¿A cuál escuela de psicología profunda le anexamos para su estudio de la influencia de la palabra dólar en la psique? Palabra de origen español. Quizás el aporte más grande que le ha hecho la lengua española a la inglesa, vía Estados Unidos de Norteamérica, para balbucearla tanto en la alegría como en el llanto.

Solo el hecho de la mención de la palabra: dólar, ya estamos temblando, transitando por caminos de flores, entre hileras de árboles verdes y frondosos, envueltos en sinfonías de pájaros de diferentes cantos, galaxias, respirando aire puro, no importa que se consigan por caminos yermos e incendiados.

El dólar es como la nación norteamericana, listo para avasallar y aplastar, cerca o lejos de paraísos perdidos y recobrados por cualquier medio, a pie, por el aire o montado. Nada más hay que pensar en la República Dominicana respecto al dólar, que si no es por las remezas que envían los exiliados económicos estuviéramos agonizando. Imagínense que eso no pasara, no se sabe a qué hoyo, de cualquier color, iríamos a parar, si es que ya no lo estamos y creemos que estamos fuera cuando es todo lo contrario ¿El hoyo puede ser negro, blanco, desteñido o morado? No quiero saberlo. Son de esas verdades, como las noticias de la muerte de un familiar o conocido que, cuando nos las dicen, nos negamos a creerlas con el llanto contenido.

El dólar ha cambiado nuestra psicología, sociología, filosofía, economía y teología y quien sabe más que escuela de conocimiento del hombre. Pues, desde que esa moneda empezó a incidir, a pesar o a favor, ya sin pudor sobre nuestra incipiente sobrevivencia del día a día, el naufragio siempre está a la vista aun en el mar en calma. Una economía dolarizada, el sueño del tonto útil.

Los sectores de la búsqueda del día a día, los empresarios, el profesional liberal aspiran al pago en dólar. Los choferes del concho hasta el limpiabotas, frutero, friturero, etc., todos sueñan estar regulado por el dólar y recibir el pago, constante y sonante. “Es que huelen tan bien y son tan lindos”, de cualquier boca desdentada o con todos los dientes afuera se oye.

Reconózcalo, el dólar nos ha transformado. Lo terrible es que no éramos ni somos familia desde antes de la incidencia del dólar en nuestro día a día y menos ahora.  Por su búsqueda y acumulamiento somos capaces de todo y no es para menos, los hijos legítimos de USA también los son. El dólar nos vuelve locos, como lo haría, en menos o más proporción, la Libra de esterlina en su momento, el Franco francés o el Marco alemán o la Morocota española; pero el que atormenta ahora es el dólar, como mañana puede ser el Yen de la China del espíritu de Mao.

El dólar nos transforma el alma y el cuerpo, nos quita la seguridad de pensarnos sin futuro, nos convierten en pacientes de cáncer, diabéticos, hipertensos y aspirar a vivir en una torre de esas que usted sabe dónde están, que una casa no es una casa sino se parece al apartamento de una torre de veinte pisos, una villa, una tierrita para vacacionar nuestro ocio occidental de origen ecléctico y erótico, de todo pagado sin mucho esfuerzo y uno que otro viajecito en la agenda personal para gastarnos los dólares conseguidos con el cuchillo en la boca o en la cintura al exterior, para echarles vaina a la imagen reflejada en el espejo.

El dólar nos quita lo simple para convertirnos en seres complejos, que no hay psicólogo y siquiatra que oiga paciente alguno que no termine soñando en pagos en dólares. En verdad, que sin dólares pensar no tiene sentido.

Ser comunista, marxista leninista, estalinista, maoísta, castrista, balaguerista, bochista, peñagomista y trujillista; escritores, empresarios, abogados, médicos, ingenieros, contables; académicos, universidades, legisladores, dirigentes políticos, religiosos, periodistas y ni decir los partidos políticos emergentes o no; sin el dólar nada valen, inclusive desnudarse carece de sentido y, envejecer tiene menos sentido que una guayaba podrida y orar, sino hay dólares, constante y sonante, subiendo hasta al cielo y cayendo como lluvias de aguas vivas para la alegría interna de ese cristiano…

¿Qué no se compra con el dólar? Hasta la Bella alma de don Damián. ¿Hay que culpar al dólar de que ya no haya hijo para padres, esposa para el esposo y un largo etcétera?, pero si la amante para el amado. Llega la pregunta: ¿fuera más fácil resolver el problema haitiano con dólares que el que le ha ocasionado a la sociedad dominicana? El dólar nos ha convertido en lavanderías, en depósitos de chatarras, en paraíso de GLTB, en familia dividida, en cloacas respecto a los deberes y derechos para con nosotros mismos y nuestros semejantes, que somos nosotros mismos frente al espejo que se cayó esta mañana por estar pensando en dólares y en la manera de conseguirlo. ¿Cómo defenderse del espíritu del dólar, del dejar pasar y dejar hacer, pretendiendo que él, el dólar, todo lo resuelve?

Ah, dólar de las denominaciones del uno al veinte, que son los peligrosos, encierra toda la espiritualidad compleja, dominante, de la sociedad norteamericana y sus satélites con orgullo. ¡Loas al dólar y su capacidad de disgregarnos y pensarnos como evacuados!