Pese al discurrir de más de seis décadas de extirpado el trujillato y casi tres décadas de superado el balaguerato, de 200 hospitales públicos menos de una docena han sido designados con los nombres de héroes y mártires médicos, pese a la militancia patriótica de muchos profesionales de la salud. Hasta el presente, solo se han escogidos para nombres de hospitales los siguientes médicos que han aportado sus servicios patrióticos en diferentes momentos: Ramón de Lara, Marcelino Vélez Santana, Robert Reid Cabral, Toribio Bencosme, Heriberto Pieter, Luis E. Aybar, Arístides Fiallo Cabral, Alejo Martínez, Angel Concepción y Napier Diaz. Reconocimientos sumamente merecidos, pero muy limitado en lo cuantitativo. La participación patriótica de los profesionales de la salud es numerosa.
Se trata de una discriminación de la clase gobernante hacia la amplia asistencia de los médicos en defensa de los mejores intereses de la patria. Los partidos que se han alternado en la Presidencia en las últimas tres década, de una u otra manera reivindican las ideas de líderes que participaron y promovieron las luchas democráticas, como Juan Boch y José Francisco Peña Gómez, por eso la crítica tiene valor.
Evangelina Rodríguez la primera médica dominicana, con título convalidado en la universidad de París, opositora radical a la tiranía trujillista, por gestiones del Colegio Médico Dominicano se dispuso que la Maternidad del IDSS en la avenida Bolívar llevara su nombre. De repente la inscripción en honor a la médica en letras de bronce fue retirada del frontispicio del centro médico y de todos sus documentos, hasta que llegó la gestión del doctor César Mella en el IDSS, que en un acto de desagravio se retomó la designación como Evangelina Rodríguez. No obstante, parece que la mano oculta del trujillismo-balaguerismo, ha impedido que se coloque de nuevo en el frente del hospital la denominación que identifica la heroína primera médica dominicana, en la práctica el hospital no lleva su nombre. Cuanta apatía para vindicar a los héroes de la patria!
El doctor Manuel Tejada Florentino, de los primeros cardiólogos criollos, graduado en México de su especialidad y militante antitrujillista (en el exilio cosechó amistades como el poeta Pablo Neruda, también declarado adversario de la tiranía) fue apresado en su consultorio del Hospital Salvador B. Gautier, delante de todos sus colegas en enero de 1960 y conducido a la cárcel de tortura de la 40 donde fue asesinado en la silla eléctrica. Se negó a renegar de su participación en el movimiento patriótico 14 de Junio, develado en esos momentos.
En la antesala de su ejecución en La 40, sus verdugos le solicitaron que asistiera a un prisionero víctima de sus bárbaras torturas. Como era de esperarse Tejada Florentino accedió, para los presos de esa celda fue una gran sorpresa ver llegar al ilustre médico, desnudo, con su maletín profesional en las manos, sin inmutarse de inmediato prestó sus servicios al enfermo. Con su actitud rechazaba la humillación que pretendían someterle sus verdugos, de “pasearlo” desnudo. Más adelante fue retornado a la silla eléctrica para liquidarlo. Sin embargo, ningún hospital lleva su nombre.
Josefina Padilla, joven estudiante de medicina que en 1944 para el centenario se atrevió a actuar en la arriesgada presentación de la obra La viuda de Padilla, un canto a la libertad que cien años atrás habían escenificado los trinitarios en la Sociedad Dramática en su lucha contra el ocupante haitiano. En esos momentos aciagos, los universitarios de modo tácito asumían el drama crítico contra el asfixiante ambiente de negación de las libertades.
Dos años después cuando Trujillo se vio compelido a permitir una brecha para manifestaciones públicas, Josefina junto a Pericles Franco otro héroe médico olvidado, encabezaron a la juventud dominicana que se lanzó a las calles a repudiar la tiranía. Fue la oradora principal en varias de las exitosas movilizaciones de la Juventud Democrática. Al palpar el auge del movimiento fueron embestidos de modo cruel por la tiranía.
En el periódico La Nación se publicaba un infamante e inusual ultimátum ordenando a Josefina Padilla presentarse en la Fortaleza Ozama, para ser arrestada por “subvertir el orden”, luego se le asignó prisión domiciliaria, y le suspendieron por un tiempo seguir sus estudios de medicina, logró sobrevivir. Me consta que nunca lo solicitaría, pero ese homenaje de designar un hospital con su nombre debió ser con ella en vida, tampoco se ha cumplido después de su partida.
Octavio Mejía Ricart, cirujano torácico (posiblemente el primer dominicano especializado en esa área) en la jornada heroica del 14 de junio de 1959, le practicó una cirugía en medio de la zona de combate al entonces mayor Anselmo Pilarte, del Ejército contrario. No solo le salvó la vida, sino que le colocó en sus ropas una nota con las indicaciones como debía continuarse su manejo postquirúrgico.
