El cacao abriga el corazón de los comunitarios de la región Norte. A medida que los rayos del sol acarician las hojas de los árboles de amapola y delinean el camino hacia una de las numerosas fincas de cacao que pueblan la zona, las mazorcas se presentan como testigos de nuestra llegada. La experiencia se enriquece con el aroma peculiar de este fruto ligada a las hojas secas que adornan la tierra, estimulando los sentidos para conocer las historias de los productores locales que en el día a día se dedican a esta noble tarea del cultivo de cacao.

La República Dominicana es uno de los países de mayor producción de cacao certificado en el mundo y con gran reconocimiento a nivel global, proporcionando beneficios indirectos a más de 350,000 personas e involucrando unas 40,000 familias de pequeños y medianos productores.

Para continuar con el compromiso de llevar cacao de calidad a tierras extranjeras, ha sido necesario mejorar la productividad en las fincas, siendo este un desafío para asegurar la sostenibilidad a largo plazo de las producciones cacaoteras.

Con el objetivo de promover una gestión sostenible de los ecosistemas en un entorno de desarrollo transformador y responsable con el planeta, desde el 2016 el PNUD acompaña a Mondelēz International en el diseño e implementación del Programa Cocoa Life en 33 comunidades cacaoteras en el país, en alianza junto a la Fundación para la Asistencia Social, Recuperación y Manejo Orgánico de Plantaciones Cacaoteras (FUPACORA) y Confederación Nacional de Cacaocultores Dominicanos (CONACADO).

Mejorando la productividad de las fincas y mejorando la vida de los productores de cacao

Ramón Beltrán en Yamasá y Manuel Antonio Ozoria en Nagua son dos de los más de 1,800 productores de cacao beneficiados del Programa Cocoa Life en la República Dominicana, iniciativa que, además de proteger los ecosistemas, busca transformar la vida y los medios de vida de los productores de cacao, incluyendo a sus familias y comunidades, además de fortalecer la cadena productiva del cacao a través de un enfoque de producción sostenible, implementando buenas prácticas agrícolas de este cultivo. A la fecha, el Programa ha impactado 9,324 hectáreas de cacao en las comunidades donde han sido implementadas acciones transformadoras para sus habitantes.

“El cacao es una fuente de ingresos para mi familia. De ahí es que yo he educado a mis hijos, he tenido mi casa, mi camioneta y mi vida ha sido de aquí, porque mi padre y mi madre me criaron con el cacao”, señala Beltrán con una gran sonrisa en su rostro al contarnos como ha impactado este Programa en su vida y en su finca de cacao en la comunidad de El Jaguey, en Yamasá.

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Ramón Beltrán en su finca en El Jaguey, Yamasá. Foto: Yael López

Dentro de las prioridades del Programa Cocoa Life, como compromiso con la mejora de la productividad de las fincas de cacao mediante el uso de buenas prácticas de manejo del cultivo, el proyecto ha trabajado en el fortalecimiento de las capacidades de los productores para gestionar las fincas mediante la implementación de las Escuelas de Campo (ECAs).

Beltrán nos cuenta sobre las diferentes capacitaciones que recibió, siendo uno de los 1,345 productores de cacao beneficiados de los talleres técnicos sobre Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) donde adquirió diversos conocimientos, como por ejemplo el uso de plantas injertas para sembrar cacao en sustitución del cacao híbrido.

“Antes del proyecto aquí había un cacao muy alto, muy trabajoso y muy costoso, y ahora desde el suelo uno la recoge” nos cuenta Beltrán.

Empoderando a los productores de cacao para fortalecer sus medios de vida en sus comunidades

En apoyo a la implementación de iniciativas que mejoren la calidad de vida de los comunitarios, el Programa Cocoa Life junto a los socios FUPAROCA y CONACADO han apoyado diferentes emprendimientos productivos en las localidades cacaoteras donde se desarrolla el programa, como es el caso del vivero “Alimentando y Reforestando”, negocio familiar de Manuel Ozoria en El Factor, Nagua, quien inició con una mazorca de cacao y ahora, 7 años después, tienen una gran variedad de plantas con ayuda de los conocimientos adquirido de las capacitaciones del Programa.

“Antes no sabíamos mucho, pero a través de las capacitaciones de CONACADO ahora sabemos llevar los controles, la entrada y la salida, la limpieza del control de desecho sólidos, cambio climático y contabilidad” señalaba Ozoria, quien más adelante nos nombró las innumerables cantidades de plantas de frutas, flores y plantas ornamentales que posee en su vivero.

Manuel y Andi Ozoria en el vivero familiar “Alimentando y Reforestando” Foto: Yael López

Uno de sus hijos, Andi, también ha sido participe de las capacitaciones impartidas por la iniciativa, integrándose al negocio luego de la pandemia del COVID-19 para estar cerca de la familia. Esto ha permitido poder incrementar la productividad en el emprendimiento familiar junto a su padre. “A través de estos cursos yo he adquirido muchos conocimientos, lo que yo consigo no lo puedo malgastar, lo invierto de nuevo aquí y eso me incrementa mi estado económico porque trabajar en familia es muy bueno” nos comenta.

Estas actividades además de permitir que los comunitarios puedan diversificar sus fuentes de ingreso más allá del cacao, también representa una excelente oportunidad para elevar las condiciones de vida de las personas e incentivar a la creación de nuevos emprendimientos comunitarios.

El PNUD está comprometido en continuar apoyando iniciativas que impulsan el desarrollo sostenible con un enfoque integral que garantice generar impactos positivos en la vida de todas las personas, sin dejar a nadie atrás.