El presidente Luis Abinader le ha cogido el gusto a los fideicomisos, tanto que él mismo mandó a realizar uno, con su patrimonio familiar. Eso es loable, recomendable y sobre todo organiza los bienes de una familia, empresa, grupo en particular o de una persona, de una manera responsable y fiable, ya que,  por mandato del propio fideicomiso, este tiene la forma de manejarse, administrarse, extinguirse y subsistir. En efecto, uno con sus bienes puede hacer lo que le plazca.

Lamentablemente, en esta media isla, donde el caciquismo, el jefismo y el trujillismo siguen vivos, aunque queramos negarlo, la administración del patrimonio público, del erario, debe tener una delicadeza absoluta, una transparencia real y, sobre todo, la posibilidad de que, siendo público, podamos todos los dominicanos beneficiarnos del mismo, que tanto dinero ha costado, tanta hambre ha causado y tantos sinsabores ha producido.

Entregar un patrimonio de más de tres mil millones de dólares a un fideicomiso para que este lo administre de manera omnímoda, bajo instrucciones del propio fideicomiso, creado a la luz de las iniciativas de alianzas público privadas, donde aparentemente la parte privada nunca pone nada, constituye un riesgo apabullante de que la creación se coma al creador y se ponga por encima del más alto interes, que siempre debe ser el interés el pueblo.

Además, si este Gobierno cuenta con tan buenos administradores, tan finos gerentes y encumbrados cerebros que, en cada una de las instituciones que dirigen, han logrado ahorrarles miles de millones al Estado dominicano, lo cual anuncian con fruición todos los días; ¿por qué no permitir que estos gerentes, avezados, probados, y eficaces, administren y luego rindan las cuentas necesarias de su gestión?.

El fideicomiso implica, como lo debe saber el presidente, porque es un usuario avezado de la figura jurídica, incluso personalmente, el cambio de administración, la aportación de bienes a una figura jurídica diferente, la cual, si usted lo hace con lo suyo, con sus propios bienes, no existiría ningún problema; regálelo si le place. Pero con Punta Catalina, que costó tanto sacrificio, tanto dinero y hasta un gobierno, entiendo que debe profundizarse más y establecer, sin ningún tipo de dudas, qué beneficios traerá al pueblo que administradores privados manejen, bajo la premisa del lucro y el beneficio, bienes que son, deben ser, y seguirán siendo del pueblo dominicano.

La pregunta es; ¿En qué me beneficia como pueblo que mis bienes pasen a ser administrados por entidad diferente al Estado dominicano, del cual soy mandatario, y sean transformados  a una estructura de administración privada, alejada de mi interés y de mi deseo?

Si el lucro será el propósito de esta aportación, ¿este lucro será repartido entre los legítimos propietarios del bien cedido? O si, por el contrario, será utilizado para enriquecer a quienes manejen ese patrimonio que nada les ha costado y por el cual no han aportado una mota.

¿Bajará la tarifa eléctrica; bajarán los combustibles, bajará el costo de la vida?. ¿Cómo me beneficia esta maniobra que entrega mi planta eléctrica, que transforma su propiedad y administración?

Reitero, usted con lo suyo puede meterlo en un saco, echárselo al hombro y, en definitiva, hacer lo que quiera, pero no con lo mío y sin mi autorización; y Punta Catalina, a pesar de lo tortuoso de su construcción, es de cada uno de los dominicanos.

No olviden nunca que esa misma Punta le costó el Gobierno, a los anteriores, que ahora están algunos trancados y otros por trancar, o negociando para devolver lo robado.

Este pueblo se cansa rápido, y esto no se sabe, como diría el gracioso Bullin 47, ¨Donde vayasapar¨.

Cuidadito compay gallo, cuidadito, no vaya a ser que en el 2024 sean ustedes los que anden con el catre al caco.