Mucha gente respondería de inmediato, pues claro, porque son malos. Sin embargo, eso pudo ser cierto en un principio, pero ya no lo es. Es más, el desarrollo tecnológico en muchos de esos países, principalmente China, ha permitido que gran parte de los bienes que exporta, incluyendo los tecnológicos y de la industria automotriz, sean de mejor calidad que los alemanes y estadounidenses.
Entonces esa no es la respuesta. Es un lugar común en los estudios económicos partir de la idea de que en Asia los salarios son muy bajos, y eso permite vender barato. Pero las estadísticas se prestan a muchos engaños. Primero, son bajos comparados con los de países desarrollados, con los cuales están compitiendo en la producción y comercio de los mismos bienes industriales, pero no tanto con otros países del Sur Global, como los latinoamericanos.
Pero lo más importante es que todas las comparaciones se hacen calculando los salarios de cada país en dólares estadounidenses, partiendo de la premisa de que un dólar vale lo mismo en todas partes, y eso es no es cierto.
Por ejemplo, una rápida búsqueda en Google muestra que el salario mínimo en China (promedio de todas las provincias) es de US$290, en Vietnam de 164 dólares, en Indonesia 180, en Tailandia de 250 y en Malasia 339. Todos calculados con los niveles vigentes en el 2022.
Eso parece poquísimo dinero al ser comparado con los salarios de Estados Unidos o de Europa, pero no tanto cuando se compara con el salario mínimo de México que fue de 260 dólares o el de República Dominicana, que ascendió a 372. Cualquiera diría que un trabajador dominicano gana un 10% más que un malasio, un 28 por ciento más que un chino, más del doble que un indonesio o un 124% más que un vietnamita. Antes de asegurar tal cosa, convendría saber qué se compra con ese salario en cada país.
Resulta que los trabajadores de ninguno de estos países reciben sus salarios en dólares. El dominicano recibe pesos, el chino en yuan, el vietnamita en dong, el malasio en ringgit y el indonesio en rupiah. Y ninguno de ellos está esperando a recibir su pago para correr a convertirlos a dólares y con eso ir al supermercado. Sencillamente van con las mismas monedas en que recibieron sus salarios y con ello comprar mucho o poco dependiendo de los precios vigentes en su respectivo país.
¿Alguien se imagina cuánto se compra con cien dólares al entrar en una tienda o un supermercado en China, o en Vietnam, Indonesia, Malasia o cualquiera de esos países? Lo que sí sabemos todos es que, si vamos al supermercado en la República dominicana con el equivalente a 100 dólares, que son 5,460 pesos, el carrito viene poco menos que vacío.
Con el discurso del pasado 27 de febrero, el presidente Luis Abinader puso de moda el Big Mac Index, un índice que usamos mucho los economistas para tratar de entender los niveles de precios de los distintos países, aun a sabiendas de que tiene debilidades técnicas. Dicho índice fue elaborado por la Unidad de Inteligencia Económica de The Economist para tener una referencia práctica de cuando un país tiene una moneda subvaluada o sobrevaluada, que es lo mismo que decir, si un país es barato o caro en el contexto mundial.
Tiene la debilidad de que se parte de un solo producto, y el nivel medio de precios se tendría que medir con una canasta amplia; pero tiene la ventaja de que es un producto elaborado en todas partes de manera homogénea, utilizando diversos insumos que hay que comprar por igual en todas partes, reflejando aproximadamente los niveles de precios de cada país.
Bueno pues, para tener una idea, un Big Mac en la República Dominicana cuesta RD$320 pesos, que al ser traducido a dólares son 5.67; mientras que el mismo cuesta 2.35 dólares en Indonesia, 2.91 en Malasia, 3.03 en Vietnam y 3.61 en China.. Obsérvese que en nuestro país cuesta incluso más que en los propios Estados Unidos, que son 5.36, siendo aquel un país rico y es sabido que en los países ricos un dólar alcanza menos que en uno pobre.
Si esto refleja el nivel medio de precios, podría asegurarse que, en cualquiera de esos países, con cien dólares se compra el doble que en la República Dominicana. Por tanto, sus salarios son más elevados. Y ¿por qué ocurre esto? Es un tema de tasas de cambio. Cuando en un país el dólar es relativamente caro, entonces el que va con dólares compra mucho, ese país resulta barato en las comparaciones internacionales, y se dice que su moneda está subvaluada.
Al contrario, un dólar barato significa un país caro y su moneda está sobrevaluada. Ocurre que en Asia sus gobiernos se han encargado permanentemente de mantener su moneda subvaluada, por razones de desarrollo económico, mientras que en nuestro país se mantiene sobrevaluada, por razones de populismo.
Normalmente en nuestro país, al igual que en casi todos los latinoamericanos, hay una clase dominante poco productiva y una clase media con gran influencia en los medios, cuyo símbolo de estatus se asocia al uso de artículos importados y viajes al exterior, por lo que mantiene una permanente presión política para que los gobernantes garanticen dólares baratos.
La respuesta a esas presiones usualmente es positiva, porque los gobernantes entienden que les es políticamente favorable. Se vende la idea de que la gente se empobrece si sube el tipo de cambio, cuando es todo lo contrario; lo que empobrece más a los pobres es la inflación, y se confunde una cosa con la otra. Sin embargo, de diciembre 2020 hacia acá, el dólar ha bajado un 6 por ciento y los precios han subido un 18%. Pero se asimila como un éxito de la política económica que el dólar baje, y el gobierno que logre eso y el gobernador del Banco Central aparezca como un genio.
La cultura en Asia es diferente. Allá la presión es para evitar que baje; los empresarios presionan por encarecer el dólar y los gobiernos entienden que manteniendo un dólar caro consiguen que los productos de sus países sean baratos en el contexto mundial, impidiendo que la gente (tanto los suyos como los extranjeros) compren en otras partes lo que puede ser producido por ellos, y así generar empleo y combatir la pobreza de su población. Y la gente apoya tales políticas porque entiende que en ello reside gran parte de su oportunidad de progreso.