Desde la época primitiva, cuando pensamos en el sueño, nos hacemos la idea de que algo se desprende de nosotros y empezó a dar vueltas por todas partes y lo más interesante es que cuando amanece o nos despertamos, en ocasiones, llegamos a tener esa sensación de agitación, placer o bienestar, vinculado a los contenidos del sueño. ¿Es la idea desarrollada por Edward Tylor hace ya mucho tiempo sobre lo que él llamó el “animismo primitivo”? Según el diccionario de filosofía (Animismo en el Diccionario soviético de filosofía (filosofia.org), (Del latín: ánima, alma, espíritu). El animismo es una tendencia filosófica que consiste en animar los fenómenos naturales, imaginarse que detrás de cada objeto de la Naturaleza se oculta un espíritu invisible que lo dirige.

La realidad es que los sueños son parte de nuestra vida y de nuestra “realidad vivida y experienciada”. Hay sueños que nos han acompañado en un tramo largo de nuestras vidas. Hace unos años en clase de Metodología de la Investigación animé a un grupo de estudiantes a realizar un estudio acerca de sueños que permanecen en la vida, a veces incluso, desde la infancia. Iniciaron un grupo focal con un grupo de jóvenes que se prolongó por varias horas, teniendo que ocupar más de un día. La razón, lo que esperábamos, el diálogo en aquel grupo fue muy interesante al respecto y una muestra de este curioso tema. Otro grupo se interesó en el contenido diferencial del sueño entre personas no videntes de nacimiento en comparación con personas videntes. Fue otra experiencia significativa para los estudiantes. Para Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, el carácter regresivo de los sueños lo llevó a hacer de esta experiencia una importante fuente de conocimiento de la vida inconsciente.

Aunque el comportamiento de dormir y soñar nos ha acompañado toda la vida y durante toda la vida hemos sido testigos de otras especies cuando duermen, dormir como soñar, sigue siendo un misterio por comprender. No cabe la menor duda de su importancia al conocer las consecuencias de aquellas personas que sufren de insomnio. Es mucho lo que aún debe ser investigado para poder entender del todo esta experiencia humana tan extraordinaria.

La vida contemporánea con su constante agitación y sentido particular del tiempo ha jugado un flaco servicio a la necesidad psicofisiológica del dormir. A algunas personas le he oído decir que dormir es una pérdida de tiempo, pues son muchas las cosas que hay que hacer en la vida para perderla durmiendo. Algunas personas, incluso, defienden su idea como si fuera una filosofía de vida, destacando la necesidad de “ocupar el menor tiempo posible en ese estado improductivo”. En muchas ocasiones no se trata de una filosofía de vida, pero si de un estilo de vida en que las noches no parece tener fin cargadas de fiestas y “juntaderas”, es decir, de encuentros para compartir tragos y fumar. Las razones sobran, dicen algunos, “botando el golpe, luego de un largo y tenso día de trabajo”, y por añadidura, “de tener que soportar un jefe o una jefa que piensa que somos una máquina”, palabras más o menos escuchadas una que otra vez. Esta es una situación que viven hoy muchos jóvenes profesionales. Por supuesto, las consecuencias no se han hecho esperar, hoy el trastorno del sueño y sus secuelas es uno de los más comunes y que sufren millones de personas en el mundo.

En artículo publicado por Carrillo-Mora, Ramírez-Peris y Magaña-Vázquez, titulado Neurobiología del sueño y su importancia: antología para el estudiante universitario, y que puede consultar en Neurobiología del sueño y su importancia: antología para el estudiante universitario (scielo.org.mx), sus autores resaltan de manera principal el proceso fisiológico del mismo, señalando que es “fascinante” y que solo “algunos de los misterios acerca de su origen, fisiología y funciones biológicas han sido esclarecidos”. Por supuesto de la fecha de su publicación en Scielo a la fecha, es posible que algunos avances se hayan logrado entonces.

