He estado pendiente –además de la globalización que nos aqueja– de la calidad de las elecciones que llevamos a cabo en el 2024. Por ello, quiero proponer una reorganización radical a partir de la experiencia de las Elecciones Municipales del 18 de febrero pasado.

Se han alzado voces, por los costos en que se incurren con dos procesos electorales seguidos el mismo año. ¿Por qué no volvemos a la fórmula original de tener las municipales en medio del período presidencial… y descentralizadas? ¿Problemas monetarios? Al contrario, así se obligaría a los partidos a usar los recursos de los aportes públicos que reciben más  a lo largo del cuatrenio.

Si las elecciones se hicieran, tomando como unidad territorial las 10 regiones y disponiendo que la Elecciones Municipales se hicieran cada mes desde febrero hasta noviembre y el Distrito Nacional se realizaría en diciembre de ese año. Logísticamente hablando ¿no habría ahorros en el gasto público por unidades territoriales menores? Recordemos que la República se divide políticamente en un Distrito Nacional y en 10 regiones, 31 provincias y 158 municipios y 235 distritos.

Tremendo «berenjenal» para un país pequeño.

Si tomamos el ejemplo norteamericano, cada Estado de la Unión tiene su Ley Electoral y asumen este manejo descentralizado: los congresistas se eligen cada dos años, los senadores se eligen por tercios cada dos años y el Presidente y Vicepresidente cada cuatro años, con el límite de una reelección. Por ello, siempre se  lleva a cabo una elección en algún lugar del territorio estadounidense, ya que eligen a nivel local a los alcaldes, el sheriff y hasta el juez.

¿Habría una oportunidad de aplicar esta rotación de las elecciones como se establecieron con la real y verdadera “elección de medio término”? Las elecciones municipales de medio término deberían producir la dinámica del poder local, eliminando o disminuyendo la influencia de las Elecciones Presidenciales y Congresionales. Las comunidades vendrían a tener el valor de sostener y afianzar la cultura democrática en la sociedad. Francia, epítome del centralismo, mantiene el poder local desde la Edad Media. Un alcalde es el “ejecutivo” local. Y sé de Suiza que el Consejo Federal se rota para que cada miembro sea presidente por turnos de un año, y todos los cantones tienen todo tipo de procesos, es decir, en algunos cantones, ejercen la democracia directa asamblearia.

Hasta podríamos dar el paso siguiente: separar las elecciones congresionales de la Presidencial mediante la separación de los senadores en dos cohortes que elegiríamos la primera mitad en cada Elección Municipal y la segunda mitad en cada Presidencial. La misma racionalidad se puede aplicar a los Diputados en la reforma constitucional que fije el número y que se redistribuya en los territorios según el Censo cada diez años y elegirlos por cohortes y en comicios separados en cada demarcación como elecciones regionales.

El impacto de este modelo resolvería muchos de los problemas de representatividad y legitimidad del poder Legislativo ya que está más directamente relacionado con la ciudadanía. ¿Es realista a pesar de lo utópico que parezca? Deberemos fundamentar lo de la “democracia de ciudadanos” que se contrapone a la “democracia representativa”.

La meta sería acercarnos más  a ser una democracia de ciudadanos  siendo cada vez más auténtica.