Sin lugar a dudas, la sociedad dominicana está pasando por un proceso de transición muy ambiguo e indeterminado, caracterizado por graves problemas de legitimación: Un modelo de desarrollo económico, con baja redistribución de las riquezas que ha estructurado grandes desigualdades sociales, una crisis institucional que ha configurado una falta de cohesión e integración social. Una democracia de partidos, que no es capaz de reconocer los derechos fundamentales de los ciudadanos, como también, la presencia de una cultura autoritaria que no reconoce la diversidad cultural.

Ya se han convertidos en algo cotidiano, los abusos y atropellos de la institución policial en contra de los derechos humanos de los dominicanos. Se produce de forma reiterada, la violación de los derechos de la comunidad afrodescendiente de expresar su diversidad cultural. Desde el congreso, se desconocen los derechos fundamentales de los trabajadores a una seguridad social digna, los derechos de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, en una situación de embarazo y de riesgos a perder su vida. Se vulneran permanentemente los derechos de la comunidad homosexual, se discriminan en el acceso a los servicios públicos de salud, educación y, se le niegan sus derechos a vivir en condiciones de igualdad que los heterosexuales.

Con el desarrollo de la tecnología digital, el internet y las redes sociales, se ha producido en la opinión pública nacional, un incremento de las expresiones de discriminación, odio e intolerancia frente a la diversidad cultural. Circulan en las redes, videos, memes, que su principal objetivo no es educar, sino promover el odio racial. Algunos programas y comentaristas, en los medios de comunicación, han convertido el racismo y la homofobia,  en un espectáculo de entretenimiento y diversión, un medio de expresión de su odio y prejuicios en contra de todos aquellos que no comparten sus creencias y preferencias culturales.

En esta ambigua transición que experimenta la sociedad dominicana, con democracia y autoritarismo, siempre se busca la responsabilidad en los otros y se argumenta con varios subterfugios, como la llamada ideología de género, ideología gay y la unificación de la isla, producto de un complot y una supuesta confabulación imperial. Obviando mencionar que se trata de una larga y legitima lucha de las mujeres, de la comunidad gay y, las minorías nacionales, por la igualdad y el reconocimiento de sus derechos sociales y culturales, en una democracia donde persiste, en el imaginario social, en la cultura y, las instituciones dominicanas  la herencia autoritaria-trujillista.

Las élites gobernantes, los grupos e instituciones que promueven el menosprecio de los derechos ciudadanos y, la discriminación frente a los que piensan y actúan de formas diferentes, olvidan que, a pesar de las diferencias de clases sociales, de género, de preferencias sexuales, de creencias religiosas  y costumbres culturales, los que nos une como dominicanos es el reconocimiento de la diversidad y heterogeneidad cultural del país y, el respeto a los derechos constitucionales de los ciudadanos.

La crisis de legitimidad de la democracia dominicana, no es solo un problema económico, del sistema electoral, la corrupción y la generalizada desconfianza en los partidos, sino también la incapacidad de las élites gobernantes, de construir un estado de derecho, instituciones públicas, donde se reconozca la diversidad cultural y se respeten los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Pues lo que nos une, a pesar de las diferencias, y hace posible la convivencia en una sociedad democrática, es el fortalecimiento del Estado de derecho, donde se produzca el reconocimiento de la diversidad cultural y se garantice el cumplimiento de los derechos constitucionales de los dominicanos, sin distinción de clases, género, origen étnicos, creencias religiosas o preferencias sexuales.