Una experiencia personal por la que he pasado en varias ocasiones es la de soñar con soluciones a enfoques y/o estructura de abordaje de determinados temas, que durante horas en estado de vigilia no he alcanzado a lograr. En el resumen publicado en la web Neurobiología del sueño (conicet.gov.ar), bajo la responsabilidad de Analía Gabriela Ricci y que es parte del libro Neurociencias: diferentes miradas y recorridos, se dice lo siguiente: “mientras dormimos no estamos incorporando información nueva que pueda ayudarnos a resolver situaciones, pero parece permitirnos ver con mayor claridad lo que era difícil discernir el día anterior. Logramos encontrarle el sentido a la experiencia, evidenciándose el sentido de la información incorporada previamente, necesarias para la toma de decisiones”. Ricci da una explicación que parece plausible al respecto: “En simultáneo, el componente emocional asociado que dificultaba la objetividad en el análisis de la información pierde intensidad a lo largo de las horas de sueño permitiendo otra claridad”. Es decir, que a veces “dejamos de ver lo que deberíamos ver” o “terminamos viendo lo que queremos ver”.

Aunque se dice que las recomendables para dormir sería un promedio de ocho horas, no son muchas las personas que alcanzan tal cometido. Matthew Walker en su libro POR QUÉ DORMIMOS. La nueva ciencia del sueño, que puede consultar en línea en Por qué dormimos: La nueva ciencia del sueño – Matthew Walker – Google Libros hace un alerta un tanto complicado: “Dormir de forma habitual menos de seis o siete horas por noche destroza tu sistema inmunitario, multiplicando por más de dos tu riesgo de sufrir cáncer. Las horas de sueño insuficientes son un factor clave del estilo de vida que determina si desarrollarás o no la enfermedad del Alzheimer”.  Incluso, continúa argumentando: “Un sueño inadecuado (incluso reducciones moderadas durante solo una semana) altera los niveles de azúcar en sangre de forma tan profunda que podrían considerarte prediabético. Dormir poco aumenta las probabilidades de que tus arterias coronarias se bloqueen y se vuelvan frágiles, predisponiéndote a sufrir alguna enfermedad cardiovascular, un ictus o un fallo cardíaco congestivo”. Se ha llegado hablar de mutaciones genéticas incluso.

Entender y asumir que somos una totalidad biopsicosocial en que los límites entre cada uno de estos aspectos, es muy difícil de deslindar, es importante. Quizás nos hace falta recuperar la experiencia interna de cuando estos factores se vinculan de manera armoniosa, es decir, de cuando nuestro ser corporal está funcionando libre de enfermedades y patologías; de cuando la mente (pensamiento y emociones) fluyen en determinado sentido y nos hace sentir plenos; o cuando el contexto social es sano, de algún modo, positivo. Quizás recuperar introspectivamente esa experiencia nos podría abrir a entendernos y cuidarnos mejor.

Más que un placer el sueño es una necesidad psicobiológica. Restarle horas al sueño por razones de trabajo o diversión como estilo de vida permanente es ir creando situaciones que pueden conllevar a muchos riesgos para la salud, como hemos visto antes.

Algunas recomendaciones para recuperar y hacer del sueño una oportunidad para una mejor salud:

  • Saque la televisión de la habitación y procure un buen rato sin su exposición antes de dormir.
  • Deje el celular fuera de la habitación y menos en su mesa de noche.
  • Un buen baño antes de dormir puede ser relajante.
  • Su última gesta de alimentación o incluso de agua, procure que sea una o dos horas antes de dormir.
  • Las ideas y tareas pendientes déjelas para el próximo día que tendrá horas suficientes para pensar en ellas.
  • Si acostumbra a leer en las noches, haga una rutina fuera de la cama. No asocie la cama con ninguna otra actividad que no sea dormir o, por supuesto, tener relaciones íntimas con su pareja.
  • Procure tener una hora fija para ir a la cama.

La naturaleza es sabia y por alguna razón nuestro reloj psicobiológico nos dice ¡Hey!, ya es hora de dormir. Buenas noches que mañana, será otro día.