Saber que Tanzania tiene planes de construir un puente de 50 kilómetros para unir a la isla de Zanzíbar con tierra firme incita a explorar aquí posibilidades similares para impulsar el turismo. (“De hecho, se ha desvelado que M/S China Overseas Engineering Group Company (COVEC) ha mostrado interés en llevar a cabo el proyecto.”) Un proyecto de ensueño para la ciudad de Santo Domingo es el de crearle playas artificiales, algo que luce enteramente factible.

Según ChatGPT “las playas artificiales son áreas recreativas creadas por el ser humano para simular las características y la experiencia de una playa natural. Estas playas se construyen a menudo cerca de cuerpos de agua, como ríos o lagos, o incluso en zonas costeras. Su ubicación requiere de estudios de factibilidad detallados, considerando aspectos como el acceso al agua, la topografía, la infraestructura existente y los impactos ambientales”.

Hoy la ciudad capital cuenta con tres tramos playeros que no se usan por diversas razones. Estos son Sans Souci, Guibia y Manresa (ver gráficas).

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Playa de Sans Souci.

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Playa de Guibia.

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Playa de Manresa.

 

El primero presenta peligros para los bañistas en vista de que no tiene protección contra tiburones y las olas pueden ser perturbadoras. Güibia hace tiempo que dejó de ser una opción deseable por la contaminación de las aguas que resulta de las descargas cloacales cercanas. Y Manresa es muy pequeño, de difícil acceso y tambien peligroso. Con un litoral de varios kilómetros y un bello malecón, los capitaleños solo pueden soñar con una buena playa. A pesar a tener al mar de frente no pueden usufructuarlo para su solaz esparcimiento.

¿Por qué no se pueden desarrollar playas en el litoral de Santo Domingo? Si las tres playas existentes no pueden usarse por los problemas que presentan habría que preguntarse si esos obstáculos –contaminación del río Ozama, descargas cloacales, corrientes marinas– son los que impiden el desarrollo de proyectos de playas artificiales. Pero los antecedentes aludidos más arriba desmienten esa hipótesis. Ahí están los proyectos concebidos por prestigiosas firmas extranjeras de ingeniería que sugieren que esos no son obstáculos insalvables (ver gráficas). Los varios proyectos concebidos son testimonio de la factibilidad técnica y financiera.

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Maqueta del proyecto de la empresa francesa SOGREAH.
Playa de la empresa ACCIONA para la Isla Artificial
Concepcion del proyecto de Inversiones Turísticas Sans Souci.

Fue Peña Gómez, siendo alcalde de la ciudad, quien en 1982 encargó a la empresa francesa Sogreah una concepción del proyecto para Sans Souci. Su costo fue estimado den US$17 millones de ese entonces (gráfica #1). Pero Peña Gómez también ordenó una evaluación de la posibilidad de desarrollar la playa de Güibia, lo cual fue eventualmente desestimado por el costo que implicaba manejar los residuos cloacales de la ciudad.

Posteriormente, con una concesión del puerto aprobada por el Congreso en el 2005 el proyecto de Inversiones Turísticas Sans Souci concibió una playa en el mismo sitio, pero de características diferentes a la de SOGREAH (ver gráfica). Fue en el 2005 también que el fallido proyecto de Isla Artificial concibió otra playa en el tramo del litoral que comienza en la Plaza Juan Baron.

¿Cuáles son entonces los obstáculos que impiden que surja un proyecto que pueda ser acogido por las autoridades? ¿Por qué si hay playas artificiales en Bonaire y en Jamaica no puede haber aquí? Es posible que el gobierno no quiera embarcarse por los costos implícitos, aunque podría ser electoralmente muy rentable. Pero no se justifica que la iniciativa privada también se abstenga. Un proyecto de esa naturaleza puede ser muy rentable si se le pide a los usuarios pagar la entrada y las autoridades fijan las tarifas en concierto con los emprendedores. Este tipo de proyecto se presta para una alianza público-privada.

Ya en Europa existen playas donde se cobra por la entrada y el uso de las instalaciones. “Este año en algunas calas de Cerdeña (Italia) se pagará un canon dependiendo del tiempo que estés disfrutando de ella. Esta medida ha sido tomada para evitar la masificación, poniendo un número máximo de usuarios. Por otro lado, ya hay playas en las que el uso de duchas y lavapies son de pago, todo ello para evitar el desperdicio de agua”. De manera que el cobro es deseable no solo para garantizar la rentabilidad de cualquier inversión privada sino también para asegurar la sostenibilidad.

Si los proyectos mencionados no han podido materializarse por diversas razones es posible concebir otras opciones, como las dos presentadas en las últimas gráficas. El malecón de Santo Domingo representa un patrimonio de gran valor por su belleza paisajística y su capacidad para embelesar con el dolce far niente. Dotarlo con opciones de baño le permitiría competir ventajosamente con la creciente popularidad de la Avenida España. Si le seguimos dando la espalda la alcaldía de Santo Domingo Este podría hacer suyos los proyectos de playas y así despelotar la hegemonía del malecón tradicional para siempre.