El Estado capitalista emplea diversas estrategias para silenciar los sectores disidentes de la sociedad en su intento por deslegitimar y desmovilizar a quienes se atreven a alzar la voz de la protesta.
La represión se manifiesta no sólo a través de la violencia física, sino también mediante la cooptación de sectores de la oposición y la manipulación de la opinión pública, dando paso a la normalización de un marco donde la disidencia se siente acorralada. Partiendo desde ese contexto, la lucha por la transformación social enfrenta una turba de adversarios y fuerzas conservadoras que utilizan tanto la persuasión como la coerción para mantener su control social.
En Santo Domingo, la compra de activistas e intelectuales se ha convertido en una práctica normal. Aquellos que desde el movimiento Marcha Verde y otros espacios defendieron la lucha popular ahora se alinean abiertamente con los intereses del poder a cambio de beneficios económicos o privilegios sociales. Otros, pertenecientes a la “vieja guardia” del pensamiento crítico dominicano surgido en la etapa pos dictatorial, han dado un abrupto giro a la derecha con el transcurrir de los años.
Progrewashing
Lo más llamativo (y a la vez preocupante) de ese giro conservador es que esa misma camada de intelectuales insiste en mantener una pose progresista o de izquierda con el fin de confundir y lavarle la imagen al sistema de opresión y explotación vigente.
Obviamente muchos que se autoproclaman progresistas en voz alta y baja han optado por priorizar intereses personales sobre principios políticos democráticos, traicionando así la lucha de aquellos que realmente buscan un cambio real.
Ensimismados por las mieles o el jalao del poder, a los sectores progres o pseudo-progresistas del gobierno de Luis Abinader los une su pertenencia clasemediera.
Dentro de la fauna progre hay algunas feministas pero solo son “feministas” si se trata de defender sus cuerpos blancos y privilegiados y nunca salen en defensa de mujeres negras dominicanas o de origen haitiano. Algunos progres son funcionarios que cumplen los roles de viceministras/tros y otros han sido nombrados asesores o ministros sin cartera como premio de consolación. Aún así, disfrutan de las mieles del poder, del acceso a bienes y servicios, viáticos y becas para estudiar en el extranjero, etc.
Movidos por la ambición y una ciega fe en el sistema capitalista que anhelan reformar, los progres dentro y fuera del gobierno le lavan la carita trujillista al gobierno; estas bocinas progobiernistas forman parte del ejército de tumbapolvos, personeros, lambones y oportunistas que chupan el presupuesto del Estado dominicano.
Son progres que dicen una cosa y hacen otra. El engaño, la deshonestidad y las posturas antidemocráticas forman parte del centro de su accionar.
Al final de cuentas, todo esto forma parte de una estrategia propagandística la cual nos atrevemos a caracterizar como progrewashing. [1] El progrewashing sirve de escudo a los sectores de poder en Santo Domingo cuando llueven las denuncias y críticas acerca de las violaciones de derechos humanos impulsadas por las leyes racistas y la persecución anti-haitiana en marcha. Si estamos como estamos es a consecuencia de esa alianza entre progres y ultra-derechistas que quieren un pedazo del pastel.
Los sectores pseudo progresistas en Quisqueya que apoyan al gobierno empujan dos estrategias ideológicas enlazadas entre sí: la borradura de la memoria histórica y el desarmarme político de las nuevas generaciones que anhelan un futuro más justo, democrático y diferente.