Cuenta la leyenda que el 29 de mayo de 1453, el día que cayó Constantinopla, se reunió el Senado bizantino para discutir, no la situación grave causada por el ejército otomano que asediaba a la ciudad desde hacía dos meses con 80,000 soldados y cañones de gran potencia que derribaban las que se pensaban inexpugnables murallas que la protegían desde hacía siglos, sino para abordar la cuestión de cuál era el sexo de los ángeles. Aquella fue una de las más famosas “discusiones bizantinas” que tanto atormentaron a los teólogos-juristas de Bizancio.

El anterior introito es pertinente porque hay quienes tachan de bizantina la actual discusión acerca de la necesidad o no de referendo aprobatorio para que entre en vigor la petrificación en la cláusula constitucional de intangibilidad del modelo constitucional de elección presidencial vigente (dos mandatos presidenciales y nunca más). Sin embargo, como bien señala Hugo Ball, en un ensayo sobre Carl Schmitt, citado por Andrés Rosler en su Estado o revolución, “es un error tocar el violín mientras arde Roma, pero es absolutamente adecuado estudiar la teoría de la hidráulica mientras arde Roma”. De ahí que no tiene nada de malo que muchos de los que participamos en esta discusión estemos interesados en que, mediante una adecuada teoría de la hidráulica político-constitucional, se evite que una bien intencionada reforma constitucional sea quemada por las llamas de la hoguera de las vanidades constitucionales.

¿Cómo se activaría la chispa de un gran incendio constitucional? Todo se desencadena por la amplia aceptación en la doctrina criolla de un postulado dogmático-constitucional al que se adhieren, en mayor o menor medida, paradójicamente algunos de los sirios y troyanos en esta discusión y que constituye una de las dimensiones más peligrosas de la reforma constitucional: la supuesta ineficacia de la cláusula pétrea.

Si la cláusula pétrea es ineficaz como algunos postulan, bien porque (i) el poder soberano de la Asamblea Revisora lo puede todo, aún cambiar la forma de gobierno; o porque (ii) esta Asamblea Revisora puede, no tanto cambiar la forma de gobierno, sino agregarle a esta cláusula un elemento accesorio -como el modelo de elección presidencial- o sustraer posteriormente este elemento; haciendo cualquiera de estas cosas sin referendo aprobatorio, entonces es obvio que la cláusula en cuestión en verdad no es nada pétrea y que es vana pretensión, por tanto, la justa causa del blindaje del modelo vigente de elección presidencial.

Lo anterior explicaría la misteriosa y sorprendente apatía de algunos en la oposición y en el partido de gobierno que no defienden el referendo, a pesar de la legitimidad que acarrea y que solo este permite realmente blindar el “2 y para tu casa”, quizás porque, si un tribunal considera que la reforma constitucional de 2024 no entró en vigor, el actual modelo, aún no haya sido petrificado, sigue vigente -hasta su eventual supresión o modificación-, o por el secreto y encantador anhelo de modificar sin referendo en el futuro el mencionado modelo. Como vemos, los peligros para nuestra democracia son más que manifiestos: porque, sin necesidad de referendo, serían posibles tres tristes despropósitos: cambiar la forma de gobierno, petrificar cuasi totalmente el contenido de la Constitución y establecer un modelo de reelección indefinida como en la Constitución de 1966.