El llamado punto crítico de la crítica de arte aparece como fenómeno cuando se producen las diversas relaciones de la crítica con su objeto y cuando una diversidad de miradas se acercan al fenómeno artístico y a un objeto productivo denominado pintura, escultura, fotografía, objetología, arte instalativo, performance y otros productos de la imaginación artístico-cultural. De ahí que el intercontacto que se produce entre la obra y el sujeto espectador alcance valores significativos para el conocimiento práctico y teórico del arte.
Una acotación necesaria en este sentido, es explicar, resaltar la importancia del objeto y el espectador; la presencia de dos mundos que se reconocen en el fenómeno expositivo de las obras de arte y los artistas que la producen. Se destacan aspectos estéticos, políticos, culturales y comunicacionales de un creador determinado en tiempo y espacio.
Existe una geografía del arte contemporáneo que surge a finales del siglo XX y entra al siglo XXI abriendo puertas marcadas por la globalización, término este denso, engañoso, truculento, movedizo recargado e incierto. En cuanto a productos, artistas y productividades, en este caso, el llamado “punto crítico” de la crítica de arte comprende líneas inductivas que se reconocen en el fenómeno artístico y sobretodo en la práctica artística misma, donde el artista piensa su obra y la proyecta en público para presentar un testimonio estético de su producto y productividad, sea en museo, en salas privadas, o en un espacio individual o colectivo de visibilidades. (Tal y como se puede leer en, Fredric Jameson: Los antiguos y los posmodernos, Eds. Akal, Madrid, 2019).
Todo este contexto explicativo conduce necesariamente a un repertorio geográfico de lugares, artistas, objetos, influencias que inciden en las diversas superficies comunicativas desde finales de siglo XX hasta las dos primeras dos primeras décadas del siglo XX1 . El producto será en estos casos una narración, un discurso, una realidad social, un servicio cultural que el artista crea, produce y revela para contribuir al desarrollo estético, social, mercadológico o económico y profundamente ideológico.
La realidad de la obra de arte, es también una realidad de la mirada que, a partir del Neo-Geo, el Process Art, Negativ Space, Fluxus Art o el Street Art adoptaron en la segunda mitad del siglo pasado una forma extremadamente abstracta y objetiva en la aplicación del color, el trazo, la línea, el espacio y la composición.
En ese sentido el “Post human” también incidió en la tendencia denominada “Process Art”, momento en que se produjo una asimilación del concepto de mutabilidad basado en tecnologías virtuales y técnicas cognitivas percepción y pensamiento.
Técnica y pensamiento revelan desde la mirada artística, lecturas y fuerzas semánticas creadoras que justifican la obra, sus gestos y acciones de creación; esto así porque existe una relación dialéctica entre punto crítico, comunicación interactiva y significación que se expresa en la crítica asumida y tratada como mediación entre la obra, la sociedad y el juicio crítico-cultural.
Luego de los escritos teóricos de Roland Barthes, surgieron algunas preguntas a propósito de los territorios del arte en la década de los 70 y los 80, a propósito de la teorización sobre los diversos lenguajes artísticos y culturales propiciados por el estructuralismo estético, en cuya base hablaba la estructura como función en la concepción del proyecto de arte, o de la obra de arte como experiencia. A tal punto que, del arte como estructura se empezó a asimilar un arte como historia y memoria, donde la artisticidad era imagen, discurso y narración. (Vid.Art Now, 2005).
Es así como nace el postestructuralismo y con él la crítica postestructuralista. Esta vertiente o tendencia del arte de finales del siglo XX, asumió la inscripción más segura de un sampling o uso de material audiovisual de tipo lúdico o experimental, así como los efectos creados por el Scatter art o arte disperso, arte de los objetos cotidianos, residuos, materia reciclada y coincidía con el Eco-arte, la Geo-instalación y la incertidumbre de los elementos que concurren como piezas convergentes o divergentes en la creación actual.
