El pasado 16 de marzo de 2023 una polémica propuesta de reforma al sistema de pensiones, promovida por el presidente francés Emmanuel Macron, se aprestaba a someterse al voto del parlamento francés.  Para que fuese aprobada Macron necesitaba 289 votos. Tenía 260 de su partido, de los cuales no todos estaban seguros.

La reforma del sistema suponía/supone llevar la edad de retiro de 62 a 64 años. Este nuevo intento de Macron provocó mucha agitación y protesta en Francia. Hasta la pasada semana, hubo tumultos ocho veces en las últimas siete semanas. Ha habido un un número masivo de ciudadanos protestando, los servicios de metro y autobús han estado limitados y -a causa de que el servicio de recogida de basura también ha estado en huelga- la basura se ha acumulado en montañas.

De Francia siempre he guardado un recuerdo: hace muchos años, caminando por alguna de las calles de París, cautivó mi atención un letrero que desplegaba el horario de trabajo de una oficina: “De 10.00 a. m. a 12m. y de 2.00 p. m. a 4.00 p. m.” “Wao. 4 horas por día”, me dije. También recuerdo los esfuerzos del presidente Sarkozy por aumentar la cantidad de horas semanales de jornada laboral y los trastrueques que ello supuso. Con el paso de los años supe que en Francia hay una fuerte convicción de que no se quiere el capitalismo salvaje. Según especialistas, el trabajo en Francia tiene una connotación negativa; la vida comienza cuando el trabajo termina. Subyace al retiro la idea de viajar, conocer playas, jugar boules al atarceder -de la mano de un trago de pastis- mientras se comparte con amigos y familia. Esa es la vida. La fraternidad, de hecho, forma parte del lema nacional (liberté, egalité, fraternité). Macron, sin embargo, cree que la sociedad francesa debe trabajar más. Tiene un punto que parece válido: la sostenibilidad del sistema. Para 1960 por cada pensionado había 4 trabajadores activos. Para el año 2000 ese número se redujo a 2.1 y en la actualidad ronda 1.7.

A pesar de los avatares, el presidente Macron decidió seguir adelante con su propuesta de reforma sin someterse a los designios del voto. Mediante la aplicación del art. 49.3 de la constitución francesa, Macron se libró de someter a aprobación de los diputados su proyecto de reforma, sacrificando con ello el legado que quiere dejar a la sociedad francesa, sobre todo ante una eventual victoria electoral de la extrema derecha. Todo luce indicar que la reforma va hacia adelante. Ya veremos.