Viriato Fiallo símbolo de la resistencia interna durante todo el periodo de la tiranía, fue apresado en diversas ocasiones, junto a sus hermanos Antinoe y Gilberto. Jugó un papel estelar en la lucha contra los remanentes del trujillato, cuando lanzó su histórica consigna: ¡Basta ya!
Federico Ellis Cambiaso, héroe de la lucha contra las tropas extranjeras en 1916, con su hermano Gerardo (también médico) asistieron a los heridos en la batalla de La Barranquita. Luego fue a presidio por la publicación de su famoso libro Los cuatro monstruo de la anexión, cuestionando a los líderes políticos que se prestaron a colaborar con el Plan Hughes-Peynado que convalidaba todos los actos de la anexión. Adversario acérrimo del trujillato, en el exilio le escribía una carta diaria por correo certificado a Trujillo enrostrándole sus crímenes. Todas las cartas fueron recogidas en un libro.
Guido Despradel Batista, encabezó en 1931 las primeras manifestaciones públicas contra el trujillato, cuando presidia la Asociación Nacional de Estudiantes Universitarios (ANEU), que fueron reprimidas por la incipiente tiranía. Por sus relaciones familiares se mantuvo en el país, pero siempre fue un desafecto del régimen. Trujillo personalmente (como le manifestó a Guido el intelectual Ramón Emilio Jiménez) ordenó su expulsión como miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia, Guido de modo exprofeso en su discurso de ingreso a la Academia no mencionó a Trujillo como era de rigor en todos los actos públicos. .
Anulfo Reyes, (con esta propuesta me busco un problema con este médico, que siempre se niega a recibir homenajes, pero estoy acostumbrado a contradecirlo en ese aspecto), fue miembro del personal sanitario de la guerrilla de 1963 contra los golpistas, por el retorno a la constitucionalidad, apresado y deportado.
Regresó en un arriesgado viaje de exguerrilleros en calidad de pasajeros. En el aeropuerto fueron apresados, solo logró evadirse la combatiente Piky Lora, Anulfo fue conducido prisionero a La Victoria de donde se escapó, en una fuga de película. En la guerra de abril de 1965 fue combatiente en defensa de la patria, de los organizadores del intento de extender la insurrección al combativo pueblo de San Francisco de Macorís, estuvo a punto de morir en esa jornada.
Durante el balaguerato prestó sus servicios profesionales a no pocos opositores al régimen, incluso en situaciones de clandestinidad, tal fue el caso cuando le realizó una amigdalectomía a Amaury German Aristy en los momentos que se desataba una cacería a nivel nacional contra este distinguido comandante revolucionario. La cirugía se realizó con una seguridad estratégica, en la clínica de otro médico héroe el doctor Carrasco en el Ensanche Ozama. Anulfo merece que en vida se le rinda el homenaje de designar un hospital con su nombre.
Son muchos los héroes médicos que están pendientes que sus nombres honren las edificaciones de hospitales criollos, por razones de espacio solo mencionaremos un grupo (vivos y muertos) entre ellos: Francisco Henríquez y Carvajal, Pericles Franco, el español Antonio Román Duran, Enrique Lithgow Ceará, Rafael Mella, Felipe Maduro, Manolo Lorenzo Carrasco, Danilo Estrada, Eduardo Segura, Osvaldo Marté Durán, Tomasina Flores, Eliseo Rondón, Guaroa Ubiñas, José Augusto Puig, Linda Pelegrín, Cádiz Alonso, Jordi Brossa, José Fernández Caminero, Leovigildo Cuello, Bolívar Kunhardt, Alcides García Lluberes, Félix García Carrasco, Juan Isidro Jimenes Grullón, Asela Morel, Mercedes Lachapelle, Eduardo Segura, Bienvenido Aquino Pimentel, Frank Díaz Vásquez, Francisco Castellanos, Francisco Canto, Enrique Cotubanama Henríquez, Grey Coiscou, Daniel Joseph, Federico Cabrera y Homero Pumarol.
Mientras se discrimina a estos héroes distinguidos profesionales de la salud, muchos hospitales llevan nombres de ciudadanos cuyo “aporte” fue servir a regímenes tiránicos. Veamos algunos casos: El antiguo hospital Marión, designado con ese nombre porque este médico francés operó de uretritis a Trujillo. Tras la caída del susodicho régimen se logró cambiar el nombre del hospital, fue designado como Enrique Lithgow Ceará en homenaje a un honorable médico patólogo, que se desesperó y en el malecón de Santo Domingo criticó públicamente la tiranía, se ordenó asesinarlo y presentar el caso como un “accidente de tránsito”.
