Es indudable que algo sucede en el continente más joven integrado a la llamada historia universal, América. Podríamos pensar que es parte de los vaivenes de su inestable historia, o que somos parte de la marea de sorpresas que atraviesa el mundo moderno. Lo cierto es que como latinoamericano, nos preocupa los constantes, inestables y dramáticos momentos por lo que pasan muchas de sus sociedades hoy.

Obviamente, no somos una isla separada de los vendavales por los que atraviesa el mundo con grandes sorpresas, fuertes impactos del cambio climático y crisis de liderazgo, que también nos afectan, y es así como repetimos historias que por igual suceden en distintas regiones del mundo, pero hablo de nuestro continente y sus sorpresas, sobre todo, en lo político.

Sin embargo, lo que me deja atónito es su incesante inestabilidad social, política, económica e institucional. De esa quisiera compartir algunas reflexiones. Lo primero es que, como decía la sociología y los teóricos de la dependencia en los años de 1970, La clase dominante latinoamericana, no ha encontrado nicho para comprometerse con un adecentamiento democrático que cambie el curso de los acontecimientos y nos fije, no solo en la tierra donde hemos construido una cosmogonía, sino en sus sociedades y pueblos.

Comienzo con los grupos dominantes y retomo igualmente al profesor Bosch cuando hablaba de clase dominante y clase gobernante, este esquema analítico, muchas veces criticado, vuelve a mi memoria para tratar de entender la estrechez de mira de sus grupos de poder económicos y políticos, que no han salido en su mayoría del siglo XIX.

El marco social, la instrumentalización del estado como medio de enriquecimiento, la falta de madurez democrática, la fuerte concentración de la riqueza en pocas manos y la falta de institucionalización, acompañado de una mirada foránea de nuestras identidades y de nuestro pasado histórico, convierten a estos grupos en negadores de un proyecto de nación que se enrrumbe por senderos de paz, convivencia, progreso y bienestar.

Los esfuerzos por definir modelos políticos nuevos han fracaso en el intento, y desde la ventana liberal, pensamos el mundo lejos de sus cotidianidades y la de sus gentes y fracasamos.

Por otro lado, desde los sectores llamados progresistas, muchas veces procedentes de núcleos de clase media e intelectuales, no se termina de entender la complejidad de nuestra composición sociohistórica y cultural, lo que llamó el pensador alemán Carlos Marx, la formación económico-social, y por tanto, las tesis de cambiar el modelo de dominación se ve sesgado por una ausencia de comprensión de las mentalidades y aspiraciones del común de nuestras gentes y pensamos la sociedad, desde y a partir, de cómo la vivimos y la sentimos desde los ámbitos fríos de las ideas.

Los esfuerzos por definir modelos políticos nuevos han fracaso en el intento, y desde la ventana liberal, pensamos el mundo lejos de sus cotidianidades y la de sus gentes y fracasamos.

Multicultural, diversa en todo el sentido de la palabra, América Latina es un laboratorio, con un pasado que se arrastra como un lastre y una cadena imbricada en sus estructuras sociales. A veces su pasado es parte de nuestro presente, su memoria social sufre de amnesia, sus identidades se encuentran y se desencuentran, buscando el nido que nos asiente en estas tierras llenas de historias, de melancolía y confrontaciones, muchas aun no superadas.

Después de las dictaduras de la Guerra Fría, en América Latina llegó el desarrollismo como modelo subliminal y utopía que se diseminó en su incapacidad de impulsar sociedades compactadas por el desarrollo y la convivencia con equidad. Su fracaso es sustituido por el surgimiento y brote de las ideas y las luchas revolucionarias que ya venían caminando desde la segunda década del siglo XX.

La Revolución cubana, tomada como modelo mecánico y posible de repetirse, mutiló nuestras capacidades imaginativas y creativas y nos encharcó casi 50 años en repetirla cada vez y en cada país. Hijas de un modelo geopolítico influenciado por la dominación norteamericana, América Latina, ha dependido mucho del ajedrez de estas estrategias, y nos aleja de nuestras realidades y autonomías.

La reproducción del fracaso cubano y el propio estancamiento de la revolución se congeló, para resurgir reanimada con el llamado socialismo del siglo XXI, otro mecanicismo ideológico que solo ha producido colapsos y decepciones. Pero a la par de esos traspiés liberales, los sectores conservadores, presos de sus fantasmas, no asumen su compromiso y han convertido la política en empresa y los viejos lideres y caudillos, ni siquiera son ya un referente.

Ante esta verdad cruda del desarrollo social de América Latina, y con el componente de un sujeto nuevo: el narco, hemos sobrevivido, fracasos tras fracasos, y hoy el laberinto se ha hecho más complicado.

Los narcos son como estados paralelos y gobiernos alternos, como me decía un sociólogo amigo hace unos días con toda razón. Hoy son parte de la realidad latinoamericana y su combate obliga a la toma de posiciones peligrosamente sostenibles, pero necesarias.

Qué pasa en América Latina, no es más que un llamado a la reflexión sobe varios elementos: vemos que por la vía electoral los sectores liberales, por llamarlos de alguna forma, llegan al poder y luego se olvidan que, muchas veces, a los pueblos es el hastío de los gobiernos anteriores que los inclina hacia nuevas opciones, no necesariamente una convicción ideológica y  cuando se instrumentaliza desde el poder estos cambios soñados, se niegan porque sus  iniciativas se divorcian de las reales convicciones de los pueblos.

Por otro lado, ese hastío lleva también al cansancio y los extremos, que termina en grandes frustraciones, que me parece es lo que en estos momentos sucede en muchos de nuestros pueblos del continente, y que obliga a toda su clase política, a entender a sus sociedades y no al revés, que sus pueblos sea que los entienda a ellos.

Siento a América Latina en una encrucijada, esta vez con elementos diferenciados del pasado, sin liderazgo claro, tanto de liberales como conservadores, y atrapada, en sus viejos esquemas analíticos, lo cual augura una difícil coyuntura política y social que requiere de cabeza fría, entereza, de la renovación de sus narrativas y prácticas políticas con apertura de enfoques, nada de lo cual veo en la agenda de América Latina y de sus dirigentes.

 

Carlos Andújar Persinal en Acento.com.do