Algunos conocemos “Alicia en el país de las maravillas” por películas que cuentan la historia de cómo una niña llamada Alicia cae por un agujero, encontrándose en un mundo peculiar y extraño, poblado por humanos y criaturas antropomórficas.

Algunas películas recientes nos retrotraen a esa historia; Matrix: Cuando una bella desconocida lleva al hacker Neo a un inframundo prohibido, descubre la impactante verdad: la vida que conoce es un elaborado engaño de una ciberinteligencia malvada. El laberinto del fauno: “En la España falangista de 1944, una joven aficionada a los libros e hijastra de un sádico oficial del ejército huye a un misterioso, pero cautivador mundo de fantasía. Dark City: Un hombre lucha con los recuerdos de su pasado, que incluyen una esposa que no recuerda y un mundo de pesadilla del que nadie parece despertar.

 

Hay algunas versiones basadas en esa obra. “Alicia o la última fuga”, del cineasta francés Claude Chabrol; una Alicia que huye de su marido y que llega a una vieja mansión ¿encantada?

 

Alicia en el país de las maravillas (2010), versión de Tim Burton.

 

Hemos oído que ese libro inspirador es toda filosofía de punta a punta.

 

Igual que Alicia, parecemos una sociedad que ha caído en un mundo donde nada parece tener sentido. Ahí hay un personaje que es la esencia en cuestiones de preguntas filosóficas. Asuntos tales como “¿qué vida quieres?”, o “¿hacia dónde quieres ir?” son preguntas que le hace el gato cuando Alicia le pide que la ayude a salir de allí. Como ella dice que está perdida, el felino le responde: “cuando no sabes hacia dónde ir, cualquier camino vale”.

Trasladando esas cuestiones de lo individual a lo social, ya no se trata de una cuestión individual donde vas a caer en un mundo sin lógica, sino que envuelve una relación de interdependencia donde no existan personas inverosímiles, antropomórficas, solamente humanos como uno resuelve ser.