Con los parques nacionales Jaragua y Sierra Baoruco, Pedernales aporta a la sociedad dominicana y al mundo cerca del 70 por ciento de su territorio de 2,080 kilómetros cuadrados. Son ecosistemas de alta restricción, prohibidos para desarrollos urbanísticos y otras actividades de humanos.
Impresionante. Ninguna provincia de República Dominicana registra ese nivel de sacrificio, y menos si se observa el empobrecimiento progresivo de la población, que ronda el 60 por ciento, y los precarios servicios de provisión de agua potable, salud, educación; recolección, disposición y tratamiento de desechos, sistema para aguas residuales, viviendas dignas.
Este pueblo del extremo más austral del país, en la frontera con Haití, ha sufrido históricamente la tortura de la indiferencia por parte del Estado, de operadores económicos y de medios de comunicación, excepciones aparte. Es como si no existiera.
Lo poco significativa de su masa de votantes (18, 968, con 6,663 de ellos en Oviedo, según el padrón electoral para proceso del 2020), las escasas facilidades para los inversores y la distancia de la capital (307 kilómetros), más su condición de fronteriza con el país más pobre del hemisferio, la colocan en la condición de la comunidad más abusada, la cenicienta.
Pese a la exclusión, su gente es, en general, tranquila. A ratos, insoportablemente tranquila. Se acerca a cero la tasa de homicidios (femicidios, incluidos); la convivencia aún es llevadera, pese al palpitar del narcotráfico y consumo de drogas prohibidas y legales. Nunca se rebela en contra de quienes conculcan su derecho a la vida digna. Ni siquiera en contra de los que han usufructuado sus riquezas naturales y se burlan de ella.
Ante un drama así, ningún pedernalense sensato rechazaría las inversiones privadas y estatales, sean de factura local, nacional o extranjera, siempre que cumplan con la normativa legal nacional.
Dos proyectos están en carpeta y merecen el espaldarazo unánime porque activarían la economía provincial.
Uno, el frente marino, actual gestión de gobierno. Planificado pero enchivado. La construcción del malecón, desde Radio Pedernales, al terminar la Duarte, hasta cerca de dos kilómetros, al este, donde comienza el área de Bucanyé; más zonas recreativas, plazas comerciales, restaurantes y viviendas, agregarían un atractivo turístico y crearían fuentes de empleos cercanas a la comunidad.
Y dos, el proyecto ecoturístico Bucanyé, privado. El plan maestro y el diseño han estado en manos de una empresa con solvencia profesional y conciencia ambiental: Marcelo Alburquerque Arquitectos.
Un conocido arquitecto urbanista, quien ha hecho estudios en el área, ha sostenido que la iniciativa es factible, incluso más conveniente para los pedernalenses, por la cercanía, si no se anarquiza ni transgreden los criterios establecidos por la Ley de Áreas Protegidas (202 de 2004) para una Área Nacional de Recreo, que es la zona de Bucanyé.
Late el temor a que suceda lo mismo que en otros polos, con la violación de la disposición de 60 metros a partir de la costa; la eliminación de lagunas y manglares y la sobrecarga de suelo y altura permitida.
Normal y saludable. Fatal que no hubiera dudas. Debe sentirla también cada pedernalense, sin importar partido político.
La alerta debe estar activada siempre para que nadie deprede nuestros recursos naturales, pero también para que nadie, desde la capital, se erija en estandarte de la ética y, mediante chantaje, impida el progreso y el desarrollo deseados por nuestra gente.
Mucho menos marginando nuestra participación y nuestras voces como pueblo dueño de los recursos, víctima del abandono y el desprecio por parte no solamente de sucesivas gestiones de gobierno, funcionarios y políticos, sino de organizaciones de la sociedad civil y líderes de opinión.
Palacio y los ministerios de Medio Ambiente y Turismo deberían acelerar sin miedo las diligencias para que arranquen los proyectos en cuestión. El impacto al medioambiente será mínimo.
No queda tiempo para perder. Los intereses del colectivo Pedernales no deben estar sujetos a caprichos ni a politiquería.