El panorama político, verbena electoral, resulta interesante. Si el progresismo y la izquierda logran compactar sus proyectos electorales de cara a las elecciones de 2024, darían un palo por los 411. Ocuparían una casilla en la boleta electoral con una opción política buscada ansiosamente por el electorado. Eso sí, no lo dañen, están en la fiesta de la democracia.

Sería un acontecimiento estremecedor en la sociedad. Por primera vez, progresistas y revolucionarios participarían unidos en unas elecciones nacionales para disputar el poder, en todos los niveles, a los sectores de derecha y corruptos que se han alternado la dirección de la administración pública.

Pero, se debe de tener una concepción, diáfana y sin confusiones, política amplia y participativa para atraer distintos sectores democráticos, sociales y populares, porque la democracia se construye, en esta etapa, con las fuerzas motrices que producen y administran bienes y servicios.

Si consiguen despojarse de la superficialidad en sus decisiones y apegarse a un pensamiento inteligente que identifique la urgencia de recuperar una democracia secuestrada, lograran aglutinar a varias generaciones, desde la década del 60 hasta nuestros días, de hombres y mujeres democráticos y revolucionarios que se han mantenido votando por la derecha y corruptos.

El sentimiento electoral, en las últimas décadas, de la población ha cambiado sustancialmente. El fervor y la militancia partidaria ha disminuido. Ahora, según las encuestas, el 65% del electorado se declara independiente; no simpatiza ni pertenece a ningún partido, harta de lo mismo. ¡Qué mejor escenario para que los revolucionarios y progresistas recuperen su terreno perdido!

Ese proyecto electoral y unitario, debe ser una vaina bien hecha, donde no impere la improvisación, el desorden, ni el galloloquismo. Ser fiel a la palabra, acuerdo y compromiso, empeñada. Un instrumento apegado a lo que manda la realidad objetiva, sin inventos, en materia de la democracia representativa.

Las experiencias unitarias en el terreno de la izquierda ha sido traumática. Un verdadero dolor de cabeza. Pero no hay peor esfuerzo del que no se hace. De ahí que entidades y personas independientes conversan en torno a la creación de una coalición electoral con sectores populares, progresistas y revolucionarios. Contagiado de un enorme optimismo, miles de electores esperan con paciencia poder salir a las calles, con el cuchillo en la boca, a buscar los votos.

Por el momento, los de arriba, los tres (PRM, PLD y FUPU) que echaron al pueblo en el pozo, navegan embriagado de un triunfo enloquecedor, hasta que los de abajo se cansen de remar. Dos de los tres, cruzaron por el poder, fueron expulsados del poder, entre otras cosas, con acusaciones de mañosos. Y el otro, tiene el agua hirviendo. El escenario es precioso para aprovecharlo; sin embargo, se requiere sagacidad política, pragmatismo, y un instrumento electoral unido alrededor de sus candidatos y programa de un gobierno democrático y progresista. Tan sencillo como eso.