Durante el Gobierno de Jorge Blanco Los residuos trujillistas en las Fuerzas Armadas, maniobraron cuando el Policlínico Naco pasó a manos estatales y se trasladó el hospital militar a ese local, aprovecharon para despojar el centro del nombre de Lithgow Ceara y lo bautizaron como “Hospital Central”.
El Hospital Juan Pablo Pina en San Cristóbal, lleva ese nombre no por los antecedentes genealógicos de esta persona como hijo del gran prócer Pedro Alejandrino Pina, sino porque era el padrastro de Julia Molina (esposo de Ercina Chevalier) la “excelsa matrona” madre del tirano. Entre sus “méritos” en una ocasión logró que el también mandatario autoritario Ulises Heureaux, ordenara suspender la prisión de su yerno el inefable José Trujillo Valdez (Pepito) preso por robar vacas. Se recuerda que Pepito era el esposo de “mamá Julia” y padre del tirano. Pina no era médico.
El hospital Rafael Estrella Ureña de Santiago, exhibe el nombre del principal responsable criollo del ascenso de Trujillo al poder, “encabezó” el llamado “movimiento cívico” del 23 de febrero de 1930 que facilitó la opresión del pueblo por 31 años. Se pretende presentar a este ciudadano como una víctima por sus posteriores diferencias con el “Jefe”. Lo cierto es que Estrella Ureña pensaba podía dominar a Trujillo, pero el tiro le salió por la culata. Ese enorme estigma de promover el ascenso del tirano pesa mucho y un hospital no debe llevar su nombre. Tampoco era médico.
Darío Contreras, fue un buen cirujano, pero como él habían muchos (puedo citar nombres) su “mérito” para que el hospital de traumatología llevará su nombre el propio Trujillo lo acotó para la historia, cuando envió una carta al Congreso (en el periódico el Caribe, el 16 de mayo de 1960 se publicó una nota sobre el particular ), ordenando que el hospital llevara su nombre porque le salvó la vida en 1940, cuando le realizó un procedimiento quirúrgico para extirparle un absceso en el cuello producido por un ántrax.
Teófilo Hernández, quien fue miembro del movimiento nacionalista que reclamaba la salida de las tropas de ocupación de los Estados Unidos, pronto fue junto a Estrella Ureña de los promotores del movimiento cívico que le entregó el poder en bandeja de plata a Trujillo, y continuó como un furibundo trujillista hasta su muerte durante la “Era”.
Ney Arias Lora, fue excelente neurocirujano, pero enemigo declarado de los médicos y la salud del pueblo. Cuando fue ministro de salud durante el balaguerato se destacó por cancelar médicos protegidos por la ley de hospitales, negándose a designar en sus cargos a centenares de médicos que habían obtenido sus puestos por concurso. La AMD-CMD se vio precisada a someterlo a la justicia por violar la ley 6097, de organización del personal médico de los hospitales.
De modo cierto muchos neurocirujanos han aportado sus valiosos servicios para el desarrollo de esa delicada especialidad en el país. Pero quien merece un homenaje aun vivo es Osvaldo Marté Durán, que introdujo el estudio pedagógico a nivel práctico de esa delicada asignatura conocida como neuroanatomía, con posiciones muy enérgicas que en ocasiones muchos de los estudiantes que nos beneficiamos de estos aportes criticábamos. Marté y su cuerpo profesoral en la UASD, nos indujeron a dominar esa delicada área vital para el comando de todas las acciones prácticas de los humanos. También fue el gran maestro de la residencia de neurocirugía, precisamente en el hospital Darío Contreras. Además, Marté cuando la patria lo requirió estuvo al lado del Gobierno constitucionalista de Francisco Caamaño, como encargado del comando de medicina hospitalaria junto al cirujano oncólogo Eduardo Segura.
Federico Henríquez y Carvajal lanzó un histórico pronunciamiento ante el cadáver de Eugenio María de Hostos, cuestionando a la América infeliz que solo sabe quiénes son sus grandes hombres, cuando son sus grandes muertos. En el ámbito local se soslaya no solo a los grandes médicos vivos, también ocurre lo mismo con nuestros grandes médicos muertos.
Por suerte para contribuir a mantener la memoria histórica, Senén Caba el pasado presidente inmediato del Colegio Médico y sus compañeros de gestión decidieron en el año anterior remodelar en el local de la entidad la «Plaza del Médico y la Patria», donde se le rinde honor a los héroes médicos dominicanos. Solo nos queda parafrasear a Neruda cuando se inspiró en homenaje al poeta García Lorca, reclamando: ¡Por qué no pintan de azul los hospitales! A lo que agregamos: ¡Por qué no se pintan de patria los hospitales!