Viendo, no solo la manipulación final del régimen venezolano, y todo lo sucedido posterior al 28 de julio, sino igualmente todo el proceso electoral caracterizado por una burda manipulación, uso del poder, represiones, posturas irreverentes de sus instituciones y discriminación de los derechos de la oposición, nos trae un mal sabor y una gran pena ante tanto manejo absurdo por parte de esta camarilla de poder que no tiene miramiento alguno para acometer acciones despreciables y distantes de todo intento democrático.
Penosa experiencia ver a un pueblo agrediéndose por una burda manipulación ideológica, populista y clientelar del grupo chavista. Creo pertinente definir la dictadura hacia el modelo cubano de partido único, dejar su doble moral y hacernos creer que su gobierno es una democracia cuando los hechos muestran un control absoluto de las instituciones del Estado y aunque no hay un partido único, poco falta.
Lamento los apoyos de grupos, personalidades y partidos políticos que siguen aferrados a viejas narrativas, sin ningún nivel de criticidad y sin observar los cambios sociales que se han producido en el mundo en los últimos años que obligan a revisar los discursos, los marcos conceptuales y por supuesto, los postulados y argumentos, tradicionales. Me gustaría que revisen la desesperación del pueblo venezolano y si todavía la definición de pueblo es en función de quien le interesa demarcarlo social e ideológicamente, y me pregunto, a propósito de Venezuela, ¿quién les da el derecho a sus autoridades para definir al pueblo? ¿Cuál pueblo?
Esperemos que ese pueblo desesperado encuentre su camino de libertad
La desesperación de los venezolanos no es un invento, el país está destruido por incapacidad de gestión de sus gobernantes, la corrupción y el apego al poder, arbitrariamente, que podrían llevar a una confrontación, nos recuerda al régimen de Trujillo, y me pregunto ¿cuál era malo en esos momentos y qué diferencias hay entre ese pasado nuestro y el actual que vive el pueblo de Venezuela? esto, debido a que oigo voces defensoras de las atrocidades que se producen en Venezuela, y respeto las diferencias, pero no las injusticias, la sensibilidad social nunca se pierde, por encima de las ideologías. No existe maldad buena o mala, sino maldades.
Qué pena Venezuela, qué pena que el poder enfermizo nos lleve a desmanes y desconocimientos. Tenemos algunas manchas en América Latina, gobiernos autoritarios y donde la democracia es una palabra inocua para ellos, y recordemos que, muchos pueblos de América Latina han tenido la valentía de restablecer su vida democrática, por tanto, debemos velar porque siga esa tradición de lucha por defender lo único que permite dignidad en el ser humano: la libertad y luchar por la democracia.
Qué pena Venezuela y qué pena escuchar cómo algunos defienden estos modelos políticos fracasados, a pesar de la ausencia de libertad y democracia por la que muchos de estos voceros lucharon en un pasado remoto o más reciente, pero pesa más la ideología que la verdad histórica.
Esperemos que ese pueblo desesperado encuentre su camino de libertad, que los organismos internacionales cumplan su función y que los gobiernos latinoamericanos hagan la presión para que se revisen las actas una por una, como aquí lo exigíamos en algún momento de nuestra historia política, y finalmente, que emerja la verdad, ante la mentira y la manipulación.