“La guerra es la política por otros medios” (Carl Von Clausewitz)
La distinción legitimista de la Guerra en territorio ucraniano, de unos y otros, parece ser exacta por la intuición y suposición de las capacidades disuasivas y destructivas nucleares de que hacen gala. Putin alega la legítima defensa como guerra por la amenaza de proximidad fronteriza de Occidente en lo que entiende, Putin, es suyo por ser un “accidente de la historia”, la nación ucraniana.
La soberanía, la democracia, la autodeterminación, la libertad y el derecho a vivir en un sistema que no es el de Vladímir Putin y la llamada sociedades no occidentales ¿es ese acaso, una opción política, de la Ucrania democrática un accidente de la historia? Esa visión y pensamiento unilateral, enarbolada por Putin, como fundamento y razón de algo que jamás tiene razón que lo justifique, la guerra, una manifestación real de fascismo, fascismo nacido del más odioso y criminal propósito como hecho abominable carente de todo sentido de humanidad que nos empuja de regreso al caos, la barbarie y salvajismo.
Esta mentalidad de guerra y cultura de muerte en pleno siglo 21, es inaceptable, porque se constituye en un viaje en el tiempo de regreso a un orden de incertidumbres: sin normas ni reglas que regulen la convivencia en paz y las relaciones de solidaridad entre las personas y grupos sociales. La ley de la selva no es el ideal humano. El ideal alcanzado por las generaciones civilizadas precedentes supone paz, respeto al otro, convivencia pacífica, cooperación, fraternidad solidaria y justicia.
Considerando a la luz de estos razonamientos los acontecimientos que ocurren y están por ocurrir en Ucrania como una acción sin corazón ni respeto por la vida. ¿Cómo llamar a este nuevo holocausto guerrerista del ejercito ruso una “Operación Especial? ¿Cómo justificar que los objetivos no se han alcanzado después de la estela de muerte y destrucción impuesta por una ofensiva desproporcionada e indiscriminada, sobre civiles indefensos y militares que defienden su país? ¿Cómo amenazar de forma irracional el mundo por su reacción a la guerra, de hacer uso de armas nucleares si fuera necesario? ¿Qué es lo necesario para Putin?
El padre espiritual de Putin, Donald Trump, psicópata de las imbecilidades humanas y expresidente estadounidense, le hizo construir al presidente ruso su propia trampa en Ucrania. Trampas nacidas de la lógica de las artes marciales y el ajedrez, componentes de estas artes del haz de poder en ese mundo que establece que la “mejor defensa es el ataque” en el Karate. Acto de guerra, éste, que Trump elogió como “una movida Genial”.
Este desparpajo del expresidente USA envalentonó a Vladímir Puntin, por la cínica analogía en el elogio, comparándola con la desastrosa retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán; prefigurando en su demencia política Trump, que pasaría algo igual o mayor con la invasión monstruosa a Ucrania. Ha resultado todo lo contrario con los ucranianos: Dignidad, valentía, defensa sin limites a su derecho soberano y unidad solidaria del mundo entorno a su lucha y determinación de ser lo que son: Ucrania Soberana.
La tragedia humana que se ve venir en Ucrania por la invasión despiadada rusa, es terriblemente desgarradora desde la perspectiva del sentido de humanidad y preservación de la vida. Un ejército ruso que lo pone todo en riesgo por la imperiosa necesidad de supervivir en territorio ajeno en una estrategia fallida y sin posibilidad de éxito que no sea la destrucción absoluta del pueblo ucraniano, barrerlo todo: seres humanos, infraestructuras y bienes materiales, en otras palabras, una campaña militar rusa que liquide la existencia del pueblo ucraniano. Que es, a lo probablemente Vladímir Putin llama, “Ucrania Accidente de la Historia”.
El problema para el ejercito ruso no es avanzar y alcanzar su objetivo que no deja de ser el presidente de Ucrania Volodímir Oleksándrovich Zelenski. El problema militar es que una retirada forzosa sería una estampida y la mayor vergüenza militar contra el llamado ejercito del oso e imbatible poder militar ruso.
Sólo la mediación directa del Papa Francisco en el Vaticano evita que el mundo sufra la mayor catástrofe que nos deje sin uno solo que pueda contar a un futuro desolado, que pasó y cómo pasó.
Qué el orgullo irracional no destruya la tierra.