Un artículo periodístico escrito por Francisco De Zárate estimula a la reflexión sobre el rol del Estado en la economía, con propuestas para enfrentar la narrativa libertaria de los nuevos tecnócratas de Sillicon Valley. (https://elpais.com/economia/negocios/2025-02-08/el-estado-como-ultimo-muro-del-bien-comun-recetas-para-parar-los-pies-a-los-oligarcas.html)
Siguiendo la línea de la economista italiana Mariana Mazzucato, el escrito plantea la necesidad de que el Estado regule e incentive las inversiones orientando los intereses lucrativos del sector privado para que no entren en contradicción con el interés común.
Al mismo tiempo, el Estado debe recibir el retorno de los beneficios por su inversión, dividendos que usualmente han sido privatizados como el caso de las ganancias provenientes de la investigación biomédica.
Siguiendo la línea de Dani Rodrick, profesor de Economía Política de la Universidad de Harvard y Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, el referido escrito incita a pensar sobre la necesidad de un nuevo consenso posneoliberal en que el Estado pase a ser una instancia que establezca las condiciones de posibilidad del bienestar.
En otras palabras, el Estado debe asumir una serie de estrategias que impliquen la creación de programas especiales dirigidos a áreas muy específicas del desarrollo como las energías renovables y la salud y crear las condiciones para la generación de empleos lo suficientemente remunerativos para incrementar una clase media sólida.
A la vez, el Estado está llamado a desempeñar un rol más creativo en la era de la inteligencia artificial. En el centro del debate está la problemática de la producción pública de modelos algorítmicos que respeten la privacidad de los datos, así como los valores democráticos que hoy distancian a las grandes empresas tecnológicas, dispuestas a adherirse a proyectos políticos autoritarios siempre que estos les permitan incrementar sus ganancias.
Se trata de trascender el clásico gasto social estatal, pues el modelo de la redistribución no es suficiente para reducir las desigualdades, los descontentos y los resentimientos sociales que hoy son el caldo de cultivo para la emergencia de los líderes populistas.