La eficiencia y equidad del sistema tributario son pilares fundamentales para el desarrollo de cualquier sociedad. En un contexto donde hay limitantes de recursos y las necesidades sobran, al escuchar que se acerca una nueva reforma la gente se vuelve loca, ya que la esperanza crece para que los futuros tributos no solo cumplan con la función de financiar al Estado, sino que también se conviertan en herramientas que promuevan la justicia social y el bienestar colectivo. Sin embargo, la falta de un feedback efectivo sobre el uso de los impuestos recaudados sigue generando desconfianza en la población, especialmente en aquellos sectores vulnerables y propensos a la informalidad.
Sobre la tentación hacia la informalidad:
Para muchos pequeños y microempresarios, la carga fiscal es percibida como un callejón sin salida: Impuestos que deben ser pagados sin la garantía de que sus contribuciones se traduzcan en mejoras tangibles para su calidad de vida o en la de sus comunidades. Lamentablemente estos pequeños actores económicos se ven seducidos a operar fuera del marco legal, alimentando un círculo vicioso que perjudica tanto al Estado como a la sociedad. Para impulsar la formalización, primero hay que crear un ambiente de confianza y afrontar retos como la desprotección laboral, la evasión al fisco e incentivar al empleo digno.
La importancia del feedback fiscal:
Para romper esta desconfianza e informalidad, es crucial que el sistema tributario incorpore mecanismos de retroalimentación efectivos. Los contribuyentes necesitan un aliento de esperanza, anhelan ver el impacto directo de sus impuestos: mejores servicios de salud, educación de calidad, infraestructuras seguras y eficientes. Tomará tiempo, pero poco a poco se podrá restablecer la confianza en el sistema, incentivando a más personas a que puedan participar activamente en la economía formal y lograr así ampliar la base tributaria.
El tamaño del Estado: No es la cantidad, es la calidad:
El debate sobre el tamaño del Estado suele polarizarse entre quienes abogan por una mayor intervención gubernamental y quienes promueven la reducción del aparato estatal.
No obstante, el verdadero desafío no radica en definir si el Estado debe ser grande o pequeño, sino en asegurar que su intervención sea la adecuada para el progreso y bienestar de la sociedad.
Es la capacidad de gestión eficiente de los recursos lo que debe medir el tamaño del Estado, lo cual es proporcional a las necesidades de la población. En República Dominicana tenemos áreas críticas, como la salud y la educación, por ello es fundamental que el Estado no solo garantice acceso, sino también calidad. Un Estado que interviene de manera estratégica y eficaz puede actuar como motor del desarrollo, y de esta manera garantizar un "norte" claro en todos los ámbitos sociales.
Hacia una sociedad equitativa y sostenible:
La meta de lograr una sociedad equitativa y sostenible puede pasar, inevitablemente, por un sistema tributario que cumpla con sus atributos fundamentales: justicia, transparencia y eficacia. Los tributos deben dejar de ser vistos como una carga, sino como una inversión colectiva en el futuro del país. Para ello, es esencial que el Estado, en su justa medida, se convierta en un facilitador del desarrollo, garantizando que cada peso recaudado se traduzca en beneficios tangibles para todos los ciudadanos.
Solo con una disciplina fiscal basada en estos principios podremos construir un país donde todos los sectores, desde el microempresario hasta el gran industrial, vean en los tributos una herramienta para el progreso y no una barrera para su crecimiento. En definitiva, unos tributos con atributos son el camino hacia una sociedad más justa, equitativa y sostenible.