La sociolingüística y la dialectología procuran estudiar los factores que generan variantes idiomáticas, mientras subyace el sistema de lengua donde se sustentan dichas variantes influenciadas por factores sociales y etnográficos. Así podemos estudiar la acción comunicativa y su generatividad en el habla de diferencias territoriales y epocales de un mismo idioma.
Sin embargo, en el contexto de una disciplina científica, en el paper, no se espera una lexicalidad del sentido común; neologismos que crecen más o menos al azar, que no surgen de una necesidad lingüística, insuficiencia ideológica que tapona, precariamente, varias expresiones pasadas por científicas. En fin, pobreza lexical traslapada a dominios como la psicología.
En las ciencias, cuando surge un término nuevo es porque va presidido de algún descubrimiento que desborda el arsenal existente y da origen a un neologismo pertinente. Las ciencias “débiles” como la psicología (al decir de Thomas S. Kuhn) son permeadas y bombardeadas por una cantidad de palabras, procesos, emblemas, estrategias y Pseudo-categorías, rápidamente asumidas por los profesionales de la conducta, sin cuestionar el origen de tales términos.
Arribamos a una serie de conceptos tales como: familia monoparental, feminicidio, heteropatriarcalismo, homofobia etc; sin cuestionar su validez en el ámbito estricto de la psicología. Mientras, en la otra cara de la moneda, encontramos categorías avaladas por investigaciones, que el peso de las ideologías coloca en demodé y los psicólogos rápido dejan de usarlas.
Espero que los psicólogos podamos explorar nuestro acervo lexical y mirar con ojo crítico los términos que nos inoculan.
Una palabra satanizada es: apego. En estudios psicoanalítico-etológico (Bowlby) y de campo (Ainsworth), el apego se propone como uno de los mecanismos adaptativos del animal gregario. Es así que el amor es una necesidad fundamental para el ser humano y la capacidad para desarrollarlo es innata. Estudios demuestran que la violencia y otros eventos antisociales pueden tener un correlato con el apego patológico.
Pichon Riviere afirma que el amor es un generador de comunicación. Si esto es cierto, su carencia implica una fisura en la capacidad de comunicarnos. En la comunicación afectiva es vital que podamos armonizar con el otro en el campo de los elementos comunes que inicia con una lengua común. Mientras mayor sea el campo de tal comunión, más efectivo será el intercambio de afecto.
Otro problema que hemos observado en los discursos que circulan, es el concepto de pertenencia versus libertad. La paradoja de la libertad absoluta es que necesitamos siempre a alguien, al menos para decirle que somos libres, y más aún, asumiendo que el ser humano es gregario, necesitaremos un sistema lengua-cultura donde la palabra libertad cobre sentido. “Solo, no eres nadie”, es por ello que formamos vínculos.
Berenstein, psicoanalista argentino, afirma que somos sujetos del vínculo, es decir estamos sujetados en la red vincular. Además, el vínculo temprano tiene su resonancia en las relaciones entre adultos. El vínculo significativo deja, siguiendo a este autor, unas marcas inconscientes. A partir de esta teoría, vínculo y pertenencia construyen el yo.
La renuncia de una base segura es traumática, la pérdida implica el derrumbe de un sistema llamado familia. Es decir, si asumimos que la represión originaria aparece por la renuncia a la madre, la renuncia del segundo orden implicaría a la pareja, lo que envuelve una reedición de la perdida fundamental y por tanto un desgarramiento repetido. El amor, en cualquier caso, espera reciprocidad. En la medida en que me entrego de forma madura, demando una entrega madura.
Finalmente, lo que hemos querido es desmitificar ciertos términos, “categorías” ideológicas que predominan y forman parte de procedimientos que no están enmarcados en la compresión cabal del humano, de su comportamiento y consciencia, que es lo que el final importa a la psicología. Puede que dichos términos sean válidos en otros contextos, mas no lo son en el estricto campo de la disciplina psicológica.
Espero que los psicólogos podamos explorar nuestro acervo lexical y mirar con ojo crítico los términos que nos inoculan. El campo de la investigación es quien debe nutrir la teoría y no la especulación y los intereses. Como dijo una vez Huberto Bogaert, a propósito de una entrevista relativa a un caso de peritaje: “no podemos intentar adecuar la realidad a categorías y conceptos sino adecuar nuestros conceptos a la realidad”, lo que es posible con la investigación.