“Concédenos a nosotros, tus devotos,
firmeza en nuestros propósitos,
fuerte espíritu de sacrificio
y tenacidad y constancia,
para el bien de nuestras vidas, almas y mente.

Amén”
Oración a San Carlos Borromeo,
Santo Patrono de la Obesidad y la Dieta

El papa Francisco almuerza con indigentes en el Día Mundial de la Erradicación de la Pobreza. Foto tomada del periódico Clarín Mundo.

 

Si en la entrega anterior hablé del ayuno de los santos católicos, en ésta me gustaría hablar del (des)ayuno del Papa. ¿Qué comen los papas? Si seguimos la lógica de Feuerbach en la frase “Somos lo que comemos”, podemos imaginarnos al papa Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyła)  de Polonia, comiendo pierogi (domplines rellenos de papa, ¡perdonen el chiste!), al papa Benedicto XVI (Joseph Aloisius Ratzinger) de Alemania comiendo sauerkrat (repollo fermentado), al Papa Alejandro VI (Rodrigo de Borja), de Aragón, España, comiendo huevos al salmorejo; al Papa Inocencio VI (Étienne Aubert) de Francia, comiendo papas fritas (frites). Y de haber sido elegido como papa, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez de Republica Dominicana, habría comido mangú. ¡Qué barbaridad! ¡Un mangú de origen africano en el Vaticano! (Rima inintencional.) Y la lista sería larga, porque sólo 54 de los 266 papas no han sido italianos y es fácil de adivinar lo que comían los papas itaianos: pasta, obvio.

 

El Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio), de nacionalidad argentina y ascendencia italiana, es frugal en su comer y en su dieta incluye… ¡adivinen! Platillos argentinos de origen italiano, obvio, y mate. Pero ¿a quién le importa lo que coma el Papa Francisco? A los católicos, obviamente; y sobre todo a los millones de católicos que pasan hambre.

 

En 2018, la Editorial Larousee publicó En la mesa con Francisco: Los alimentos y las recetas en la vida del Papa de Roberto Alborghetti, traducido por Jordi Trilla Segura, en el que se relata la biografía gastronómica del Papa Francisco. Las reseñas acerca del libro destacan no sólo los platillos favoritos del Papa, sino también el significado de estos. Entre sus comidas favoritas, si se toma en cuenta que es argentino de origen italiano (Piamontés), se encuentran el asado, las empanadas, la polenta, las milanesas, las pastas, y obvio, el mate. El mismo Papa, cuando vivía en Argentina, cocinaba pollo asado para los residentes del Colegio Máximo y enfatizaba, incluso en homilías, el significado social, afectivo y cristiano de la comida. Alborghetti resalta, “el valor que el Papa da a la comida en sus catequesis y alocuciones, tanto en lo que tiene que ver con la mesa como punto de encuentro de la familia”. Y, sobre todo, si pensamos que, para Cristo, el pan repartido en la mesa es comunión.

 

Alessandro Bianchi, en su artículo “Menú del Viernes Santo… Al gusto del Papa Francisco”, describe los alimentos consumidos por el Sumo Pontífice el Viernes Santo de 2015. El Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) diseñó un régimen alimenticio inspirado en el Papa, ya que ese día, sólo debe consumirse agua y una comida sólida que no contenga carne. La dieta está basada en el libro Buon Appetito, recopilación de recetas de David Geisser, chef de la Guardia Suiza Pontificia, que incluye los platillos favoritos del Papa. El desayuno incluye una Macedonia de frutas depurativas: naranja, kiwi, piña y manzana; y una cápsula de aceite de krill. Para el almuerzo, además de jugos de naranja y zanahoria, incorpora una empanada de salmón ahumado y pisto agridulce. La cena, más frugal, contiene una sopa Juliana de verduras y dulce de leche light. “El cuerpo anhela lo que espera”.

 

Pero, pasando a otro aspecto de la gastronomía pontificia, en 2019, el Papa Francisco fue blanco de ataques por parte de medios conservadores a causa de la lasaña halal, sin cerdo, que fue servida en el Vaticano, en caso de que hubiera entre los invitados algún musulmán. ¡Qué traición? ¡Habráse visto? ¿Una lasaña halal? ¡Qué insulto a la cocina italiana tradicional que en su receta utiliza una mezcla de cerdo y res!

 

“Come en Roma como los romanos”, parafraseando el viejo refrán, parece ser la consigna de algunos políticos de derecha como Mateo Salvini, quien expresó “Si vienes a Bari y no te gusta San Nicolás y la focaccia, vuelve a tu país". (This is America. Love it or live it.) Extraña combinación de religión y gastronomía, lo que implica una espacialización de la gastronomía. El gusto y la ingesta de un alimento determina, en última instancia, diría Marx, la adscripción del cuerpo a un espacio. Por su parte, el autor católico conservador Antonio Socci acusa al Santo Padre de “una ideología suicida y multiculturalista que conduce al rechazo de todo lo que es cristiano u occidental”. La lasaña halal no es cristiana ni civilizada. ¡No Señor!

 

En Italia, la gastronomía, entonces, se ha convertido en un campo en el que luchan las ideologías, ligada a la hegemonía de la clase dominante y los subalternos. La gastronomía es política. ¡Viva Italia! ¡Viva la lasaña con cerdo, viva el vino, viva el parmesano! ¡Abajo los judíos! ¡Abajo los invasores musulmanes!

 

Pero ¿por qué ayunaban los santos católicos?

 

CONTINUARÁ