El pasado proceso electoral del 28 de julio en la República Bolivariana de Venezuela, en el que el Tribunal Superior Electoral ratificó la reelección del presidente Nicolás Maduro Moros, según la declaración inicial del Consejo Nacional Electoral, ha marcado un punto de inflexión significativo que redefine el panorama político tanto para el oficialismo como para la oposición.
Controversias resueltas por tribunales contenciosos:
Brasil-2022,- Jair Bolsonaro impugnó el triunfo de Lula da Silva ante el Tribunal Superior Electoral, y certificó a da Silva 43 días después del triunfo.
Paraguay-2023.- dos candidatos desconocieron la victoria de Santiago Peña, el Tribunal Superior de Justicia Electoral ratificó un mes después en favor de Peña.
Guatemala– 2024.- Bernardo Arévalo es certificado cinco meses después de ganar las elecciones con impugnaciones por el Tribunal Supremo Electoral.
México. –2024, Xóchilt Gálvez impugnó la victoria de Claudia Sheinbaum. El Tribunal Electoral que descartó las objeciones y certificó a la ganadora dos meses después.
Estados Unidos- 2020, Donald Trump cantó fraude contra Joe Biden en varios estados. Tribunales electorales rechazaron las denuncias y Biden se certificó 41 días después.
En cada caso, los tribunales superiores de cada país ratificaron los resultados a pesar de las impugnaciones, subrayando la importancia de instituciones sólidas en la resolución de conflictos post-electorales. Sin embargo, en Venezuela, la confirmación de la reelección de Maduro no solo refuerza la solidez del oficialismo, sino que también expone las debilidades internas y la falta de estrategia cohesiva dentro de la oposición.
Se advierte que el impacto de estos resultados electorales y pos-electorales, tienden a debilitar, fraccionar y profundizar aún más a la oposición, al tiempo que pone en dudas y cuestiona su capacidad de liderazgo, ante sus seguidores internos y ante sus aliados internacionales, sobre todo Estados Unidos y la Unión Europea, que han buscado colocarla como una alternativa viable, con capacidad para derrotar al vigoroso Partido Socialista Unido de Venezuela, articulado en el Gran Polo Patriótico.
Otra lección que parece quedar suficientemente evidenciada, es la innegable desconexión entre los líderes opositores y la realidad diaria de los venezolanos, que ven desvanecerse la promesa de un cambio que no se materializó, lo que como cosa natural comienza a producir un creciente desencanto entre sus seguidores, quienes ven cómo sus esperanzas se diluyen, tras un ciclo de derrotas consecutivas, en tanto no se advierte la superación de las divisiones internas dentro de la oposición.
Aunque en las elecciones recientes lograron un avance significativo en la tan necesaria y cacareada unidad opositora, centrada en la construcción de una estrategia política clara y coherente, en lugar de recurrir a denuncias de fraude y a las llamadas guarimbas, formas de protesta violenta que han demostrado ser ineficaces a los fines de ganar el poder.
Un camino lleno de desafíos
El camino por delante para la oposición es difícil y está lleno de desafíos, a lo que se suma el hecho de que históricamente no han tenido un plan electoral sólido y se han enfocado más en denunciar fraudes y promover protestas post-electorales que en desarrollar una plataforma política capaz de ganar el poder a través de las urnas.
Esta falta de conexión con la realidad política del país ha llevado a que tanto dentro como fuera de Venezuela, incluso entre sus antiguos aliados, muchos den la razón a la dirigencia chavista, que ha sido reiterativa en el llamado a la oposición para que abandone su dependencia del tutelaje extranjero, especialmente de Estados Unidos, y del poder mediático global, y se constituyan como una verdadera fuerza política con capacidad de competir electoralmente.
De hecho, del 48% de los votos obtenidos por la oposición en las pasadas elecciones, la mayoría provino de sectores más radicales, mientras que la derecha socialdemócrata representa una porción mucho menor. Esto evidencia que, de dejar de depender del apoyo extranjero y enfocarse en una agenda más centrada en los intereses nacionales, la oposición podría experimentar tiempos de mayor estabilidad y reconocimiento, permitiendo una competencia política más sana por el poder.