En cuanto a la educación en los centros penales (cárceles), la situación que encontramos fue la siguiente: ausencia total de programas educativos en la casi totalidad de las prisiones del país.

En la Penitenciaría Nacional de La Victoria encontramos un local con algunas butacas deterioradas, el cual era llamado por los reclusos y los agentes policiales “la escuela”, pero ésta no funcionaba. Posiblemente en el cuatrenio 1978-1982, se impartió allí algún tipo de docencia, ya que fue en ese período cuando se instaló en la referida penitenciaría (en otro local de allá) una Escuela Vocacional de las Fuerzas Armadas, donde se enseñaban oficios y carreras técnicas como desabolladura y pintura, barbería, mecánica, ebanistería, plomería, electricidad, sastrería, etc.

Edgardo Hernández Mejía en la Escuela Vocacional de las Fuerzas Armadas que funcionaba en la Penitenciaría de La Victoria.

El mencionado local escolar estaba semi-abandonado. Fue acondicionado y equipado por nosotros para instalar allí un centro de alfabetización, el cual el padre Mariano bautizó como “Escuela Nuestra Señora de las Mercedes”. Luego, además de alfabetizar, se impartían allí clases regulares hasta el nivel de octavo grado.

También se ofrecían cursos de inglés.

En razón de que los recursos, los equipos y los maestros eran limitados, se decidió que la asistencia de los reclusos a la escuela fuera voluntaria (no obligatoria), con la finalidad de trabajar con los verdaderamente interesados en aprender.

Ya en el 1986 se implementaron campañas de motivación entre la masa carcelaria para aumentar la cantidad de reclusos con interés en integrarse a la escolaridad.

Edgardo Hernández Mejía entregando certificados a los reclusos alfabetizados en el penal.

Para ejecutar la tarea de alfabetizar a los reclusos iletrados de la totalidad de las cárceles del país, se seleccionó (en una primera etapa) un equipo itinerante de quince profesores asimilados al Ejército Nacional. Éstos visitaban las cárceles de todo en territorio nacional dos veces por semana, aplicando el sistema de enseñanza andragógico (método para docencia destinada a personas adultas).

Es de justicia reconocer los grandes aportes y la eficiente colaboración que para la realización de los programas educativos ofreció la Secretaría de Estado de Educación, por órdenes expresas de su titular, la veterana Maestra Ivelisse Prats Ramírez de Pérez.

Del mismo modo hay que reconocer que la Secretaría de Estado de Deportes y Recreación, por instrucciones del Secretario de Estado Luis Scheker Ortiz, suministró ayuda material (equipos deportivos) asesoría y personal, para practicar deportes en la mayoría de las cárceles del país.

Por primera vez en la historia de la República Dominicana se celebraron en las prisiones, a nivel nacional, campeonatos de diferentes disciplinas deportivas; lo cual se inició con la organización de lo que se denominó “Primeras Olimpíadas Penitenciarias”. Estos programas comprendían baloncesto, bolibol, gimnasia, ping pong, atletismo y sófbol.

Aunque en la ejecución de todas estas actividades deportivas se presentaron algunos actos de indisciplina, siempre se logró dominar la situación y excepcionalmente hubo la necesidad de suspender las competencias por motivos de anarquización de los juegos.

En relación a la higiene de las celdas se trabajó arduamente. Se contrataron compañías fumigadoras para realizar operativos mensualmente. También se coordinó con los Cuerpos de Bomberos de los municipios cabeceras de provincias con la finalidad de quincenalmente lavar a presión, con mangueras, los pasillos y áreas comunes de los penales.

Asimismo, la Dirección General de Prisiones contrató con los ayuntamientos la recogida de basura de las cárceles; lo cual se realizaba tres veces por semana.