El gobierno del cambio ha trillado un camino notable en materia de protección social y atención a los más pobres. La duplicación del número de hogares que recibe un subsidio también duplicado, la afiliación de más de dos millones de personas al SENASA, la disminución (modesta) del hambre y la indigencia y el proyecto de Cabo Rojo-Pedernales son 4 encomiables iniciativas. Ahora se añade el ambicioso programa “A comer: del campo al Colmado”, el cual aspira a bajar los precios de los alimentos para los consumidores más vulnerables de la población. En teoría su esquema organizativo luce pertinente, pero su gerencia y ejecución podrían ser bien retadores.

Hace añales que se venía criticando que los segmentos más pudientes de la población compran sus rubros alimenticios a precios más bajos en los supermercados, mientras los pobres los pagaban hasta un 25-40% más caros porque compran en los colmados (ver gráfica). Por eso la promesa del citado programa es nada menos que trascendental. Su objetivo principal es bajar los precios de 16 productos alimenticios que son expendidos por los 90,000 colmados del país. Estos productos incluyen: aceite, arroz, ajo, azúcar, cebolla roja, plátano, papa, batata, yuca, huevo, habichuela, leche, espaguetis, sal molida, sardinas y salami.

Con el programa se buscará lograr una significativa reducción (o eliminación) de la intermediación entre los productores y los minoristas a fin de que se beneficie el 60% de la población que compra sus alimentos en los colmados. En un artículo del pasado año, quien escribe había notado el efecto pernicioso de los intermediarios sobre los precios de los colmados.  Ellos “compran a los productores originales de los bienes, quienes generalmente son comerciantes mayoristas y/o vendedores que se ubican en los mercados municipales. El margen que perciben al vender a los colmados los productos que constituyen la alimentación básica infla los precios finales muy hirientemente para los pobres, quienes en su gran mayoría no compran en supermercados.” Así el sistema de distribución castiga a los pobres y favorece a los ricos.

Penosamente, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas ha señalado que los colmados brindan a la población muchas ventajas, pero “ninguna de ellas tiene que ver con una ventaja en los precios: la variedad de los productos ofrecidos, la flexibilidad y amplitud de horarios, la posibilidad de comprar en pequeñas porciones o al detalle, la comodidad del servicio gratuito de entrega a domicilio e incluso las facilidades de pago y de crédito. Muchas veces, también, son el comercio más cercano o el único físicamente accesible”. Pero los colmados no tienen la capacidad de comprar directamente a los productores. INESPRE lo logra porque compra a volumen, pero su red de distribución directa a los consumidores es muy escasa. Sus mercados populares y bodegas móviles no dan abasto ni sustituyen a los colmados.

 

Un principal pilar del nuevo programa contempla el uso de las organizaciones de productores. Buscando estabilizar los precios de sus productores miembros recibirán el crédito necesario del Banco Agrícola, además de insumos subsidiados como el urea de los fertilizantes. En el otro extremo del esquema se espera que sean las cooperativas de los minoristas (o dueños de colmados) los que sean los compradores de la producción del campo y/o la industria. Esta sencilla estructura puede variar con la intervención de los mercados municipales, los cuales son actualmente parte de la cadena de intermediarios. Pero se espera que ellos reciban los beneficios de un suministro y unos precios estables que puedan traspasar a las cooperativas.

 

A primera vista el esquema organizativo parece ser muy adecuado. Básicamente, se estará instando a las organizaciones de productores a competir en materia de precios y calidad de los productos frente a las cooperativas. Fue muy positivo que en el acto de lanzamiento se enfatizara la planificación de los cultivos por parte del Ministerio de Agricultura y del Banco Agrícola. En el acto también se anunció que el programa comenzará a ejecutarse en Santo Domingo Oeste para extenderse gradualmente a todo el Gran Santo Domingo y luego a todo el territorio nacional. El presidente Abinader lució cauteloso al enfatizar que la implementación del programa se tomará un tiempo y que sus frutos no se cosecharan de inmediato.

Ciertamente, lo que ha sido una aspiración de larga data no podrá lograrse en el corto plazo. Si bien algunas organizaciones de productores podrían incorporarse al programa de inmediato, habrá que crear y/o reforzar otras para que actúen con la planificación y la eficiencia deseable. Por otro lado, la creación y lanzamiento de las cooperativas de minoristas será una reto mayúsculo en tanto el grueso de los colmados están acostumbrados a manejar sus compras individualmente. (Las cooperativas rurales serían aún más difíciles de orquestar.) Pero el hecho de que el programa Supérate ha logrado conformar entre los colmados una Red de Abastecimiento Social, y que muchos colmados actúan como agentes bancarios, podría ayudar a conformar más rápidamente esas cooperativas.

Lo que no queda claro es el destino de los actuales intermediarios y de los mercados establecidos. Los primeros se verían desplazados totalmente a menos que las entidades actuantes –léase Ministerio de Agricultura, Banco Agrícola, Promipyme, etc.—busquen la manera de usar sus servicios en algunas de las tareas (por ejemplo, el transporte). Otra alternativa sería la de facilitar créditos y entrenamiento para que puedan desplazarse a otras ocupaciones. No se dispone de información sobre la cantidad de intermediarios agropecuarios e industriales, pero deben ser miles. Y su eventual desocupación podría representar un costo político no deseable.

¿Qué rol deben jugar los mercados existentes donde una gran proporción de los colmados compran sus insumos? Como muestra el gráfico adjunto, los mercados también juegan un rol de intermediarios, aunque sus márgenes sean más reducidos. Cerrarlos a todos correría el mismo riesgo del señalado para los otros intermediarios, además de que supondría que los productores llevarían sus productos a los colmados directamente, lo cual a su vez implicaría una logística de transporte que complicaría el panorama para los productores. De ahí que la suplantación de los intermediarios y mercados actuales sea un tremendo desafío para la pléyade de entidades gubernamentales que estarían envueltas en el nuevo programa.

 

Obviamente, el nuevo programa no se puede ejecutar de la noche a la mañana. Orientado por la planificación del Ministerio de Agricultura, el Banco Agrícola tendrá que convertirse en un ente promotor y disciplinario para, a cambio de sus financiamientos, impulsar el surgimiento de las organizaciones de productores y las cooperativas de los minoristas. Ahora bien, INESPRE puede ayudar mucho porque de hecho ya tiene establecido sus conexiones con los productores y podría también exigir su organización como condición para efectuar sus compras. Idealmente, INESPRE podría ser el puente entre productores y cooperativas. Es obvio que, para ayudar en este esquema, INESPRE tendrá que reinventarse y jugar un rol clave.

El gobierno del cambio merece felicitaciones por haberse abocado a construir este nuevo esquema de suministro para los colmados, en complementación del rol del INESPRE. El slogan peñagomista de Primero la Gente inspira a ponerle primordial atención a la comida de los más vulnerables de la sociedad y nada como eso podría mejor garantizar un triunfo en las urnas.