Esa concepción que se va posicionando como “otro modo de producir arte” sorprende grandemente a un tipo de público que ha pasado a ser un ideólogo de la transgresión estéticoartística, de suerte que todo lo que se hace desde la forma, se hace también desde el contenido y el contexto elegido de comunicación. (Art Now, op. cit.)
Para este tipo de productividad, se requiere un quiebre de los bordes o centros del objeto de arte, toda vez que la estética negativa se reconoce como una suma de niveles que conforma metalecturas y relatos con cierto grado de relación, a la vez que el texto se convierte en texto lúdico o seminal orientado desde una poética visual y una poética dialéctica de la que surge una visión de síntesis del arte contemporáneo. (Importante confirmar en Román Gubern: Del bisonte a la realidad virtual, Eds. Anagrama, 1996).
El concepto de arte de hoy, entendido como arte de nuestro días o arte postexperimental mueve a pensar cierta fenomenología de lo inmanente y sus actos de significar en tiempo, espacio y sustentación de cuerpo y memoria para la construcción de un acto que supone una trayectoria y a la vez un cierto compromiso, a propósito de lo que promete mundos, objetos, material, técnica y experimentación.
El process Art en este sentido vuelve a la concentración de los procesos que sustentan la verdad de una obra motivada por un campo de posibilidades que se llevan a cabo en el marco de funciones y suspensiones producidas por diversos intercambios, también llevados a cabo entre el sujeto y el espectador comprometidos ambos con una cultura de los signos o semiosferas del mundo social y por lo mismo cultural.
En este sentido, los recorridos de la crítica y la teoría como compromiso de fuerzas socioculturales tienen como cometido un cuerpo que atrae y motiva historias de diversos tipos que se agencian en modos y textos diversos que resultan de un intercontacto o sistema de identificación y justificación de la creación artístico-visual y comunicativo. Esos ejemplos y actitudes los podemos observar en creadores como: Laura Owens, Cindy Sherman; también Douglas Cordo, Hugo Rondinoni, Elizabeth Payton, Paul Marcathy, Félix Gonzales Torres, Glem Brown, Peter Doig, Jorge Pardo, y otros que desde el Postestructuralismo y Work in progress, también el Process art, la Cultura club, el Arte de apropiación, Arte Neo concreto, el Body art, el Arte político, el Foto-rodaje, el Global art, entre otros, favorecen una búsqueda que también disemina y repropone diversas semiosferas estéticas, postconceptuales, postminimalistas y posthuman. Estos movimientos están ligados a la realidad virtual, vale decir, a un arte digital que muchas veces pospone el diálogo crítico.
Se produce con la crítica y su objeto, cuando una diversidad de miradas se acerca al fenómeno artístico y a un objeto productivo denominado, pintura, escultura, fotografía, objetología, arte instalativo, performance y otros productos estéticos o artísticos.
De ahí que la relación que se produce entre la obra y el sujeto espectador alcance valores significativos para el conocimiento práctico y teórico del arte. Una acotación necesaria en este sentido es resaltar la importancia del objeto, el espectador, la presencia de dos mundos que se reconoce en el fenómeno expositivo de las obras de arte y los artistas que la producen. Se estacan aspectos estéticos, políticos, culturales y comunicacionales visibilizados en un orden creador determinado.
Un aspecto a tomar en cuenta en las tendencias del arte iberoamericano, latinoamericano o caribeño, es la tradición de niveles altos y la diversidad estética de las paletas.
El gesto de los artistas que confluyen en un determinado lenguaje, pero además, en paisajes museográficos y creaciones que aspiran al diálogo del sexto sentido…. El hombre naturaleza y los surcos de una obra que trasciende su propio estado de origen y construcción de un trayecto que dará lugar a nuevos descubrimientos culturales históricos y críticos; problema este que subyace en el marco de una obra abierta a todos nuestros sentidos. (Ver, Gerardo Mosquera: El arte en América Latina, Eds. Cátedra, Madrid, 2022).