Bien todas las iniciativas para promover educación financiera a todos los niveles y en todos los formatos. Tal vez en esto tenemos un buen ejemplo de “lo que abunda no daña” para mensajes sobre las bondades de ahorrar, ajustarse a un presupuesto, evitar exceso de deudas, tener respeto a las tarjetas de crédito cuando el límite total supera una o varias veces los ingresos mensuales y consejos para detectar las propuestas indecentes de duplicar rendimientos en lo que canta un gallo.

En años educando sobre este tema al estilo “actúa como te digo no como lo hago”, una de las principales satisfacciones es enseñar la valoración de un bono. Para llevar a los participantes al dominio de la tríada precio-rendimiento-tasa de interés lo que mejor me ha funcionado es partir de un intercambio simple entre dos amigos: uno, el dueño arrepentido desde ayer de un certificado financiero contratado a un año sin posibilidad de recompra anticipada, se encuentra con pana que hoy quiere depositar a un plazo y monto similar al certificado que se quisiera ahora tener en pesos.

Las posibilidades y resultados para el intercambio de certificado por dinero ante variaciones positivas o negativas de la tasa de interés en vigencia con respecto a la del título permiten ir conociendo la naturaleza de la jerga de precio par, descuento, prima y las comparaciones entre rendimiento y cupón. La ventaja es que los resultados se van nombrando con el lenguaje llano de los participantes, un ejercicio que facilita la transición a usar los términos financieros con seguridad.

En un mercado financiero donde predominan los bonos en estas relaciones debería emplearse más tiempo en los medios con segmentos de educación financiera.  De haber sido tema recurrente o de dominio público la devolución del 30% en efectivo de los fondos de la AFP no llegaba a la dimensión de cruzada.  Increíble ver una enorme masa confundida por descerebrados que no entienden, o se hacen, el impacto de liquidar casi un tercio de un portafolio de valores.  Retiros es al monto posible acumular lo que es la kriptonita a Supermán. Aunque peor, o al mismo nivel de esos instigadores, fueron las despectivas declaraciones de representantes del sector como aquella célebre “lo que quieren con el 30% es comprar televisores de pantalla gigante.”, que fue elegida finalista en el concurso mundial del mejor acelerante para apagar un fuego.

Me equivoqué con la predicción que esa cruzada se embotellaría tan pronto su promotor se apoltronara nuevamente en su curul, pero luce que no están agotados los dividendos electorales de seguir con la insensata demanda.  Tal vez todo esto ha llevado al oligopolio de las administradoras a estar ahora más cercanos a los afiliados y cotizantes. Es indudable que ha mejorado la atención a los usuarios, la información en sus portales y la promoción de educación financiera y previsional con sus luces, profesionales en finanzas explicando, por ejemplo, en términos comprensibles el impacto de los retiros en la capitalización; y sus sombras, apoyarse en comediantes han logrado su fama personificando a ignorantes graciosos para explicar en anuncios el esquema de pensiones. ¡Inaudito!

Ahora bien, entre quienes están en este campo de consejos financieros escuché esta barbaridad sobre títulos de renta variable: “Cuando invierta en acciones u otros títulos que no prometen renta fija recuerde que el mercado puede permanecer irracional más tiempo que el que usted espera el precio de la acción retorne a su valor real” .¡Vaya perla! El precio de mercado de los títulos al cierre, o cualquier momento del día, refleja las transacciones de individuos que en base a sus preferencias e información disponible decide comprar o vender.  Es la acción humana revelada en la colocación de sus órdenes de miles de individuos que forma el precio de la acción. No existe otro “real”, resultado de la valoración externa de un grupo de expertos del sector o analistas de los fundamentos de la empresa, al que se espera converja el mercado cuando pase la razón x o y que provoca una supuesta irracionalidad en el comportamiento errático de los no iluminados. ¿Genios con conocimiento superior que no hacen arbitraje con fines de lucro?

Para el que eso cree, el problema con Mantequilla y Jairo Gonzalez era su afán de lucro combinado con la ausencia de una certificación como un CFA, un grado académico de universidad prestigiosa y experiencia en banco de inversión.  Con la creencia de que existen genios pueden conocer el valor real de una acción se deja la puerta abierta a los artistas del engaño con mejor pedigrí profesional o pruebas de abolengo o alcurnia.  Atención con estos puntos a los educadores financieros; no estoy con crítica a lo gadejo, y a continuar con esas contribuciones bien califican para contarse como obra apostólica en una reunión de cursillistas. ¿O no hay regocijo en el cielo cuando por sus consejos se salvan almas del infierno de las deudas o ahorros devorados por la gula de un demonio?