Defino de entrada que el ciberespacio no es internet. El primero es el espacio virtual que brota de la internet y otras redes que no están vinculadas a esta y que implican redes de hardwares y softwares digitales y cuánticos, así como redes telefónicas, servidores y el espacio físico donde se encuentra el sujeto cibernético de la experiencia que navega por el ciberespacio, lo que no significa que no haya robot de la posexperiencia navegando por este espacio virtual y que se confunda con este sujeto cibernético de la vida real y virtual que somos nosotros.

El navegar sin una estrategia bien definida por ese espacio virtual no físico que es el ciberespacio, es no experimentar transformaciones en la vida. Es perderse en la posexperiencia e incluso en la vivencia de lo real, de esa percepción que captamos en cada amanecer o atardecer del día que penetra en cada poro de la piel.

La posexperiencia es consustancial a la instantaneidad e interacción virtual en la que se mueven los sujetos cibernéticos, así como a todo lo relacionado a la búsqueda de datos, información y conocimiento explicito y exposición simultanea de un objeto o sujeto en el ciberespacio.

En la experiencia de la vida hay conciencia de que esta se nos va, que los cuerpos cambian por más “Alta Definición” (High Definition) a que sean sometidos y que por más escaneo que soporte una imagen de nuestro rostro, no por eso desaparecerá el envejecimiento de este.

No hay inmortalidad, tarde o temprano la partida de ajedrez la gana esa figura que proviene del abismo de la nada y que trae consigo su guadaña y su reloj de arena para dirigir esa extraña danza que nos llevará hacia la oscuridad (Ingmar Bergman ,1957. El séptimo sello).

El escapar de la conciencia en tanto que se está experimentando, conduce a la creencia de que la virtualidad y sus redes sociales nos darán la eternidad. No se comprende que en el ciberespacio no hay una conciencia real inmediata sobre algo que podamos sentir y percibir, tal como sucedes en el espacio real o físico.

Aunque vivamos en un metaverso de inmersión virtual, donde los sujetos cibernéticos socialicen e intercambien flujo de información, nadie escapará a la realidad, al segundo principio de la termodinámica, en ese desgaste permanente (entropía), irreversibilidad del mundo físico, de toda transformación de energía, a esa flecha del tiempo en la que “Solo podemos conocer nuestra propia vida existencial en virtud de procesos irreversible” (Coveney & Highfield, 1992: 339).

La posexperiencia, sin mediar conciencia, es desvalorización y degradación de la vida, es vivir por y para lo virtual, lo cual es vivir una cibervida, donde la vida y sus experiencias no tienen valor.  Es colocarse más allá de la experiencia del mundo real y vivir sin mediar conciencia crítica del cibermundo  (Merejo, 2008) o  The Game (Barico,2019).

Vivir por y para la posexperiencia es vivir como cibermonigote, sujeto cibernético sin personalidad (simple avatar) y como simple títere del poder de los grandes imperios tecnológicos que habitan el ciberespacio y que mueve parte de las redes del poder cibernético en el mundo de la virtualidad.

Las premuras por subir una imagen de un suceso real por las redes sociales, sin experimentar cambio en la vida o una vivencia en intensidad, deja una sensación de vacío e inundaciones de fotos, que van y vienen, que se pierden en los algoritmos de los recordatorios que nos ofrecen las redes cada año.

La posexperiencia en el cibermundo de lo virtual puede contribuir a producir vivencias prolongadas en el mundo de lo social, político, cultural, filosófico e histórico. Esta puede llegar a cambiar lo experimentado producido por lo real, siempre y cuando el sujeto construya una estrategia de navegación en el ciberespacio, fundamentada en una toma de conciencia de que esas navegaciones contribuyen a la formación, a la investigación y la orientación de la vida y no de la muerte.

Es por eso, que durante más de dos décadas siempre hemos apostado al discurso de una toma de conciencia crítica en la que experiencia y posexperiencia, mundo real y cibermundo virtual sean asumidos como híbrido planetario. Los entornos virtuales para la educación son fundamentales para acelerar desde la posexperiencia la transformación de la vida e impulsar más la experimentación de esta.

La comprensión y asunción crítica de este híbrido por parte del sujeto cibernético, puede ayudar a que cambie el rumbo de los acontecimientos que se dan en este planeta. Por lo que subir imágenes e interactuar en el ciberespacio debe ser para darnos resiliencia y fortaleza en la vida, no para debilitarla o degradarla.

Es en lo híbrido que la comunidad científica se mueve, en esa articulación de experiencia trasformadora y posexperiecia de la participación, el conocimiento y el aprendizaje, con el objetivo de producir acontecimientos científicos de manera acelerada.

La comprensión y la reflexión sobre lo híbrido: virtualidad y realidad, espacio y ciberespacio, aceleran de manera radical todo cambio en valores en los sujetos cibernéticos de conciencia crítica ante el mundo y el cibermundo. Ahí, el sistema educativo tendrá que cambiar o quedará en parte obsoleto para entender los grandes acontecimientos sociales y tecnocientíficos planetario.