Lo más complejo en el ejercicio de la psiquiatría y de la divulgación científica es hacer comprender que en algunos casos los trastornos de las emociones son una enfermedad. Vamos a hablar de nuevo de la depresión, que tiene un sustento biológico y en la mayoría de los casos es necesaria la intervención farmacológica, al igual que sucede con otro tipo de enfermedades, donde sí existe una mayor sensibilización social, como en el caso de la diabetes o el dolor osteoarticular, en los que no existe ningún tipo de recelo o resistencia al abordaje terapéutico, sino que está totalmente normalizado. Esto es mérito de las campañas de sensibilización en torno a estas enfermedades y de muchos años de pedagogía para la salud, una tarea esencial para hacer conciencia en la población.

Cuando los sentimientos enferman, como expliqué en el artículo anterior, se produce un desajuste de la bioquímica cerebral, estos pacientes tardan mucho tiempo en ser diagnosticados y por lo tanto se cronifican. Cuando acuden a la consulta, lo hacen con muchas dudas por la connotación peyorativa, el prejuicio y la marca social que persiste sobre la enfermedad mental y lo mismo sucede respecto a los fármacos.

El cerebro humano está protegido biológicamente de una forma que son muy pocas moléculas las capaces de atravesar la barrera hematoencefalica, una red vascular que impide la entrada de algunas de ellas y que otras tarden mucho tiempo en hacer el efecto terapéutico deseado. Por eso los antidepresivos tardan tanto en generar el efecto deseado y los abandonos son muy frecuentes por el desconocimiento de esta circunstancia. Y por esta razón es tan importante la divulgación y la información con una base de sustentación sólida o cualificada.

Sufrimos tanto y hay tantos pseudodoctores fijando dogmas acerca de este dolor psíquico que tenemos que tener claro dónde acudir y cuáles son las líneas rojas que no debemos traspasar. Los profesionales cualificados son los médicos y, después de un diagnóstico, ellos son parte de la toma de decisiones en la intervención farmacológica, que, con un seguimiento clínico y controles regulares, no producirá efectos nocivos, todo lo contrario te sanara de tu enfermedad y podrás retomar tu vida, es lo más esperanzador. La mayoría de las enfermedades mentales con un adecuado tratamiento farmacológico mejoran exponencialmente sus síntomas hasta hacer que puedas tener una vida social y afectiva normalizada.
Sin embargo, existe una concepción distorsionada sobre las intervenciones farmacológicas, muy en particular en el campo de la psiquiatría, y es errónea porque realmente todas las especialidades Médicas manejan sus sistemas con tratamiento farmacológico. El dolor físico se trata con fármacos y no he escuchado nunca a ningún traumatólogo decir “pon de tu parte para que esa lumbalgia se te pase…” o “ten una actitud positiva para que tu colitis se mejore…”

No existe dolor más grande que el psíquico, no hay síntomas más invisibles y que generen más sufrimientos que la ansiedad produce en quien la padece aislamiento afectivo, distorsiona tu pensamiento y también te entristece enormemente. Los sentimientos de incomprensión por parte de los demás de tu situación son constantes.

Que tus penas las valore un buen profesional de la salud, tus síntomas mejoraran, tu vida cambiará podrás recuperar tu autonomía interior y tu libertad mental.