"Ahí están todas las fuerzas materiales e intelectuales que es posible aplicar a la realización de una sociedad libre”. –Herbert Marcuse–.
El éxito electoral obtenido por el presidente Abinader, y el partido que lo cobija desde el 1 de febrero del 2015, tiene la marca de una gestión sui generis, tanto en la forma como en el fondo, y es el sello de un hombre destinado a legar un Estado despejado de prácticas antidemocráticas y corruptas que lastraron el desarrollo de este pueblo. Guarda una estrecha relación con el miedo colectivo generado por gobiernos carroñeros que devoraron el fisco y utilizaron el erario como alcancía personal, a los que no queremos volver.
El proceso arrojó, más que un voto a favor de un partido, la satisfacción de un pueblo conforme con las ejecutorias de un líder que asumió la dirección de la nación en unas condiciones extraordinariamente adversas y, aun así, el país lleva la delantera frente en los rankings de economía mundial. La apuesta se enmarca en la oportunidad merecida de la gestión en función de que Luis siga creando las condiciones que eleven los niveles de vida y reduzcan las necesidades de la gente.
Esta sociedad, noble y sensata, ha puesto sobre las urnas la herramienta legal que legitima la continuidad de lo que, el oficialismo llama “La continuidad del cambio” y ha dejado marcada la huella que otorga la oportunidad de que el PRM siga llevando las riendas por cuatro años más, dando incluso, la mayoría necesaria en las curules de ambas cámaras para que, sin excusas, realicen las reformas pendientes, dormidas en legislaturas anteriores.
De ahí que, nos detengamos a ver los resultados de procesos anteriores en los que otros partidos, incluso la vieja casa en 2002, lograron una matrícula considerable en el congreso, sin que ello, salvo raras excepciones, resultara en una solución legislativa acorde al interés nacional. A lo sumo, solo pensaron en adaptar la Norma Sustantiva al continuismo enfermizo del caudillismo criollo.
Esta ocasión, en la que el primer magistrado de la nación, ratificado por decisión de las mayorías, con una visión diferente en la gestión pública, un liderazgo sólido en su partido y en las bases de la sociedad, ha dejado claro que no buscará otra reelección, puede, y pienso, que tiene la vocación suficiente para pactar una reforma profunda en materia de justicia, tributaria-fiscal, penitenciaria, en salud y educación. Solo así, podrá concluir una obra a todas luces excepcional.
El pueblo ha puesto en las manos del PRM la vía expedita para el establecimiento de políticas públicas adaptadas a la nueva realidad social. Le ha confiado su futuro. Es ahora responsabilidad del liderazgo oficialista sentar las bases de una vez y por todas de un verdadero estado de bienestar. Corregir errores del pasado e implantar en el corazón de la gente la necesidad de cambiar el rumbo apelando al sacrificio de hoy para el bien del mañana. Teniendo claro que tener mayoría congresual obliga a realizar cambios a partir de una profunda reflexión.