El pasado miércoles 13 de julio el presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa, renunció al cargo en medio de masivas protestas por la situación económica que se vive en el país. Sri Lanka era la envidia económica del sudeste asiático. Fue colonia británica hasta 1948 y después se vio inmersa en una guerra civil que duró casi 30 años. A partir de 2005 la familia Rajapaksa la convirtió en un ejemplo de éxito.
Mahinda Rajapaksa ganó las elecciones en 2005 bajo la promesa de que acabar la guerra civil. Nombró a su hermano, Gotabaya Rajapaksa, como Secretario de Defensa y, de hecho, en 2009 acabaron con los Tigres Tamiles y con la guerra civil. En el primer gobierno Rajapaksa Sri Lanka contrajo deuda internacional con el Fondo Monetario Internacional, India, Japón y China. Construyeron puertos, aeropuertos y autopistas. Entre 2005 y 2015 su economía se triplicó, pasando de ser una economía dependiente de la exportación de té a una economía vibrante con énfasis en el turismo. Sin embargo, con el paso del tiempo el sistema de financiamiento implementado por la familia Rajapaksa comenzó a mostrar fisuras.
Muchos de los préstamos tomados por el gobierno eran caros y a corto plazo, por lo que tuvieron que recurrir a más préstamos para pagar los anteriores. Al mismo tiempo, los Rajapaksa usaban parte del dinero del financiamiento para invertir en su pueblo, el cual no tenía ningún vínculo con el turismo. De hecho, construyeron un aeropuerto, un puerto y un estadio de cricket. En 2015 Mahinda Rajapaksa perdió las elecciones ante Maithripala Sirisena. En 2019 ganó las elecciones Gotubaya Rajapaksa, quien vuelve a recurrir al endeudamiento y, de paso, nombra a su hermano Mahinda (si, el expresidente) como primer ministro (renunció en mayo de 2022 a raíz de las protestas). Además, se redujo la tasa del impuesto al valor agregado de 15% a 8% y se eliminaron 7 impuestos.
Con el COVID-19 las autoridades cerraron el país. El estricto confinamiento tuvo repercusiones en la actividad turística de una profundidad tal que -una vez levantadas las restricciones- el esperado rebote de la economía no se produjo. A lo anterior se suman los efectos de la guerra Rusia c. Ucrania en una economía que, como la de Sri Lanka, importa casi todo lo que consume (importa 3 billones de dólares más de lo que exporta). En busca de evitar invertir las reservas de moneda extranjera (actualmente en 50 millones de dólares), a principios de 2021 el gobierno prohibió la importación de fertilizantes químicos con la idea de que el cultivo local migrara al uso de fertilizantes orgánicos. No obstante, ello produjo una pérdida de cosechas que afianzó la dependencia esrilanquesa en las importaciones).
Actualmente la inflación supera el 50% y la devaluación de la moneda el 30%. Por demás, hay escasez generalizada (de medicamentos, de comida, de combustibles y otros bienes). El gobierno dispuso límites a la venta de combustibles y cerró las escuelas, pidiéndole a los ciudadanos que trabajen desde casa con miras a conservar las reservas de combustible. En el marco de un panorama tan adverso, en abril inician protestas por la situación económica. Pronto la crisis económica se tornó en crisis política. Cientos de miles de ciudadanos salieron a las calles a protestar y a exigir un cambio político. En mayo el gobierno incumplió, por primera vez en la historia, el pago de intereses sobre su deuda soberana.
Hace unos días miles de manifestantes invadieron la mansión presidencial. Algunos tomaron un chapuzón en la piscina del presidente. Otros una siesta en la cama presidencial. Después de la renuncia del presidente Rajapaksa quedó a cargo el primer ministro Ranil Wickremesinghe, quien declaró un estado de emergencia y ordenó a la policía retirar a los manifestantes de los edificios públicos que han tomado. Al día de hoy las fuerzas del orden no han podido ejecutar el mandato del primer ministro. Probablemente el primer ministro también tenga que renunciar. Las potencias del mundo han mostrado disposición para tender la mano financiera a Sri Lanka, pero sin claridad respecto de la posibilidad de formar gobierno estable es difícil determinar cuándo llegarían fondos frescos. Sri Lanka, una mezcla de -según analistas- incompetencia gubernamental con los efectos de COVID-19 y la guerra Rusia/Ucrania, es un llamado de atención para las economías de países en vías de desarrollo.