1
Lo juro, nada se pierde con ser honesto; ser uno mismo es la mayor fortaleza del ser humano en esta jungla moderna.
Difícil discernimiento: hay luces que nos ensombrecen; sombras que nos esclarecen.
La tragedia humana del momento: situarse en sus elementos en este aquí-ahora cada vez más deshumanizado.
En una vida solo cuentan las metas y sus enojos; el resto es solo cuestión de cambio de manera y ritmo; de saber seguir el paso, como cuando se ensaya una nueva danza .
A mi edad, más sentido de la herencia y, paradójicamente, menos urgencia.
2
Ser señalado o hasta fichado es, a veces, la mayor honra: ¡cuántas veces no lo hemos sido!
Así es la vida, como baza en un juego de naipes, en cada gran elección echamos la apuesta con todo lo que tenemos.
Las más temibles legiones de mi fortaleza espiritual se atrincheran en el santuario de las humanidades.
No son mis ruinas tamayeras como las de Salomé Ureña “Memorias venerandas de otros días” sino presencia viviente de mi diario vivir .
Cada vez que visito mis ruinas lugareñas descubro en sus adentros gestos, movimientos y señales de vida y simpatía eternales.
3
El texto laudatorio es encantador; (porque) prospera sin enojo ni riesgo de quien lo produce o lo recibe .
Armados de la honda de los David, alcemos hoy contra los Goliat nuestra potente y temible debilidad.
He visitado el tabernáculo de las letras en mi peregrinaje por los sagrados sitios de la creación y ha invadido mi espíritu una corriente de elevación humana.
He plantado mi altar de obras y autores de las diversas escuelas, tendencias y disciplinas en los lugares más repelentes a la civilidad y la inteligencia.
Al fondo entre dos camastros, fue mi bastión contra la ignominia en la cárcel de los años 70, un rincón de lectura, recinto sagrado respetado por el conjunto de los profanos, los compañeros de prisión.
4
“Las humanidades, viejo timbre de honor en México, han de ejercer sutil influjo espiritual en la reconstrucción que nos espera.”. Así, una vez Pedro Henríquez Ureña arengó a una hueste de letrados.
Son inagotables fuentes de inspiración la nunca releída de una vez saga del ser dominicano de los cuentos de Juan Bosch y el inagotable fresco de la memoria nacional de nombre Hay un país en el mundo.
A propósito del ejemplo que nos da Juan Carlos Mieses, Premio Nacional de Literatura 2024, algo de lo que solemos carecer los escritores, que la literatura nos enseña cada día: la humildad.
Agua pasada no mueve molino, pero recordar nuestro vivir ayuda a entender el presente y a actuar sin los sesgos de la desmemoria.
Hoy he descubierto —en los ojos de una niña atormentada por el desamparo— que la mirada lo dice todo cuando se nos clava encima.
5
¿Qué sabe nadie cómo se vive? ¿Cómo adivinar cuál camino seguir?
¿Por dónde entrar a la vida diaria hacia una salida que nunca se ve con la cordura de un mediodía sin nubes en el horizonte?
¿De dónde provienen esos ruidos de desastre que mis oídos deleitados con la tanta ópera bufa de hoy se niegan a escuchar?
¿De dónde vienen esos ruidos de cosas derribadas? ¿De dónde vendrán?, Dios mío, ¿esos ruidos?
¡Detente!, viajero, tú eres el horizonte.