A veces nuestras equivocaciones pueden perjudicar y herir a personas de nuestro entorno, personas que estimamos,  por paradójico que pueda parecer.  Que tire la primera piedra quien no ha realizado un comentario, una  acusación injusta, o juzgado a alguien sin derecho a hacerlo.
Cuando esto pasa y nos damos cuenta del error  nos confrontamos con el hecho de que debemos pedir  disculpas o perdón. Algo que puede ser sencillo muchas veces se convierte en una palabra difícil de pronunciar porque  estamos poniendo al descubierto nuestros fallos y debilidades como ser humano.  Muchas veces nos cuesta asumir responsabilidades por el daño causado y nos envolvemos  en estrategias de dilación o evasión para eludir el tema causante de la ofensa. Los motivos pueden  estar vinculados a la pérdida de la autoestima ya que la imagen sobre uno va a ser cuestionada y valorada de forma negativa.
Por otra parte,  existe la percepción de que se puede perder poder o estatus dependiendo del nivel jerárquico de los involucrados en la ofensa   y  que por orgullo  se considera humillante aceptar la culpa y la consecuente vergüenza por la equivocada razón de tener una imagen sobrevalorada para aceptar el hecho de pedir perdón. También el miedo puede  puede provocar  temor por la falsa percepción de que el ofendido pueda rechazar dichas disculpas.
¿Cuáles son otras de las razones de que al tomar conciencia  de la ofensa cometida a otros aparezca la  culpa, la vergüenza o el orgullo? Estas dependen del nivel de narcisismo de cada individuo, mientras más alto es el nivel de narcisismo existe mayor tendencia a la vergüenza y al orgullo para así  evitar pedir perdón.  Cuando el orgullo es muy elevado la persona narcisista tiende a la soberbia como una forma de bloqueo  que favorece la resistencia e impide cualquier diálogo o aceptación sobre el daño cometido al otro.
Debemos aprender a ser resilientes y restituir el daño o la ofensa causado a los demás manteniendo un equilibrio emocional adecuado entre vergüenza, culpa y orgullo; y al pedir perdón no hacerlo como un simple trámite burocrático. Es importante  mantener una conexión empática donde se valore a la persona  ofendida  y esta se sienta reconfortada aceptando tus disculpas.