República Dominicana es una potencia turística regional a nivel internacional y nuestro pueblo tiene cultura y alma de café. Entonces, ¿qué impide que el gobierno articule esos dos renglones de la economía nacional?
La diversificación y recuperación de la caficultura es un tema de actualidad económica y política. Es parte de la agenda pública en los principales países productores y en los grandes consumidores, como en Estados Unidos de Norteamérica, el principal consumidor mundial de café.
El impacto del cambio climático y el aumento progresivo del consumo mundial de la bebida, son parte de los motivos, no necesariamente por los mismos intereses, pero lo importante es que se discute.
En el caso dominicano, la diversificación de la caficultura debería ser de elevado interés para el gobierno y la sociedad en general, más allá del cambio climático y su impacto en el ciclo del agua y sus consecuencias, por nuestra condición de isla. La reflexión es válida para la política turística, que igual debe ampliar su matriz de ofertas. En una realidad natural y social como la dominicana, es un alto riesgo colocar todos los huevos en una sola canasta, diría cualquier campesina. Es decir, es un error reducir la matriz de oferta en el mercado al encanto de nuestro sol caribeño, playas, hoteles, música y fiestas.
¡Somos mucho más que eso!
Somos una isla colocada en el mismo trayecto del sol, ya lo dijo nuestro Poeta Nacional, Pedro Mir. Y también es verdad que estamos en el centro de la ruta de los huracanes (desde el 1 de junio hasta el 30 de noviembre), realidad natural que nos hace vulnerables y la temporada ciclónica es una amenaza permanente, para el turismo en particular.
¿Falta visión y voluntad política para lograr esa articulación?
La recuperación de la caficultura debe partir del propósito general de la recuperación de la plataforma productiva nacional, pensada hacia un objetivo estratégico como lo es la soberanía alimentaria. Lo expresa muy bien la lideresa cafetalera Meraris Sánchez, oriunda de Arroyo Cano, municipio Bohechío, de la provincia de San Juan: “dejemos de ver la finca de café como un conuco tradicional, para que comencemos a verla, como una unidad de producción, como la unidad de producción de la empresa familiar”.
Esa visión supone nuevas estrategias y líneas de acción que son mucho más que asignaciones presupuestarias esporádicas y de emergencia, sin importar del monto de que se trate; demanda un plan integral con componentes agrícola (pre cosecha), de mercado, industrialización, dignificación laboral, visibilizaciÓn del aporte de las mujeres, acceso a servicios básicos, vivienda habitable, entrega y titulación de tierra y eliminación del trabajo y matrimonio infantil.
Es un imperativo superar la vocación de “operativos” para construir procesos que garanticen sostenibilidad. Necesitamos políticas públicas a mediano y largo plazo que permitan ingresos económicos y estabilidad familiar permanentes. Porque valen las preguntas ¿De qué viven las familias cafetaleras cuando no hay recolección y venta de café? Los pequeños productores ¿cómo les pagan a los trabajadores y suplidores? “Resuelven” con los usureros que imponen las reglas del juego “comprando la cosecha a la flor” y con los préstamos al clásico 20%. Y esas familias se pasan la vida bajo el látigo de los prestamistas.
Una política de diversificación cafetalera, permitiría desarrollar proyectos de turismo interno y para extranjeros; ofertas ecoturísticas, cultivo simultaneo de cítricos, víveres, flores, crianza de animales; en fin, gestión cultural y agropecuaria simultánemaente.
¡Es tan fácil, si se quiere!