Pedernales está en boca de mucha gente por la apuesta al turismo que primero han hecho emprendedores locales y luego el Gobierno a través de un modelo que ha dicho es de alianza público-privada bajo la sombrilla de un fideicomiso.
Excepciones aparte, la rutina mediática ha sido dominada por la poderosa maquinaria publicitaria estatal que ha enfatizado en las bondades del proyecto de desarrollo turístico y en la gran riqueza de recursos naturales de esta provincia de la frontera sudoeste.
Pero el diario Hoy, en un suelto reciente de segunda página con fotografía del reelecto presidente Luis Abinader, ha puesto el dedo sobre una llaga. Ha advertido sobre ralentización en la construcción de las obras.
“Parece que las cosas no andan del todo bien en el proyecto turístico de Pedernales. La velocidad de días pasados desapareció y algunas obras de infraestructura han perdido impulso. Las razones hay que buscarlas por el Palacio Nacional porque nunca el proyecto ha descansado en los escritorios de Turismo”.
Partiendo de que la observación proviene de un medio prestigioso, que no es antigobierno, es importante que Palacio se ahorre desmentido o indiferencia y entre en acción.
La desaceleración en obras del proyecto es real, salvo el acueducto y la oferta de cursos técnicos. La mayoría fue prometida para el período de gestión que termina el próximo16 de agosto.
En un cuatrienio habrían hecho dos carreteras como la Barahona-Pedernales, o, al menos, el vital tramo Pedernales-Oviedo en el territorio de la provincia y el Aceitillar-Puerto Escondido, a través de Sierra del Baoruco, para darle el respiro de otra opción vial a los pedernalenses.
A la velocidad prometida habrían construido dos terminales de cruceros comenzando de cero (el actual se hace a partir del muelle de exportación de bauxita y caliza de la minera estadounidense Alcoa; dos o tres hoteles completos (750 habitaciones) del paquete de nueve; el requeté prometido frente marino de kilómetro y medio en la playa local (paseo, malecón, viviendas, plazas comerciales); proyectos habitacionales para desarrabalizar el municipio, servicio eléctrico eficiente, centro cultural, edificio de oficinas públicas, agua potable para Oviedo. La edificación del aeropuerto internacional debía de estar avanzado.
En víspera de las elecciones congresuales y presidenciales del 19 de mayo, le solicitaba en X al mandatario-candidato que, si ganaba el proceso (la coyuntura le favorecía), debía de montarse en un vehículo utilitario en Barahona y viajar 122 kilómetros hasta Pedernales para sentir el dolor rutinario de la gente que vive por allí.
Y ya en los municipios Oviedo y Pedernales, distritos municipales y parajes incluidos, hablar con los dolientes sin la mediación del runrún de funcionarios a los oídos, ni la exclusión de personas etiquetadas como desafectos a la gestión.
Se sorprendería el presidente. Después de muchos halagos, los primeros en contarle la verdad serían los mismos militantes y simpatizantes del oficialista Partido Revolucionario Moderno porque también son parte de la casa de los sufridos.
Ya en su segundo mandato –último, asegura él- Abinader tal vez necesite “ponerse chivo”, afinar la puntería, porque el mar, aunque luzca en calma, podría inquietarse de malas maneras y provocar un naufragio en el último tramo de la travesía. Señales hay. Sería fatal en tanto opacaría sus aportes y sólo dos o tres consoladores agradecidos aparecerían ocasionalmente en su residencia de La Julia.
Tiene un espejo perfecto para mirarse cada minuto en el tenebroso final de la gestión de Hipólito Mejía (2000-2004) con la crisis bancaria y los sinsabores de la grave inflación que quebró al país y benefició a unos cuantos.
Bien que los funcionarios le cuenten al presidente, pero bien también si él se zafa de esas redes y va al ruedo, solo, a verificar obras y escuchar (no oír) a los actores sociales de las comunidades donde regularmente la música suena en otro tono.