1.

Dice la noticia:

“Gamlet Zinkivsky tiene un nuevo reto entre manos. El artista ucraniano de 35 años está pintando murales en su ciudad natal, Kharkiv, la segunda más grande del país, en medio de la destrucción causada por la guerra”.

Antes de reconstruir, dibujar y dar color.

2.

Pintar ruinas. Dar color a lo que ha sido destruido. ¿Un error, una precipitación, una distracción? ¿Cuál es la potencia del color en ese acto de resurrección modesta – porque solamente material?

La destrucción tiene colores oscuros, reparte un gris mortal, un color que viene de la dinamita y de otros materiales que producen escombros. Las explosiones oscurecen el paisaje, uniformizan hacia abajo lo que era de diferentes dimensiones y colores; todo se acerca al suelo: animales, edificios y personas.

3.

Una fábrica de producir escombros, muchas fábricas haciendo de los vivos y de las casas la más terrible basura. De eso se habla cuando se habla del horror.

4.

Según la noticia, fue el batallón Khartia quién llamó al artista. “Te necesitamos aquí, tienes que pintar”.

En lugar de exponer en galerías de Europa, Gamlet Zinkivsky prefiere exponer en las calles y escombros de la ciudad.

5.

Gamlet dibuja en el blanco y negro del soporte sólido y vertical que es el muro blanco que ha resistido a los bombardeos. Dibuja y pinta cócteles molotov y armas diversas. Y escribe síntesis como: “Hospitalidad infernal”.

6.

En los saltos mentales que la cabeza da sin autorización de su aparente propietario, ella –la cabeza– piensa de inmediato en bombas que en lugar de encanecer o enrojecer violentamente el paisaje, distribuyen un color tranquilo como un azul claro –y piensa justo después que eso quizá fuese aún más perverso– una destruición que embelleciese, que volviera más azul el suelo y las cosas, sería doblemente destruidora.

No podemos cortar el viejo lazo que existe entre la destrucción y la fealdad – si lo hacemos cometemos un error imprudente.

7.

Una destrucción que aumentara la belleza del espacio sería también un cortocircuito mental; el arrastre de una cierta utopía que ve lo bello en lo que es fuerte y está empezando y no en lo degradado, en el destrozo, en lo moribundo.

8.

Albert Speer, principal arquitecto de la Alemania nazi, defendía la premisa del valor de la ruina, de la ruina como valor.

El proyecto de construcción, el dibujo inicial de los grandes monumentos, tendría que tener previsto, en sí, la forma de sus ruinas. ¿Cómo quedará este edificio después de ser bombardeado? Esto no era irrelevante. Por las ruinas, defendía Speer, se vería la grandiosidad de una civilización. Las ruinas de Roma y las ruinas griegas eran de esto los mejores ejemplos.

Lo que es grande será un día una gran ruina.

9.

Una premisa, por lo tanto, que tiene como base la idea de una guerra infinita; parte del presupuesto de que la civilización nunca tendrá como fin la paz, sino que esta será solamente una pausa neutra, aquello que anuncia una nueva destrucción.

10.

¿Cómo se acaba todo esto?

¿Con la torre sólida o con la torre destruida?

Vacilamos siempre, en las varias ideologías y creencias, entre el final de la historia como paraíso o como infierno; apocalipsis o bellas abejas alrededor de bellas flores.

La historia de la torre de babel dio inicio a la historia universal de las torres y de las ideologías. ¿Dónde termina la narrativa, en la inauguración o en los escombros?

11.

Por eso, Speer quería construir un edificio que tuviera dentro la más estética de las ruinas.

Los nazis –incluso aquellos cuyo trabajo era construir– veían el final en forma de fuego y no de jardín.

Speer fue el responsable, por ejemplo, del proyecto de construcción de un enorme Estadio deportivo.

Estadio pensado inicialmente para 340 mil personas y para brillar en la oscuridad con las millares de luces de defensa antiaérea.

La idea inicial era que el Estadio funcionase solo de noche y que los acontecimientos que en él ocurrieran iluminasen el cielo.

Hacer de la noche, día, he aquí el proyecto de este Estadio y de la distopía arquitectónica nazi.

Pero sabemos que la claridad, en el cielo y en la tierra, no ha aumentado; más bien lo contrario.

13.

Dan van der Vat, autor de “El Buen nazi: la vida y las mentiras de Albert Speer”, en una síntesis certera: hoy “poco queda de las obras hechas por Speer, más allá de fotografías y plantas”.

14.

“Las bombas, los lanzallamas y todas esas porquerías no han destruido solamente árboles y pueblos. (…) ¿Creías que tu profesión escaparía a la destrucción general?

Leonard Cohen

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Traducción de Leonor López de Carrión

Originalmente publicado no Jornal Expresso