Yo no sé qué tan claro lo tenemos, pero la verdad es que somos seres especiales. El simple hecho de saber que desapareceremos en algún momento y que todo lo que hemos construido también, nos otorga una medalla a la dignidad y al “garbo” con la que asumimos ese destino inevitable.

No es que dejemos de hacer toda clase de “marullas” y “piruetas” con el fin de quedarnos el mayor tiempo posible o hasta de “evitar” ese “cruel destino”.  

Las cirugías estéticas, las vitaminas, las pócimas de brujos y los profundos estudios del genoma humano y sus causas de perecer, son parte de los artilugios que usamos para alcanzar la muerte de la muerte y el principio a la eternidad. 

¿Qué buscamos? Pues eso precisamente, no morir jamás. Alcanzar la juventud eterna y sus fogosas energías. Buscamos preservarlo todo, nuestros hijos, padres, nietos, amigos, propiedades y todos los placeres que cada cual tenga. 

Solo que hay algunos detalles que debemos resolver antes de alcanzar “la inmortalidad del cangrejo” y que por lo que estoy viendo nos falta mucho con demasiado, como diría el sabio del barrio del pueblo. 

No podemos buscar prolongar la vida si todavía hacemos la guerra y encima genocidios como el que en estos momentos suceden en Myanmar contra la etnia de los rohinyás, o en Yemen.   

Ucrania apenas comienza, sin embargo, estos otros devastadores eventos llevan años del exterminio de razas. 

 En África también existen varios conflictos. Pero solo tenemos ojos para “algunas” cosas. 

Antes de sacarnos a “la marucha” o pelona de encima y de tirar al basurero todas las religiones, porque si nadie se muere nadie tendrá que rendir cuentas o estar alabando para ser perdonados en el más allá, debemos aprender a convivir más allá del idioma o la raza. 

Debemos aprender a “identificarnos” como una especie única que debe aprender, valga la redundancia, a comportarnos sutil y decentemente. 

No somos animales de caza, ni insectos, ni nada parecido a esos pobres seres que tienen la desdicha de compartir el planeta con nosotros, cavernícolas depredadores que hacemos festín con ellos.   

Por cierto, ellos quisieran vernos a todos muertos y así se librarían del maltrato y genocidio al que los sometemos. 

Si se imaginaran hasta donde somos capaces de llegar. Si tan solo sospecharan lo que estamos planeando para vivir por siempre, seguro que tendríamos revueltas por todo el planeta. 

Yo no sé qué tan buena sea la idea de vivir para siempre. Creo que para aguantar a varias suegras sería preferible el pelotón de fusilamiento., aunque a mi no me haya ido mal con ellas. 

Tener que pagar la hipoteca y los impuestos a cien años es un asunto solo comparable con los tiempos de la esclavitud en el viejo Egipto. 

Casarse varias veces, sí, porque nadie lo haría “hasta que la muerte los separe”, será un sufrimiento eterno, ya que tendríamos hijos en cada matrimonio y en consecuencia la manutención nos forzaría a trabajar “eternamente” para sostener a los doscientos o trescientos muchachos. 

Nos volveríamos histéricos y depresivos por evitar morirnos en algún accidente o evento fortuito.  

Lograr la eternidad solo nos traería aburrimiento y cansancio. La familia crecerá tanto que será difícil recordarse de los nombres y las caras de todos.  

Ya no existirá la nostalgia y perderemos los deseos… ! hasta de vivir! ¿a quién extrañaremos si todos estamos aquí? 

Pensándolo bien, yo opino que debemos de quedarnos como estamos y dejar de estar buscando pendejadas que solo nos van a complicar la existencia.  

Si logramos unirnos como especie en el planeta, olvidándonos de las banderas y todas esas chochadas agregadas que generan violencia, nos haríamos el momento agradable y hasta seriamos capaces de alcanzar la felicidad. 

 Vamos a seguir extrañando las ausencias y a conformarnos con creer que el misterio detrás de la muerte sea realmente un paso a “otra” vida eterna, donde no existan ni las suegras, ni las deudas, ni todos los que nos joden en el día a día, por los siglos de los siglos, !amen!…pensándolo bien, morirse no es tan malo.  ¡salud! también. Mínimo caminero