se caracterizan por un avasallante narcisismo y una amoralidad que los hace maestros de promesas falsas y destructores de  instituciones. Prometen riquezas tras bastidores, amarran negocios y permiten corruptelas. Ejercen como hábiles y brillantes engatusadores. Seducen a unos y engañan a otros.

Zumban alrededor de sus aparentes mieles aventureros, negociantes, pusilánimes, ventajistas, limpia sacos y- los más peligrosos- antisociales dispuestos a saquear el Estado y secuestrar la justicia. Ya lo hicieron y saben cómo volver hacerlo. Se rodean de ciudadanos que carajean la trascendencia, los valores y el bienestar de las mayorías; de figureros que sueñan con cargos públicos y cuotas de poder. Conocedores del pillaje que una vez ejercieron.

Si existen otras explicaciones para entender a esos ciudadanos que andan promoviendo políticos como Leonel Fernández, agradecería saberlo.  Aunque creo, que estúdiese como se estudie o mírese de donde se mire poca nobleza encontraremos en ellos. Pero si algo positivo encuentran, vuelvo y repito, déjenmelo saber, pues lo que trato es  de  aprender.