Este fin de año he tenido la suerte de participar en tres actividades esperanzadoras. En cada una los actores principales han sido los jóvenes. Muchachos y muchachas involucrados en la preparación de esos eventos, para formarse en distintas áreas del saber y reconocerse a sí mismos por la labor realizada en sus respectivas organizaciones.
En los lugares donde comparto con contemporáneos, es decir, personas de 50 años, por lo regular escucho a alguien decir que el país anda mal cuando vemos a la juventud en “teteos callejeros”, como los de la Ciudad Colonial y los que acontecen en la calle 42 del sector Capotillo.
El baile de las muecas, tatuarse la piel, perforarse el cuerpo, usar vapers o cigarros electrónicos, insinuar al bailar tener sexo con los movimientos corporales, consumir alcohol, drogarse y realizar saltos como orangutanes, son escenarios que se han tornado normales en casi todos los barrios del país. Respeto las formas que las personas adultas escogen para divertirse, vestirse y hacer lo que consideren con su cuerpo, pero lo acepto siempre que no dañen a otros y el entorno.
Los sociólogos tendrán que estudiar a fondo ese comportamiento para comprender esa reconfiguración de un esquema social cambiante. De igual modo, analizar la conducta heredada de nuestros ancestros y que va en decadencia. Nuestros abuelos y padres nos guiaban por el correcto camino; nada que atentara contra el pudor y la decencia se toleraba en el hogar. La crianza en valores y una correcta conducta en sociedad estaban muy arraigadas a la familia.
Sin embargo, el panorama que vivimos en la actualidad, por múltiples causas sociales, no se expresa únicamente con la manifestación de los “teteos y bailes de muecas”. Cabe señalar, que tenemos a miles de jóvenes estudiando, formándose en carreras técnicas y profesionales, dedicados a tareas útiles y sanas para salir adelante.
El 19 de noviembre de este año, como miembro de la Defensa Civil, tuve el honor de participar en el evento mil (1000) por la vida, organizado por la Iglesia de Dios Sociedad Misionera Mundial. Una actividad montada con el fin de formar a jóvenes en primeros auxilios básicos, atención pre-hospitalaria y emergencias como forma de hacer frente a los desastres que ocasionan los fenómenos naturales y humanos.
El martes 12 de diciembre, asistí a la graduación de cinco mil cuatrocientos catorce (5,414) jóvenes que finalizaron sus carreras en el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (INFOTEP), un masivo acto realizado en el Centro Olímpico digno de reconocimiento.
El domingo 17 de diciembre, diez de la mañana, la Defensa Civil compartió un espacio de celebración con cinco mil (5,000) miembros voluntarios de la Defensa Civil en conmemoración al día del voluntariado que se celebra los 5 de diciembre de cada año por mandato de las Naciones Unidas.
Estamos frente a jóvenes formados que se dedican a labores productivas y de protección de la población, salvando vidas en situaciones de emergencias. Son muchachos de la patria, del país. Chicos y chicas que nos dicen con su ejemplo que no todo está perdido. Preparados como rescatistas para momentos de crisis, y otros para aportar sus capacidades y conocimientos ayudando a echar adelante la nación.
Cuando veo esos resultados de más de once mil (11,000) jóvenes interesados crecer y echar adelante; enfrentando retos y desafíos, pienso en la canción del cantante argentino, Fito Páez: “Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Y cuando observo que, desde la institución a la que pertenezco, Defensa Civil, el 90% de sus integrantes son voluntarios(as) procedentes de familias humildes y de escasos recursos, entiendo perfectamente que no todo está perdido.