En privado es un susurro, entre grupos de gente que se maquilla como progresista y en círculos de izquierda no pomposa, la interrogante de vez en cuando aparece como un mantra, con una cíclica insistencia: ¿qué pasó con Guillermo Moreno? ¿Por qué se pasmó este político cuya trayectoria parecía destinada a ir en orden ascendente, hasta quizás un día estar cerca de convertirse en presidente de la República?

El kilómetro cero de la carrera política de Moreno se origina con la designación de éste como procurador fiscal del Distrito Nacional en el año 1996. Significó un nacimiento esplendoroso. El intento de investigar crímenes políticos que involucraba señeras figuras del pasado, desempolvar expedientes y adecentar el Ministerio Público que la putrefacción es su estado natural, lo llevaron a permanecer solo un año en el puesto. El decreto, cuyo número se pierde en las brumas del tiempo, fue el rayo que lo separó del flamante cargo. Los más conservadores dijeron: pretendió pasarse de listo, los más liberales: fue demasiado lejos…

Un luminoso background tenía Moreno, el nativo de Sabaneta. Provenía de luchas estudiantiles contra el presidente Joaquín Balaguer en los 12 años. (Ese dato lo pillé de Wikipedia). Fue su paso efímero por la Procuraduría Fiscal del Distrito Nacional, su fama de hombre recto y honesto, y una insistente presencia en los medios de comunicación que contribuyeron a crear la narrativa de que era político que tenía futuro, de que no era un globo fofo más de esos tantos izquierdosos que se desinflaba en poco tiempo.

Este corto trayecto por la fiscalía también le ayudó a establecer o cimentar un encantamiento con un amplio sector de la clase media, y le reportó dividendos electorales. Fue así como en el año 2008, al ir como candidato por el MIUCA, logró sacar una respetable cantidad de votos: 3% de la totalidad de sufragios emitidos.

A partir de ahí, el desempeño sería trascendente, y en el año 2012 sacaría la no despreciable suma de 62,290 votos. En el año 2016 sucedió lo que se esperaba con un político que continuaba escalando y una carrera en ascenso. Elevó la cantidad de votos obtenida: 84,319. No era para emborracharse, pero sí para poner el champagne un poco cerca de los labios.

Que se mire en el espejo de los genios políticos de Andrés Manuel López Obrador (recorrió todos los municipios de México), de Evo Morales, de Hugo Chávez. Esa gente dejó a la clase media perfumada y se “grajeó” para llegar a la cima.

Sin embargo, el declive del izquierdista llegó en el año 2020. Estrepitosamente vino el desplome con la obtención de tan solo 39,458 del total del electorado.

¿Qué pasó? Una anécdota de un querido amigo llamado Manuel Peña, teatrista y cineasta, ilustra algo de las posibles causas. En Nueva York se acercó a un “guillermista” para colaborar y se la pusieron en China. El partido funcionaba como estructura cerrada. Muchos requisitos y peros le pusieron.

A partir del 2020, el doctor Guillermo Moreno se consolida en la masa de votantes como un político distante, un político que se siente más cómodo en los círculos intelectuales de izquierda, entre la “gente educada”. El error de él y de la organización que encabeza fue, y es, no ampliar la base de simpatizantes con los de abajo, crear verdaderos lazos con la iglesia, los religiosos, juntas de vecinos.

Debió Guillermo conversar con el pueblo, como decía Manolo Tavárez Justo. Ser más cercano, visitar más barrios, adoctrinar a la gente, hacer que el seguidor se identificara con las propuestas que ambos construyeran juntos.

Entre Moreno, su partido y las clases populares hay poca comunicación. Es inexistente la sintonía. Otra anécdota, esta aportada por un dominicano residente en Miami, le da cuerpo a esta hipótesis: “vi en estos días una asamblea de Alianza País, vi mucha gente joven y valiosa, pero allí a todos los que observé en la fotografía era gente de clase media alta, no vi un pobre por parte”.

Independientemente de los manejos arbitrarios de lo que haya podido llevar a cabo el señor Moreno en su organización, supuestas denuncias por antiguos militantes y compañeros y de él así lo atestiguan, la falencia principal recae en el torpe trabajo político y en el accionar de un eterno candidato que no baja a las bases, que no se mezcla espontánea y sinceramente con ellas.

Guillermo Moreno, nieto que una gloria de la poesía dominicana, debió aprender del abuelo Domingo Moreno Jiménez, quien recorría su pueblo con humildad, llevando y vendiendo sus libros de poemas a los ciudadanos. El buen revolucionario sabe que las ideas se venden como el pan: casa por casa.

El crecimiento político de Guillermo no se produjo porque no logró conectarse con la gente, porque no elaboró discurso donde ésta se sintiese representada, y lo que es peor: porque no entendió que “la gente”, “el pueblo”, “los de abajo”, no solo están para mencionarse en los discursos y en las comparecencias televisivas, están para escucharles, para visitarles, para abrazarles. Que se mire en el espejo de los genios políticos de Andrés Manuel López Obrador (recorrió todos los municipios de México), de Evo Morales, de Hugo Chávez. Esa gente dejó a la clase media perfumada y se “grajeó” para llegar a la cima.

Desde las alturas o a distancia no se construye un proyecto, en los salones y en el perfume no se crece políticamente. La gente pobre es la materia prima y primordial de la política. El árbol se pasma si no se le echa agua, y el agua de los políticos está en el pueblo, en los de abajo. Guillermo debió saberlo, por eso se pasmó en el camino.