Ser pragmáticos es evaluar ideas y principios sobre la base de su utilidad práctica. Es el acto de detenerse y valorar las consecuencias de actuar o de no actuar tras establecer una meta concreta. También ser eficientes y flexibles según las circunstancias cambiantes, es decir aumentar las probabilidades de éxito en la ejecución de nuestros planes sin que nuestros prejuicios nos detengan de hacer lo correcto.
Pero hay que tener cuidado, pues seguir un pensamiento pragmático, como método de obtener resultados sin considerar los medios empleados y teniendo como base la tesis berkeliana de “ser es ser percibido” o su conversión en “ser es tener efectos prácticos o ser útil”, puede asfixiar la ciencia, la verdad, los derechos y los fines de bien propuestos.
Las ideologías en las que fundamentamos nuestras acciones ya sean programadas o no, mediante la reflexión o por intuición, no son suficientes en el proceso ontológico mediante el cual los entes conscientes nos comprometemos a la identificación del ser, es decir, de lo que realmente existe.
Las ideologías sirven de impulso para emprender y desarrollarnos en sociedad. Los individuos influimos en el mundo externo, creando historias que podemos compartir, creer y vivir, con fines de generar riquezas, mejores comunidades, resolver problemas y optimizar nuestras instituciones.
Muchas veces el pragmatismo como ideología se muestra mucho más realista en términos filosóficos. Las ideas en cambio se las lleva el viento. Aunque muy pretencioso este aforismo, realmente solo pueden subsistir en la medida en que pueden ser utilizadas con fines específicos por seres conscientes y sirven como mecanismo en beneficio de los entes en sociedad.
No podemos confundir movimiento con acción (Hemingway), pues la segunda tiene un propósito. Una ideología que busca cambiar comportamientos en la sociedad y en los individuos tendrá como fin el fracaso si no tiene flexibilidad en su concepción, cuenta propósitos ideológicos desproporcionados o ambiguos o sus fines van en detrimento de a quienes pretende persuadir o conquistar. Es decir, corrientes de pensamiento corruptas y con fines espurios desde su concepción.
La cantidad de información para tomar decisiones importantes, ya sea en empresas, gobierno, familia y en la vida diaria de cada nunca es suficiente. La infinidad de variables que se nos presenta en toda situación y que debemos tomar en cuenta hace del pragmatismo como ideología parte esencial de cualquier desarrollo teórico, y esto es cierto en la aplicación de la ciencia y las artes. Respondemos lo mejor que podemos utilizando el conocimiento acumulado, experimentación, el razonamiento, la lógica, el pensamiento analógico, y la intuición como guías. Siempre es posible reforzar conceptos y corregir errores sobre la marcha. Toda solución a un problema crea nuevos inconvenientes.
También los presupuestos conceptuales e ideológicos con los que operamos como individuos y en grupo deben ser simples. En ese sentido podemos identificar con mucha más facilidad ante cualquier desafío en nuestro ámbito privado o social las soluciones a problemas derivados como consecuencia directa de la aplicación ideológica que hayamos elegido, por lo que las decisiones correctas puedan ser fácilmente verificables y corregidas por el individuo o el grupo que las ejecuta.