La imagen demuestra el problema que crea utilizar precios socialistas sobre bienes en dos universidades del país: frustración en no obtener el estacionamiento por el que se pagó como parte de un “con tó” de servicios en una de las privadas; y largas filas por vender a 5 pesos lo que el 75% de los estudiantes estaría dispuesto a pagar a cien pesos. Este último en la que tiene el récord de la “autónoma más dependiente” del hemisferio; adulta con libre albedrío para armar estudios sociales de filosofía de izquierda, pero “infante lactante” que no sobrevive sin el auxilio de fondos públicos cubren el 90% de sus gastos sin control, como el del enorme déficit en la provisión de almuerzos.
Un estacionamiento y una ración del plato del día son bienes tan importantes para los estudiantes que no se pueden vender, en un caso, empaquetado junto con servicios que tal vez nunca serán demandados durante el cuatrimestre (dos horas de paseo en caballo de paso fino) o que se pueden sustituir por un App (costo del entrenador que le indicará cómo sacar mejor provecho de la halterofilia); o, en el otro, a un precio que es cercano a cero para no decir que es gratis, como si se tratara de un maná que Dios envía del cielo y es un pecado comercializar a quienes no tienen otra alternativa, porque son estudiantes “pobres de solemnidad”.
La primera parte de la imagen, en la gráfica de la izquierda, muestra la cantidad de estudiantes del grupo al que imparto Fundamentos de Economía que pagaría por un estacionamiento durante el cuatrimestre. Tres de catorce de los que van en auto comprarían uno en 10,000 pesos por cuatrimestre para contar con un parqueo seguro. ¿Ricos de cuna, nietos de presidentes? No. Estudiantes de clase media que trabajan como paralegales con salarios en un múltiplo del mínimo que no pasa de 1.6, en promedio. Ellos están dispuestos a pagar esa suma porque valoran más la facilidad de un traslado sin estrés y llegar a tiempo a clase que andar desesperado para ver si encuentran uno, devolverse a la calle y buscar un espacio donde tendrá que pagar al cuidador unos cinco mil pesos en total, si tiene suerte de conseguir disponibilidad por lo que le cobraron en la mitad de los intentos.
Lo del almuerzo a cinco pesos es algo que no tiene madre cuando el precio promedio de un plato del día rondaba hace unos meses 170 pesos. El resultado de esta encuesta imaginaria no debe andar lejos de la realidad para los ocho mil estudiantes que están en el campus del Distrito Nacional: la gráfica del centro presenta ejemplo de tres estudiantes con el precio al que inicia su demanda del plato de comida: 250, 150 y 20 pesos. A la izquierda, una suma de todas las intenciones de compra a los diferentes precios. Si el precio fuese RD$100, seis mil estudiantes se presentan al comedor, los otros dos mil prefieren consumir otras cosas con esos 100 pesos porque recibirán una satisfacción mayor que la del plato de comida.
“Eso es falso, vender a 100 solo se concibe en mentes enfermas neoliberales. Todo estudiante tiene derecho a ración que le de los nutrientes necesarios para que las clases profesionales no sean un privilegio de los tutumpotes …” ustedes saben el resto de la cantaleta. Como la universidad es parásita de fondos públicos y el déficit se cubre llorando por mayor asignación, se le reconoce a todos el derecho a comer por cinco pesos, una monedita que cuando se cae al suelo solo son recogidas por un chino. Entonces, la estampida diaria hacia el baratillo del comedero revolucionario, porque comedor es el que come, de acuerdo con uno de los personajes anecdóticos de La Primada, y ocurre lo que es costumbre en el socialismo: largas filas que se hacen insufribles para muchos, frustración al no poder conseguir lo que se anunció barato, oportunidad para revender la ración a los que están de últimos en la fila, vender el turno, tener línea expreso para los de “término” o referidos por profesores, y un alto número de raciones que se quedan y jamás conocen como destino el zafacón o el reciclaje por los beneficios de su reventa por otros canales. ¡Ay el socialismo mi compay!