Hay muchas maneras de subrayarlo: sociólogo, cronista, guionista, ciudadano ejemplar, actor, dramaturgo, director, y el peor de todos: Profesor de la UASD.
Y con ustedes “Quemando”, de Carlos Castro.

Si hay una apuesta realmente innovadora en el teatro dominicano en el últimos decenio, esa es la de “Quemando”: tres actores contando tres historias con el único recurso de sus voces, un escenario vacío y tenues luces.

Acostumbrados a una cultura de refritos teatrales, tratando de reciclar éxitos comerciales, porque de algo hay que vivir, nos hemos acostumbrados a salir con el corazón en un bolsillo o en una funda a la hora de salir de nuestros espectáculos teatrales.

Grandes producciones, escenarios saturados de historias extra-insulares, obsesión por el chiste cuando no de ese engolamiento de voces o gritos que mejor emburujarse con algún caimán del lago Enriquillo.

En “Quemando” hay una sensación de sosiego, de calma, limando cada palabra, porque antes y después en la actuación sólo se quedará con las manos en algún bolsillo. No es que estemos ante un nuevo paradigma o que a partir de ahora hay que seguir cierta propuesta. Simplemente asumimos un nuevo gesto, hacía tiempo por experimentar: el poder de las palabras, la manera en que su proceso nos conduzca a esferas táctiles de lo cotidiano, a ese despertar emociones o a distendernos en una concentración que al final se verá premiada por la brillantez de las historias.

La obra está compuesta de tres historias particulares: "Día feliz", "Quemando" y "Me tumbaron el celular". Son tres escenarios del Santo Domingo de relumbrón y agitada clase media, donde la insatisfacción se combina con devenires yuxtapuestos y de ahí la gracia de las acciones: un proyecto suicida enfrentado a un atracador, las fracturas en instancias de esa dominicanidad chopa que es el santo y seña de nuestra modernidad.

El genio de Carlos Castro campea por esas regiones orilleras: del malecón a los condominios, de las fiestas nocturnas a la voracidad de ese día del “cómo pudo haber sido”.

Carlos Castro parece traducir los entuertos marx-brotherianos en planos tropicales.

Fausto Rojas, Francis Cruz y Cindy Galán saben apropiarse del escenario, de tus oídos, sabiendo dibujar con sus tonos y palabras lo que en otras ocasiones requeriría mucho cuerpo y de música ni se diga.

Todo encaja en “Quemando”: actuación, guión, dirección, luces.

Hacía tiempo que buscábamos a un director que nos tratase como terciopelo o peluches.

Carlos Castro ha llegado.

¡Aplausos!