8-CANDIDATOS
Los ocho candidatos a la presidencia 2024-2028.

¿Cuál es la diferencia entre un político y un estadista? Sencillo, nada más  hay que ir a la historia: La dominicana es caótica, nadie lo duda, desde el “conchoprimismo” del siglo XIX hasta la manipulación de las redes del XXI. Hubo un período histórico luego de la guerra civil de 1965 en que el equilibrio político se lograba dentro del marco de la guerra fría por el «acuerdo» de tres políticos con categoría de «estadistas»: Balaguer, Bosch y Peña Gómez porque pensaban en la supervivencia del Estado-Nación y no en las ganancias particulares de sus grupúsculos o apetencias personales.

Esa imagen de recurrir a un “Acuerdo Nacional” que incluya a las fuerzas políticas, aunadas en el esfuerzo de la supervivencia y/o el fortalecimiento de la Patria Dominicana, es lo que falta en estos momentos. Por razones ajenas a nuestra propia coyuntura electoral, no todos asumimos  que la “anarquía” reinante en el vecino Haití es una amenaza para nosotros y no hay un atisbo de unificar criterios para mostrarnos dignos hijos de las montañas y de la fertilidad de las tierras quisqueyanas… como para que, “todos a una”, demostremos nuestra unidad. Luego, que siga la carnicería electoral…

Sospecho que es una actitud cómplice con las potencias que desean “olvidar” su fracaso en restaurar la “gobernanza y la gobernabilidad” de Haití procurando una «fusión» entre las dos naciones resultado de un conflicto entre los regímenes Borbones de Francia y España, en el pasado no tan lejano, la primera mitad del siglo XIX.

Estado Unidos conoció la verdadera naturaleza de la divergencia entre la patria de Duarte y la de Dessalines cuando ocupó ambos países y pudo negociar la restauración de la soberanía de la república del este (ellos), muchos años antes que la otra república al oeste (nosotros). Tal vez, los políticos tampoco llegan a conocer las diferencias… Ojalá los votantes puedan establecerlas a la hora de reflexionar sus votos, recordando que las medidas de “regularizar” la inmigración fueron implementada en los gobiernos “leonelistas” y la condena por la Corte Interamericana de Derechos Humanos a nuestro país por los casos de las Niñas Yean y Bosico.

(Ver en el enlace siguiente la ficha técnica de la CIDH: https://www.corteidh.or.cr/cf/jurisprudencia2/ficha_tecnica.cfm?nId_Ficha=289&lang=eshttps://www.corteidh.or.cr/cf/jurisprudencia2/ficha_tecnica.cfm?nId_Ficha=289&lang=eshttps://www.corteidh.or.cr/cf/jurisprudencia2/ficha_tecnica.cfm?nId_Ficha=289&lang=es ).

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La primera valoración de la “pasta” de un estadista es la conciencia de la «comunalidad» (la urdimbre de la cultura material y la simbólica de nuestra vida en común, contada desde los ancestros más lejanos hasta las experiencias más actuales) y, tal vez, con un entendimiento más “educado” del entorno global y del vecindario en el rincón del mundo que nos tocó como habitáculo vital.

Además, comprender la miríada de la data que nos llega por el mundo informacional creado por la magia de la era “tecnotrónica”, bautizada por Zbigniew Brzezinski (el sucesor de Henry Kissinger en el puesto de Consejero de Seguridad Nacional con el Presidente Carter). ¿Podemos recuperar la sintonía con la modernidad si nuestra clase política proviene de una matriz “caudillista”? Según el modelo histórico de nuestro “conchoprimismo”, vigente desde la tradición disoluta de los generales de la manigua de nuestra prehistoria republicana. Ahora recuerdo que el caudillismo fue la teoría de la Tesis doctoral del Dr. Mario Bonetti, defendida en Alemania.

Por esta dinámica pre-moderna, nuestra política criolla es una contabilidad de favores, como lo es en América Latina. Ningún líder suelta el liderazgo para que se renueven las ideas y las mayorías; sin embargo, promueven la fragmentación mediante el culto mesiánico de la personalidad del líder. La transposición de las poses religiosas en el ámbito secular de “los juegos del poder” en la política es lo habitual.

Lo grave de la situación es que este diagnóstico vale para las democracias “añejas” como la vieja Europa, América sajona, Asia autoritaria o África tribal: todas las regiones muestran el cansancio de las democracias “reales” al igual que lo hicieron con los comunismos “reales”.

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El bastión de las libertades ha sido configurado en el nivel local, según Alexis de Tocqueville, un aristócrata francés que alabara el espíritu emprendedor de las comunidades –el nivel local moderno, llamado el Municipio– de la democracia en la entonces juvenil Estados Unidos de América; y que en América Latina llevó, por ejemplo, en Argentina, a una guerra civil entre federalistas y unitarios (1848-1856) para resultar en una mezcla de un federalismo ahogado con una súper-urbe, como es Buenos Aires.

Las elecciones municipales han sido las cenicientas de los dominicanos, ya que el inicio del asalto de las arcas comienza por los “riferos, aguantadores de apuestas, distribuidores de sicodélicos y otros ejemplares de esta fauna de lumpen-depredadores de nuevo cuño” cuyo único objetivo es despojar las arcas del Estado y atribuirse privilegios, como es el caso del asesino confeso de Orlando Jorge Mera.

En consecuencia, revisemos a conciencia la primera fila de candidatos, para no ser timados por “lobos con piel de oveja” y que no continúe este estado de cosas. Pero no dejemos de lado, llegar hasta la cúspide de los candidatos a la Presidencia de esta República antiguamente bananera, pero hoy rumbo a decidir la alternativa de si regenerar o reproducir a la “casta” política –en la definición utilizada por Javier Milei en la Argentina.  Pero, eso es harina de otro costal…